El Rincón del Trotamundos. 20/11/2013
Las tres caras de la ciudad de Salamanca
Ciudad abierta de Corazones rotos, esculpidos sobre piedras milenarias, que aún viviendo del pasado rebosa de juventud, fiesta y ambiente universitario. El arte del medievo y el esplendor del renacimiento, atesorados durante siglos, se funden en un espacio armónico en esta ciudad castellana de rancio saber medieval.
En la época anterior a la dominación romana de la Península Ibérica, los Vacceos ocupaban la mayor parte de la cuenca del Duero. Para defender este territorio construyeron varias fortalezas, entre ellas se encontraba Salmantica (Salamanca). El núcleo urbano desarrollado en torno a esta fortaleza, comienza a adquirir cierta importancia en el siglo III A. C. Aníbal en su avance por Iberia, sitia y toma el territorio dominado hasta entonces por el pueblo Vacceo y se apodera de la antigua ciudad.
Con la conquista de la Península Ibérica por los romanos, Salamanca comienza a adquirir cierta importancia. Pronto se convierte en un enclave comercial de gran valor en el occidente peninsular, debido entre otras, a su situación privilegiada en el paso del río Tormes por la Vía de la Plata. Para vadear este río castellano, los romanos construyen en el siglo I el puente de sillería de granito. El único monumento civil que se conserva en la ciudad de ese periodo histórico cuando la Península Ibérica estaba bajo el dominio de Roma.
Con el fin del Imperio Romano. los visigodos conquistan la ciudad y esta pasa a formar parte de su territorio. Pocos datos se tienen sobre el desarrollo de la misma en la época visigoda, solamente se sabe que en el siglo IV las murallas romanas son destruidas y se construyen otras que abarcan un perímetro mayor, con nuevos cubos.
En el año 712, con la llegada a la Península Ibérica de los árabes, Musa ibn Nusair conquista la ciudad. Durante toda la Alta Edad Media, gran parte de los núcleos urbanos del valle del Duero, fueron abandonados, o destruidos a causa de las guerras entre árabes y cristianos. Salamanca quedó reducida a un núcleo carente de interés y prácticamente despoblado.
En el 1102 Raimundo de Borgoña llega a la ciudad con un nutrido grupo de colonos de diversos orígenes territoriales. Cada uno de los grupos se instaló en una zona diferente de la ciudad. Francos y serranos se establecieron dentro de las murallas, en tanto que los castellanos, mozárabes, portugueses y judíos lo hicieron en la periferia.
Durante el medioevo se construyó en Salamanca la catedral románica, uno de los monumentos religiosos más notables del occidente Peninsular, junto con la catedral de Zamora y la de Plasencia. En el S. XIII Alfonso IX funda la Universidad, institución que alcanzaría con el devenir del tiempo gran prestigio, no solo en España sino también en Europa y en el mundo. En esta prestigiosa institución impartirían enseñanza grandes pensadores y humanistas: San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Fray Luis de León y Miguel de Unamuno, entre otros.
Los siglos XIV, XV y XVI fueron los de mayor esplendor de la ciudad, tanto en la demografía como en la vida universitaria (se calcula que por entonces Salamanca tenía unos 25.000 habitantes de los que 7.500 eran estudiantes). En ese periodo la ciudad alcanzó su máximo apogeo, brillando con luz propia en todos los campos del arte y las ciencias.
Con el auge de la Mesta, Salamanca adquirió renombre como centro de manufacturas pañeras y como exportadora de lana de las Mestas. También tuvo un gran auge en la arquitectura y el comercio, además de en otras muchas actividades. De ese periodo Salamanca conserva notables monumentos civiles y religiosos de gran belleza, que son, en buena medida, los que han dado fama y prestigio en todo el mundo a la ciudad charra, junto con su universidad. Monumentos construidos todos ellos con la piedra roja de las canteras de Villamayor.
Una piedra noble, de arenisca, fácil de modelar que al contacto con el aire se oxida y toma un color rojizo. También un rico legado cultural: manuscritos, códices, tratados de ciencias y otras obras de arte. Algunas de estas joyas se encuentran hoy en las bibliotecas y museos de Salamanca, las que fueron robadas por invasores y usureros, están dispersas por todo el mundo.
La catedral nueva se comenzó a construir en el S. XVI, el templo encierra en su interior la mayor variedad de estilos arquitectónicos de toda la ciudad, predominando en ella el gótico tardío que concibe la grandiosidad de los espacios y la luz de su interior, como el eje que la vértebra. El patio y las Escuelas menores fueron construidas durante el renacimiento, periodo en el que se edificaron en Salamanca otros muchos palacios señoriales y colegios mayores, todos ellos configuran hoy, junto con calles y plazas, el casco antiguo de esta bulliciosa ciudad de sabor añejo y medieval.
