Texto y Fotografía de Juan José Ramos Encalado
Así llamó en el siglo XIX, a este lugar el escritor estadounidense Mark Twain, cuando quedó sobrecogido por la vista de estos barrancos del oeste de la isla de Kaua’i. La isla de Kaua’i es la isla más antigua de las que componen el archipiélago de Hawaii. Un viejo volcán que ocupó toda la isla y que tras su colapso está siendo erosionado, habiéndose formado este impresionante cañón, que cae desde las marismas Alaka’i y los bosques de Kokee, situados a 1.200 metros de altitud hasta el Océano Pacífico.
Por por las laderas rojas de estos cañones caen torrentes y cascadas que siguen excavando el fondo de estos barrancos. Barrancos interminables donde la soledad se ve interrumpida por la presencia en algunos riscos de cabras cimarronas y de unas bonitas aves marinas que los sobrevuelan constantmente: los rabijuncos. Sorprende la sequedad de estas laderas y el intenso calor que hace con la casi constante lluvia y frescor que hay en la parte más elevada del cañón. Así se pasa, en apenas unos centenares de metros, del desierto a lujuriosas selvas.