UN PASEO POR LA VILLA ASTURIANA DE CUDILLERO

Fotografía de Jesús Bellido

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Cudillero aparece como un nido de gaviotas, colgado de los resaltes rocosos de los montes. Sus coloridas casas están apiñadas, como empujándose una a otras, para poder ver el puerto, donde recalan los pequeños barcos de pescadores en los días de galerna. O para mirar a su mar, que a veces esta apacible, y a veces embravecido, ese mar que limita siempre la visión del horizonte, ese horizonte que se intuye entre el cielo y el agua, en el que todo es ilimitado.

Cudillero, es una antigua villa de pescadores que se columpia desde las laderas de la montaña añorando el mar, ese mar que la vio nacer, que le dio vida, y la catapultó a la fama entre los pescadores y viajeros de todo el mundo que la visitaron alguna vez. O de aquellos que encontraron en su puerto, un refugio seguro ante la virulencia de las aguas del mar Cantábrico.
Cudillero es además, la capital del concejo asturiano que lleva su mismo nombre y que comprende las ocho parroquias cercanas. Esta villa asturiana llama la atención del visitante por ser un remanso de paz y tranquilidad, situado en un recoveco de la costa. Su emplazamiento desafía las leyes de la gravedad al ascender estas por las laderas de los montes que abrigan la desembocadura del pequeño río Piñera. El resultado es un mosaico de casas pintadas de vivos colores entrecruzadas por callejuelas, pasadizos, escaleras y amplios ventanales que miran al mar.
El viajero puede perderse callejeando por el casco antiguo de Cudillero, subiendo cuestas y estrechos pasadizos y descubriendo bellos rincones de evocadora belleza, rebosantes de adelfas y rosales. Los paseos por las empinadas calles casi siempre terminan en lo alto de la villa, donde esperan espléndidos miradores para ver todo el pueblo, y su puerto, donde reposan las multicolores barcas meciendo su esqueleto.
Otro de los paseos clásicos y lleno de romanticismo, es el que lleva al viajero hasta el faro de Cudillero, una antigua construcción con más de cien años de antigüedad, esta otea el horizonte y sirve de guía para los navegantes que atraviesan estos mares. El paseo continua por los senderos que bordean los acantilados donde se disfruta de un paisaje desbordante y bello, en el que las gaviotas y cormoranes, baten sus alas en una extenuante pelea contra el viento marear para pescar y mantenerse a flote.

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