Después de estos siglos de esplendor, Salamanca se unió a la decadencia generalizada de las ciudades castellanas que se extendió durante todo el S. XVIII, salvo un pequeño paréntesis que propició la construcción de su imponente Plaza Mayor de estilo barroco, iniciada en 1729, el palacio de Anaya y la Clerecía. Esta época coincide con la llegada de Fernando Séptimo, y se prolonga hasta nuestros días.
En la actualidad, la ciudad de Salamanca vive del legado cultural que dejaron siglos pasados, del que destaca el renacimiento, cuyas filigranas recorren las nobles piedras de sus singulares monumentos, y la memoria que dejaron los muchos e ilustres pensadores que por sus aulas, colegios mayores y universidad pasaron, impartiendo conocimiento y aires de libertad.
Un paseo por la ciudad monumental
Viniendo del sur, la primera estampa que tiene el viajero de Salamanca, es la de una ciudad casi inexpugnable, monumental y encerrada en sí misma, donde no caben más alegrías que las que deleitan los sobrios monumentos que se alzan sobre el teso amurallado lamido por el Tormes. Pero nada más lejos de esa primera impresión, pues entre los inigualables monumentos erigidos en piedra, bulle una gran actividad lúdica y comercial. Además de los vecinos de la urbe, están los muchos viajeros que visitan la ciudad de Salamanca y los miles de estudiantes que salen y entran de las concurridas aulas, situadas en los históricos edificios universitarios.
La Plaza Mayor es uno de los lugares neurálgicos de Salamanca, donde siempre se torna, vayamos donde vayamos, por cuyo centro pasa el camino mozárabe de Santiago. Un lugar de encuentro de universitarios donde se dan cita para comenzar las noches de fiesta y los encuentros amorosos. La plaza es también el sitio elegido por los extranjeros que visitan la ciudad, para tomar el sol en sus terrazas y disfrutar del animado ambiente urbano.
Bajo los soportales se siguen celebrando los corrillos de antiguos tratantes de ganado, mayorales y hacendados que rememoran el pasado, intercambian opiniones sobe el campo y las ganaderías de toros bravos que abundan en las dehesas salmantínas.
Tras admirar la perfección de esta monumental plaza barroca, con sus nueve arcos o puertas, y sentirse por un momento en el centro del mundo, el visitante se encamina hacia la calle Zamora, que nos llevara hasta la plaza de la Libertad y plaza de los Bandos. Pasados estos espacios urbanos y monumentales, el viajero continua por la calle Bordadores, donde nos recibe la escultura pensativa de don Miguel de Unamuno. En esta plaza está el bar Camelot, un templo sagrado para los estudiantes y los extranjeros que visitan Salamanca, donde la música y las copas, reinan en las animadas noches salmantinas.
Al otro lado de la plaza se halla el Convento museo de las Úrsulas, un edificio de traza gótica. En su interior se encuentra la tumba del Patriarca de Alejandría, Don Alonso de Fonseca, arzobispo de Santiago. Esta obra está considerada como uno de los grupos escultóricos más bellos y ricos del renacimiento español.
Retrocedemos Por la calle Compañía, para deleitarnos con el palacio de Monterrey, un edificio del renacimiento construido en el S. XVI y propiedad de la duquesa de Alba. Subiendo una pequeña cuesta, se encuentran los jardines de San Francisco y el palacio de Fonseca, una de las obras más representativas del Renacimiento español. Destaca la portada del palacio, la capilla con retablo de Alonso Berruguete y el patio diseñado por Diego de Siloe, auténtica joya renacentista.
Continuamos el paseo por la calle Compañía, un auténtico monumento en piedra, al que se asoman conventos y palacios renacentistas, iglesias góticas y templos barrocos. Los muros y rejas de estos nobles edificios, nos muestran lo que fue en el medievo esta austera ciudad.
Por la calle Cañizal y Cervantes, el viajero se adentra en el corazón del antiguo Barrio Chino, se continua por calle Serrano y Traviesa, para llegar a Libreros, antaño regentada por este gremio, hoy desaparecidos de este lugar y prácticamente de toda la ciudad.
