Limitado por los ríos Duje al oeste y Deva al este, el macizo de roca caliza de Ándara se levanta hasta los 2.444 metros en la Morra de Lechugales dominando un paisaje sobrecogedor conformado por profundas depresiones y escarpados picos.
El Rincón del Trotamundos. Javier Elcuaz del Arco
Desde Sotres parte la estrecha carretera de montaña que llega hasta Tresviso. Hay que conducir despacio por las fuertes pendientes, curvas cerradas y, especialmente, los frecuentes baches de su firme. Tras unos tres kilómetros llegamos al aparcamiento construido en el Jito de Escarandi.
Empezamos a caminar, con dirección sur, por la pista minera construida para dar servicio a las extracciones de mineral de plomo y zinc que se mantuvieron durante cerca de cien años. En una hora ascendemos casi quinientos metros bajo el fuerte sol de mediados de septiembre. Hay vacas pastando en las herbosas majadas de la Jazuca por debajo de nosotros. Y muy por encima, a casi dos mil metros de altitud, se eleva la mole inmensa de los Picos de Macondíu.
La pista gira bruscamente en el Casetón de Ándara, una construcción minera adosada a la roca y reconvertida en refugio de montaña con capacidad para dieciocho personas, donde también sirven comidas y bebidas. Frente al Casetón encontramos la única fuente de agua fresca de nuestra ruta.
Dejamos la pista y seguimos caminando hacia el sur. En medio de un verdadero laberinto de caminos mineros y bocaminas, subimos hacia unas barandillas de color verde dispuestas para evitar peligrosas caídas en los pozos mineros. Estamos en lo que fueron las minas de Mazarrasa. La montaña no ha sido restituida, claro ejemplo de lo que no se debe hacer tras actividades tan impactantes en la naturaleza.
Dejamos atrás el Collado de La Aldea, donde parte el desvío que llevaba al malogrado Pozo de Ándara, el que fuera tercer lago en tamaño de los Picos de Europa, cuyas aguas desaparecieron por una fisura causada por una voladura minera.
Seguimos subiendo por caminos marcados con hitos de piedras por praderas hasta el Castillo de Grajal. Aquí se horadaron las minas de la Providencia.
Tras ganar la canal que vemos más arriba, se levanta ante nosotros la Rasa de la Inagotable. Nuestra ruta de ascenso la dejará a la izquierda para coronar el Grajal de Abajo. A nuestra derecha el Macizo Central de Picos de Europa se muestra en todo su esplendor encadenando sus grises cumbres sobre el verde de las vegas de Áliva y Sotres.
Seguimos un recorrido aéreo, pero seguro en todo momento, por un cresterío que discurre sobre pendientes vertiginosas. Ganamos en primer lugar el Grajal de Arriba y poco después coronamos la Pica del Jierro.
Al oeste se hunde la depresión del Jou Lleroso bajo el pico Valdominguero que no impide disfrutar con la contemplación pausada del Macizo Central de Picos. Al este el Hoyo del Evangelista se ahonda bajo los Picos del Jierro y la Silla del Caballo Cimero y la del Caballo Bajero. Por detrás de los Picos del Jierro asoma la cumbre redondeada de la Morra de Lechugales, cumbre máxima del Macizo de Ándara con 2.444 metros de altitud.
Hemos empleado algo más de tres horas en esta ascensión para disfrutar las intensas sensaciones que produce una montaña tan escarpada como es Picos de Europa.
La ruta completa, ida y vuelta, tiene una longitud de dieciséis kilómetros, salva un desnivel acumulado de mil trescientos veintitrés metros y se precisan unas siete horas para completarla.