Los Hayedos del Bodón

El Rincón del Trotamundos. Javier San Sebastián

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Nosotros también estamos fascinados por el oro. Pero el que buscamos está en las hojas de castaños, cerezos, chopos… especialmente los hayedos nos atraen como imanes. Los suelos alfombrados, la luz que se filtra de forma desigual, la humedad, el musgo, incluso los troncos caídos, todo es hermoso. Pero coincidir con su máximo esplendor otoñal no es algo que tengamos la suerte de disfrutar cada año. Por eso lo de este fin de semana ha sido algo excepcional.

Los cursos altos de los ríos Curueño y Torío en el Norte de León han tallado las espectaculares hoces de Vegacervera y Valdeteja. También han abierto valles que dejan despejada la visión de una gran montaña, que sin superar los 2.000 m, se alza soberbia sobre los municipios de Lugueros y Cármenes: El Bodón.

El Bodón de Lugueros es la culminación de una cresta afilada que se extiende hacia el Oeste dejando cumbres con una estética muy atractiva, como el Cueto Cabanas o el segundo Bodón, el de Cármenes. En los pequeños valles entre los contrafuertes de esta muralla y en sus laderas, crecen varias masas de hayedos. Así ocurre en Llamazares, Redilluera o Canseco.

Cuando comenzamos a caminar el sábado, el sol refuerza los colores.

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El camino nos lleva a un collado desde el que contemplamos el valle de Valverde de Curueño y Valdeteja

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Continuamos faldeando la montaña para atravesar los bosques de Canseco. A la salida del hayedo, un precioso puente medieval sobre el joven Torío y más allá, masas de arbolado trepando por la caliza, en diferentes fases, algunas brillando como una explosión dorada.

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El domingo iniciamos el ascenso en sentido contrario. Tras pasar unos pinares ascendemos por los hayedos del Bodón.

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Vamos ganando altura hasta alcanzar “La Cuevona”, una cavidad con un arco natural de un tamaño fuera de lo común

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A partir de aquí, la muralla sujetando las nubes, la magnífica cumbre, el cresteo hacia Cueto Cabanas y el suave descenso hacia Llamazares

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