Entre edificios nobles, donde cada piedra respira historia por sus filigranas, llegamos al patio de las Escuelas Menores presidido por la escultura de fray Luis de León y el edificio de la Universidad del siglo XV, que luce la famosa fachada plateresca construida en homenaje a los Reyes Católicos. El conjunto arquitectónico de este edificio es de estilo gótico y se levanta en torno a un claustro, con bellas arcadas renacentistas y dos cuerpos de galería. Techos con hermosos artesonados mudéjares y una impresionante escalera tallada en piedra de Villamayor, donde bailan pajes y doncellas y se lidian toros bravos.
Terminada la visita a este conjunto de ilustres edificios universitarios, continuamos el paseo por las Escuelas Menores, donde se sitúa el antiguo Hospital del Estudio y las aulas de la institución académica. En el fondo de la plaza, esta el museo de Salamanca y el acceso al patio de las Escuelas Menores, en cuyo interior se halla el claustro de un solo piso, con arcos mudéjares mixtilíneos. En una de las aulas de las escuelas, se encuentra el afamado cielo de Salamanca del celebre pintor Castellano Fernando Gallego.
Continuamos el recorrido por la calle Libreros y después por Veracruz, para atravesar las antiguas murallas por el arco de Anibal, salir al Calvario de la justicia y el puente romano. En la entrada del puente se encuentra la escultura en bronce del Lazarillo de Tormes y metido ya en el puente, esta el famoso verraco de piedra, una escultura celtibérica que aparece en el escudo de Salamanca, junto con la encina y el puente.
Desde el otro extremo del puente romano, se contempla una hermosa panorámica de la ciudad, especialmente en los atardeceres, cuando la piedra de los históricos monumentos, se iluminan con los rayos del sol. En esos momentos de la tarde, los muros, las torres y vidrieras de las catedrales, se vuelven rojizas y los destellos de esas piedras milenarias, se reflejan como un mar de espejos en las tranquilas aguas del Tormes.
Cruzamos el río Tormes por el puente de Enrique Estaban y continuamos por la calle de San Pablo, en esta nos encontramos con la plaza del Concilio de Trento, donde están dos de los monumentos más importantes de Salamanca, el convento de San Esteban y el de las Dueñas. El de San Esteban se compone de un conjunto de edificaciones donde destacan la iglesia y el claustro, ambos de estilo gótico. La portada principal del templo, es típica del gótico hispano-flamenco de finales del S. XV.
En las misma plaza esta situado el convento de las Dueñas, un monumento para recorrer con devoción, respirando el profundo silencio de la clausura. Cuenta con una iglesia de estilo plateresco y un claustro pentagonal renacentista, con una excepcional decoración escultórica que adorna su galería superior.
De vuelta por la calle de San Pablo se llega a la plaza de Colón, donde se halla esculpida en bronce la figura de este conquistador, aventureros, y navegante, jalonado la escultura se encuentran varios tejos. Un poco más adelante se encuentra el palacio de La Salina, antiguamente utilizado como depósito de sal. Una obra de Gil de Hontañón. En el patio interior destaca la galería de madera apoyada sobre grandes ménsulas antropomorfas y una segunda con voladizos decorada con imágenes de figuras desnudas.
En la calle Quintana, nos topamos con la iglesia de San Martín, uno de los templos más auténticos del románico salmantino, de una gran sobriedad. Los gruesos muros de piedra y las arqueadas columnas que sustentan las altas bóvedas de las tres naves, hacen de este templo un lugar de recogimiento , totalmente aislado del mundo exterior.
Abandonamos esta iglesia y nos encaminamos hacia la Rúa Mayor, una calle peatonal por la que pasean estudiantes, viajeros y peregrinos que atraviesan la ciudad por la Vía de la Plata. Quien recorre esta calle, que ha visto desfilar los secretos de una ciudad culta y docta, testigo de la historia de un país y de generaciones y generaciones de universitarios, se sentirá perdido en el tiempo y en el mar de piedra que proyecta sobre ella la torre de la catedral, emblema de esta austera ciudad.
Continuamos camino y al final de la Rúa Mayor aparece la plaza de Anaya, uno de los pocos lugares de Salamanca donde los distintos estilos arquitectónicos, conjugan con la ornamentación de los jardines y los abetos que crecen en el lugar. La plaza nos ofrece un espacio para el encuentro y el esparcimiento, donde destacan las escalinatas y columnas barrocas de la fachada del palacio de Anaya. En el otro extremo de la plaza, se alza la catedral gótica, un templo de grandes proporciones sostenido por contrafuertes, columnas y altas bóvedas de crucería. En este monumento, conviven en armonía casi todos los estilos arquitectónicos que se dan en la ciudad de Salamanca.
