El rincón del trotamundos. 30/8/2013
Pasado los meses estivales y cuando el otoño se empieza ya a vislumbrar en el horizonte del calendario, y tambien en la naturaleza, el paisaje de costa se viste con un alo de solitaria plenitud, de penetrante silencio, y hasta de cierta melancolía. Una melancolía que penetra lentamente en la sicología del viajero que recorre los paisajes de las Rías Altas. Las playas, los arenales, los miradores y hasta los pueblos costeros que fueron lugar de bullicio, de bañistas y de surferos, ahora yacen vacíos, silenciosos y varados en el tiempo, como si de pronto la tierra hubiese quedado desierta y el mar hubiese enmudecido.
Un paisaje de arena vacía, acantilados que gimen con los envites del mar, olas que se enrolan de burbujas y espuma al acercarse hasta las playas, donde ya solo campan las gaviotas en busca de moluscos. Un viento húmedo y más vigoroso que en la estación estival, empuja la arena tierra adentro y borra las huellas que dejaron en el litoral los visitantes estivales.
Así descubrimos un paisaje evocador, el que se extiende entre Vivero y Cedeira, donde se encuentran dos de los cabos más al norte de la Península Ibérica, Estaca de Vares y Ortegal. En medio de estos dos cabos, el viajero descubre un paisaje bravío de acantilados, playas de soledad inusitada. Faros que se asoman al mar oteando el turbulento horizonte. Todos ellos, junto con los miradores situados estratégicamente en los acantilados, divisan el horizonte marino buscando un punto de referencia para orientarse y definir el punto en el que nos encontramos sobre el meridiano de Greenwich.
En torno de esos dos puntos de referencia, Ortegal y Vares, se originan varias rías que se adentran tierra adentro formando hermosos estuarios, playas, laminas de agua y someras corrientes que fluyen en una o otra dirección dependiendo del curso de las mareas. Las rías cambian de textura, tonalidades y hasta de inquilinos con la subida o bajada de la marea, lo que las convierte en uno de los paisajes más fotogénicos para el viajero que recorre estos parajes, especialmente durante los atardeceres y amaneceres gallegos.
De entre el conjunto de rías, destaca por su belleza y extensión, la ría de Ortigueira, vigilada en todo momento por el Cabo Ortegal. Esta ría se forma en la desembocadura del río Mera, en cuya margen se encuentra la población que la da nombre, Santa María de Ortigueira, una señorial villa que cada año acoge el festival del mundo celta, uno de los referentes musicales del verano gallego. Su playa es un autentico remanso de paz y de encuentro con el mar de calma que se adentra en tierra firme por esta depresión geológica.
Hacia oriente nos encontramos con la desembocadura del río Sor que forma otra de las rías más bellas de esta parte del litoral galle. En este caso, la ría se encuentra jalonado por el cabo de Estaca de Vares. Al socaire de esta ría, se resguardan los pueblos marineros do Obarqueiro, Puerto de Vares y Vicedo, en cuyas inmediaciones se encuentran las playas de Caolin, Vares, Vilella, Arealonga y Xilloi.
Una ría que hace las delicias de quines tienen la suerte de disfrutarla en las distintas fases de bajada y subida de marea, las corrientes, emerge del agua dejando ver sus tonalidades y caprichosas formas dibujadas en la arena por la corriente del agua ascendentes y descentres. La villa marinera de do Barqueiro es un privilegiado mirador de esta ría y de este fantástico lienzo de la naturaleza.
Al norte, descubrimos el Semáforo, un punto de no retorno, con una de las panorámicas más completas y bellas de las rías, este monte protege de los vientos del norte al recóndito puerto de Vares, que fuera hace milenios, refugio de los navegantes fenicios. Un lugar de encuentro, de recogimiento, de baño y de buen comer.
Más hacia oriente se halla la ría de Viveiro, esta por desgracia se encuentra bastante deteriorada por las alteraciones sufridas en su forma originaria, donde se ha construido un puerto industrial y algunos espigones de contención, rompiendo el ciclo regenerativo de la misma. Esta ría se alimenta del río Landro que desciende de la sierra de Xistral. En las cercanías de esta ría se encuentran algunas playas que merecen ser visitadas, caso de Area, un lugar fantástico. Mirador da Monte Faro, faro de Roncadoiro y Portocelo.
Camino de Cedeira y su ría, se encuentra la sierra de la Capelada, donde el viajero descubrirá Vixía da Herveira, una especie de vetusto refugio de piedra situado encima de los acantilados más altos del continente Europeo. Las puestas de sol desde este lugar, son de esas que marcan al viajero para toda su vida. Por la sierra, y en completa libertad, galopan los caballos salvajes gallegos que tanta fama dan al monte de Galicia.
Por último, y como todo buen viajero y devoto de los lugares llenos de misticismo y devoción, el viajero no puede marchar de las rías altas sin acercarse hasta San Andrés de Teixido, lugar del cual dice el refrán popular que si no vas de vivo lo has de hacer de muerto.
En la misma sierra, se encuentra el faro de Candeira, es otro lugar obligado, en donde la tierra se entrega al mar y los recuerdos del yo, forman un todo, junto con la terrible soledad reinante en esta parte de la costa gallega, donde termina la tierra del fin del mundo para adentrarse en la inmensidad de los océanos.
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