El aislamiento del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar ha preservado los valiosos tesoros naturales de este espacio semidesértico de la costa mediterránea en un medio de origen volcánico de una belleza poco común.

El relieve tan especial del Parque es el resultado de dos episodios volcánicos. El primero comenzó hace 15 millones de años y el segundo 8. Durante el segundo episodio emergieron algunos edificios volcánicos que produjeron erupciones aéreas, iniciando la formación del relieve que se ha completado con los procesos de sedimentación y erosión hasta nuestros días. Solo vemos una pequeña parte de este modelado, pues la mayor parte se extiende bajo el mar hacia África.
Por el interés científico de su patrimonio geológico este territorio fue incluido en la Red Europea de Geoparques en 2001.



La larga historia de pequeños asentamientos humanos para aprovechar sus recursos, a pesar del frecuente acoso de incursiones piratas, ha dejado una serie de torres defensivas y castillos a lo largo de su costa. Esta es también la causa del pequeño tamaño de los núcleos de población actuales. El más grande de ellos, San José, alberga en torno a mil habitantes. Sin embargo, el tímido desarrollismo urbanístico, con fines turísticos, de los últimos años amenaza producir la pérdida irreparable de sus valores naturales.








El Parque también incluye una reserva marina de 12.000 hectáreas de extensión. Sus fondos arenosos, los rocosos o los cubiertos de posidonia oceánica alimentan y cobijan una riquísima fauna marina. Si a este factor añadimos la buena visibilidad de sus aguas tendremos la certeza de encontrarnos en un lugar idóneo para la práctica del buceo o el snorkel.
Los animales mejor adaptados a la aridez componen la fauna terrestre. Reptiles y anfibios son más abundantes que los pequeños mamíferos característicos de este espacio. Además de las rapaces y pequeñas aves que habitan en el interior, las salinas de Cabo de Gata albergan más de 100 especies diferentes de aves a lo largo del año, sumando a las especies residentes las que utilizan estos humedales como lugares de paso en sus desplazamientos migratorios. A la colonia de varios centenares de flamencos comunes residentes se unen en verano los migratorios, alcanzando varios millares de ejemplares.

El clima subárido mediterráneo con humedad media, evaporación y exposición solar elevadas, unido al suelo y relieve volcánico, condicionan que la vegetación predominante sea la que no depende de la lluvia para su existencia. Desde las zonas bajas, sometidas al oleaje marino, hasta las más altas se desarrolla una riquísima variedad de plantas que va desde los líquenes y algas marinos hasta los árboles, con especies introducidas para su aprovechamiento junto a manantiales. La más característica entre los endemismos es el palmito, la única palmera autóctona europea.




Además de disfrutar del sol y las playas vírgenes de este tramo de la costa almeriense, el abanico de actividades de ocio y deportes que ofrece el Parque nos permitirá conocerlo a fondo, de formas muy diversas, tanto en el mar como en tierra. Recorrer caminando los muchos itinerarios del Parque, por el interior como por la costa, es una de las más gratificantes para sumergirnos en toda la belleza y variedad de este entorno.

San José es el punto de partida de una de las rutas con más atractivos que se pueden realizar en este fascinante lugar. Llegar caminando hasta el faro del Cabo de Gata es una experiencia inolvidable al alcance de cualquier practicante de senderismo. Los 15 kilómetros de este recorrido, con un desnivel ascendente y descendente de 500 metros, se pueden completar en un tiempo de 6 horas.
Es conveniente realizar este itinerario con la marea baja, para caminar al borde del mar por una buena parte de la sucesión de playas y calas que vamos a encontrar. Si no fuera así, podemos seguir los senderos y pistas de tierra que corren en paralelo a la costa salvando los arenales cubiertos por la marea alta.

Llegamos a la playa de Los Genoveses tras caminar unos dos kilómetros entre pequeñas dunas y vegetación endémica. En esta magnífica bahía esperó una flota genovesa de doscientas naves hasta que Alfonso VII decidió el momento de la conquista de Almería. También se reunió aquí la Armada Española que combatió en la batalla de Lepanto.





Tendremos que salvar el Morrón de los Genoveses, que nos impide seguir junto al mar, para llegar a las calas de los Amarillos y el Príncipe, donde el sendero salva un nuevo entrante rocoso. Con la marea baja podemos recorrer la sucesión de pequeñas calas, entre formas volcánicas siempre cambiantes, hasta llegar a la playa del Barronal con su peculiar formación basáltica. El fondo de la playa está ocupado por dunas de finísima arena.






Unos dos kilómetros más adelante subiremos a la gran duna viva de Mónsul antes de bajar a la playa que lleva este mismo nombre. Limitada entre lenguas de lava, su seductora imagen ha aparecido en varias películas, como Indiana Jones y la última cruzada. Cuando aprieta el calor la enorme roca, que lleva el nombre de La Peineta, ofrece una sombre muy refrescante.



El último tramo de la ruta nos lleva por pequeñas calas resguardadas del viento por acantilados de alturas muy diferentes. El de La Vela Blanca, parte de un antiguo volcán que colapsó y se hundió en el mar, supera los 200 metros. El nombre procede de la duna fosilizada con forma de vela de su base, cuyo color contrasta con el rojizo oscuro de la roca volcánica. En su cima se levanta la torre de la Vela Blanca de propiedad particular.


La aridez es la característica dominante del terreno que nos rodea, donde encontramos cala Rajá y cala Arena bajo el relieve montañoso que cierra el paso hacia el norte. Antes de finalizar la caminata descubriremos el arrecife del Dedo, una antigua chimenea volcánica, emergiendo entre las olas, y delante del mismo Cabo de Gata se levanta el de las Sirenas. Este último estuvo colonizado por focas monje que los marineros, tras largas travesías, confundían con sirenas, de donde procede el nombre según una de las muchas leyendas de este privilegiado rincón mediterráneo.




Si vamos a regresar a San José en transporte público tendremos que continuar 3,7 kilómetros hasta La Fabriquilla. Es imprescindible llevar agua y comida suficientes para la jornada porque no encontraremos ningún lugar donde adquirirlas.

