El Rincón del Trotamundos. 26/3/2015
Recias murallas, almenas que vigilan el berrocal, palacios de rancio abolengo, plazas austeras, calles empinadas que buscan lo alto del cerro y espigadas torres que ostentan en sus esquinas nidos de cigüeñas y pesadas campanas de acero fundido. Así recibe Trujillo al viajero que se adentra en la comunidad Extremeña por alguna de la rutas que desde Madrid, Lisboa, Sevilla o Salamanca, confluyen en esta comunidad. Una comunidad repleta de espacios naturales y históricos monumentos levantados por el hombre durante siglos.
Trujillo fue conquistada a los árabes en 1232, cuando las tropas de Fernando III entraron en la fortaleza árabe que se alza en lo más alto del montículo desde donde domina el caserío. Hasta entonces, la ciudad de Trujillo, fue mora y perteneció al califato cordobés. De aquella época data el trazado de las calles de la ciudad antigua, labradas sobre la roca granítica del cerro, calles que se enroscan alrededor del tiempo hasta llevarnos al siglo XIII.
Al comienzos de este periodo histórico, comenzó a levantarse la iglesia de Santa María la Mayor, una joya del románico en Extremadura, reconstruida en el siglo XV, época en la que se incorporaron algunos elementos góticos. En su interior destaca el bellísimo retablo mayor fechado hacia el año 1480, obra del pintor Castellano Fernando Gallego.
De la edad media también subsisten en la ciudad de Trujillo, cuatro de las siete puertas de la muralla, con sus torres y espigones, símbolo de su inexpugnable fortaleza. El núcleo de la ciudad antigua, es su singular Palaza Mayor, configurada por palacios, casonas nobles, iglesias, soportales y grandes escalinatas, en medio de la cual se yergue la estatua del conquistador Francisco Pizarro montado a caballo.
Pasan los años y la ciudad de Trujillo se mantiene como hace cientos de lustros, sus calles empedradas, sus palacios, casonas, iglesias, torres y murallas, siguen desafiando el tiempo y la marea del ladrillo y los especuladores. Una joya tallada en medio del berrocal, que ofrece al viajero lo mejor de la arquitectura de los conquistadores, de aquellos que se aventuraron por Sudamérica y regresaron cargados con los tesoros que esquilmaron a los pueblos de aquel continente.
En cada vuelta de cualquier calle por la que caminemos, en cada oculto rincón del casco urbano, o en cada plaza, nos encontramos de bruces con algún edificio que nos recuerda aquel periodo histórico del descubrimiento y la conquista de América. Ya sean escudos de armas, símbolos tallados en las fachadas, palacios nobles o casonas. Iglesias de Belle arquitectura, museos repletos de documentos históricos, o conventos en los que se guardan bellos tesoros de la época.
Siempre que viajo por Extremadura recuerdo el atracón de comida que nos dimos en el antiguo restaurante la “Troya”, situado al final de las escalinatas de la plaza mayor de Trujillo, fue memorable. Era verano y hacia mucho calor, ello no fue impedimento para probar los ocho platos que nos ofrecieron como menús, incluido el cocido extremeño, autentica delicia de la gastronomía de la región.
Que decir del gazpacho Extremeño, fantástico plato, más en el mes de agosto cuando el calor aprieta por estos lares y los mercurios superan los 40 grados a la sombra. La Semana Santa es una buena época para visitar esta ciudad, es la estación del año en la que las temperaturas extremas que predominan en estas penillanuras, mantienen un cierto equilibrio, ni frío ni calor.
Además de la comida, recordare siempre la calurosa noche de verano sentado en las terrazas que instalan en la plaza mayor frente a la imponente estatua del conquistador Pizarro, escuchando el silencio de esta ciudad medieval, silencio que se rompe con el tañido de las horas que da la campana del reloj, instalada en la torre de la iglesia de San Martín. El sonido de las cigüeñas que ocupan las cimas de los recios campanarios y las peculiares, chimeneas de los palacios. Trujillo y sus noches, es como viajar al pasado, al pasado lejano, al pasado de la grandeza y la miseria que produjo la conquista de America.
Cada año, durante el mes de abril, se celebra en la ciudad de Trujillo la feria del queso, coincidiendo con la explosión de la primavera que tiene lugar en los llanos de Trujillo, Un acontecimiento gastronómico de primer orden puesto que la zona es rica en productos lácteos. Una época apropiada para hacer una escapada por esta ciudad y sus alrededores siguiendo alguna de las cañadas y cordeles que se entretejen como mallas por estas tierra de llanura, berrocales, curso de agua y dehesas salpicadas de encinas y alcornoques, donde pasta el cerdo ibérico, el corzo, el ciervo y sobre vuela el buitre leonado.
Cada año, durante el mes de junio, se celebra en la ciudad de Trujillo, el Festival Internacional, “La Música y la Palabra de España y América”. Ni que decir tiene que los acordes de la música, el lenguaje universal por excelencia, en cualquier parte del Mundo, suenan bien, pero en las plazas, en los palacios, en los recintos amurallados y en los austeros claustros de los conventos, la música aun suena mucho mejor y se percibe como algo sublimen y grandioso conjugando la belleza acústica con la obra del hombre.
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Un articulo muy bueno y entretenido,una belleza los pueblos de España..