Entre las murallas y la catedral se sitúa el huerto de Calixto y Melibea, un jardín que hace honor al amor secreto que se profesaban estos dos amantes de La Celestina. El jardín ofrece una amplia panorámica del río Tormes y de las catedrales. Dejamos el huerto y nos vamos por la calle del Arcediano para llegar al Patio Chico, uno de los rincones de la ciudad más delicados y bellos, donde la arquitectura románica y la gótica, se funden en un solo abrazo. A este patio se abre la puerta sur de la catedral nueva, una joya ornamental del gótico isabelino labrada en piedra por anónimos canteros.
A su lado, envejecida por los siglos, podemos contemplar una de las maravillas más destacadas de Salamanca, la cúpula del crucero de la catedral Vieja, la románica, conocida popularmente como «Torre del Gallo», por la forma de la veleta que lo corona. Un delicado cimborio de influencias bizantinas, que aparece cubierto por hileras de escamas.
Descendiendo la suave pendiente de la plaza, llegamos a la casa modernista de Lis, que alberga el museo de Art Nouveau y Art Déco compuesto por 19 colecciones de artes decorativas de finales del siglo XIX y principios de siglo XX. Junto a la casa Lis está el Archivo de la guerra civil en cuyo interior se guardan los documentos relacionados con esta trágica contienda.
Por la calle Tentenecio, y tras subir unas escaleras, llegamos a la torre de la Catedral, una impresionante mole de piedra de grandes dimensiones, con sus 110 m. de altura domina toda la ciudad. Por las escaleras de piedra de la torre, se inicia un recorrido por las azoteas y terrazas de las catedrales, desde este privilegiado mirador se disfruta de una excepcional perspectiva de la ciudad y sus monumentos.
Terminada la visita al conjunto catedralicio, seguiremos nuestro camino por la calle Victorino y la Rúa Antigua, para llegar a la iglesia de la Clerecía y la Universidad Pontificia, una de las muestras más destacadas del barroco español, con su impresionante fachada y su patio interior. Separados por la calle Compañía, está la casa de las Conchas, un palacio que aúna elementos de transición de la edad media al renacimiento. La fachada exhibe las conchas de los peregrinos que le dan nombre. En el interior destacan el patio con arcos mixtilíneos, la escalera y el artesonado de la actual biblioteca.
Para terminar nuestro recorrido por esta ciudad castellana, nos vamos por la calle Menéndez, donde encontraremos tiendas, restaurantes y bares modernos, en los que podemos comer y comprar los productos del campo Charro. Dos pasos más y entramos en la plaza porticada del Corrillo, donde se dan cita los bohemios y jóvenes inconformistas.
De nuevo ya en la Plaza Mayor, posamos nuestra mirada en el ritmo de los arcos de medio punto que la rodean, y nos sumergimos en los acontecimientos históricos que han tenido lugar en esta catedral del barroco. Exaltaciones patrióticas, ejecuciones de la Inquisición, procesiones religiosas, conciertos multitudinarios, mítines políticos y manifestaciones ciudadanas de todo tipo. Una Plaza Mayor, de luz y uniformes fachadas, donde siempre hemos de volver, aunque solo sea en el recuerdo.
El viajero que este pensando conocer la ciudad de Salamanca, puede hacerlo en cualquier época del año. En invierno el frío suele ser intenso, si bien es la estación en la que hay menos turismo y la luz solar se encuentra más limpia lo que hace que el color rojizo de las piedras nobles de los monumento tome un color más intenso. Con un poco de suerte, puede que hasta se encuentre con una agradable nevada. Salamanca esta muy bien comunicada con el resto de España y del Mundo, tanto por autovía como por ferrocarril, lineas aéreas y de autobuses.
NOTICIAS RELACIONADAS
15-M, acampada en Salamanca y otras ciudades
En una fría mañana de marzo tres chicos y un perro buscan la fuente de la Salud
En Salamanca serán penalizados con multa los usuarios de las bicicletas
Un artículo genial. Muchas gracias por la publicación!!!
Preciosas las fotos, artículo muy currado y un recorrido de lo más recomendable por nuestra ciudad. Enhorabuena!
Salamanca no es una ciudad castellana. Cuando una mentira se repite durante años no se hace verdad.
Gran articulo. Solo dos pegas. Habria estado mejor una correlacion entre las fotos y el monumento del que se habla en cada parrafo. Otra importante pega es la insistencia en llamar castellana a Salamanca, aspecto este discutible y que en todo caso no puede eliminar la referencia leonesa de esta capital.
Muchas gracias por tu buen trabajo.