Una vida al Filo, audiovisual de Sebastián Álvaro en Salamanca

 

El Rincón del Trotamundos. Sebastián Álvaro Lomba. 2/4/2013

Con motivo de la presentación el 12 de abril en Salamanca de el audiovisual «Una vida al Filo» de Sebastián Álvaro, El Rincón del Trotamundos publica una entrevista con el creador, en 1985, de «Al filo de lo imposible», serie de documentales de RTVE que durante casi 30 años fue un referente mundial en documentales de alta montaña, aventura y actividades en la naturaleza. A lo largo de estos años pudieron grabar las ascensiones a los 14 ochomiles, además de expediciones a los polos norte y sur, travesías por la Antártida y el hielo patagónico…

Es usted un viajero compulsivo?  ¿No se cansa nunca?

Soy un viajero a la antigua usanza, no de los que viajan para coleccionar postales para enseñárselas a los amigos. Creo que viajar a un ritmo sin prisas, con la mente bien despierta, y más aun realizar aventuras, es una fuente de conocimiento y, como tal, una búsqueda constante, que tiene que ver con nuestra esencia. Para mi, viajar, aventurarme en lugares que desconozco, supone sentirme vivo, pues estoy de acuerdo con Kipling cuando dijo que sólo hay dos clases de hombres, los que salen a recorrer el mundo y los que ven pasar la vida bajo su ventana.

Qué le parecen las expediciones comerciales que han popularizado la posibilidad de llegar a la cima del mundo para cualquier persona. ¿Qué reflexión le merece?

Creo que, desde hace tiempo, el Everest se ha convertido en un circo lleno de vanidades y ambiciones desmedidas.  La montaña más alta de la Tierra ha entrado como una mercancía más en el circuito comercial de lo que se vende y se compra de una forma banal. De repente se ha pasado a considerar que cualquier persona tiene que tener la oportunidad de subir al Everest de “una forma segura”, que es lo que venden estas agencias comerciales. Sin embargo banalizar el Everest, o cualquier otra montaña, es un error muy grave que se paga muy caro. No contar que aproximadamente el 3% de las personas que intentan subir al Everest fallecen y se quedan en la montaña, es una estafa además de una actitud imprudente. Por otro lado, y como consecuencia del dinero que origina este entramado comercial, están surgiendo como hongos nuevas empresas comerciales, cada vez más baratas y peores, que compiten por la captación de nuevos clientes. El resultado de esta perversa conjunción, dinero, vanidad e imprudencia, puede ser devastadora. Estoy convencido de que lo peor está por llegar.

Sin duda globalización y comercialización son factores que, junto a otros,  determinan la situación actual en la montaña más alta de la Tierra. Pero hay otros no menos importantes. Por un lado están los medios de comunicación y la rapidez y, a veces, poco rigor que ha impuesto Internet. No se discrimina la información y, salvo medios especializados, lo mismo vale la ascensión de un tipo al que le van arrastrando dos serpas, (al que además le llevan las botellas de oxígeno) que la ascensión de una cordada en estilo alpino por el corredor Horbein. Es, por decirlo de una forma suave, la desinformación de la información. Por otro lado se han fulminado valores tradicionales montañeros. Se ha pasado del alpinista austero y callado, que realizaba actividades relevantes de las que apenas nadie se enteraba, a reallitys televisados de tipos que no saben ponerse unos crampones y que van esponsorizados por grandes marcas. Es el triunfo de la superficialidad y la ambición frente al trabajo callado y la prudencia. Y, por último, está la rapidez con la que se quiere conseguir todo. Hay personas que se comportan como niños pequeños que quieren un capricho y lo quieren ya. Los hay que quieren subir al Everest sin recorrer el camino necesario de aprendizaje de la técnica y, sobre todo, del Sentimiento de la Montaña. Se quiere subir al Everest para presumir con las amistades. De esta forma se cambia conocimiento y prudencia por banalidad y desconocimiento, sencillez y emoción, por apresuramiento y superficialidad. Ya no se sube al Everest para tener una experiencia íntima y una emoción casi religiosa, sino en aglomeración y con ruido, con 300 personas en la cumbre, dejando basura a las espaldas. No hay nada en esto que sea ejemplar ni que merezca el nombre de montañismo…

Usted fue uno de los miles afectados por el ERE de RTVE, en su caso a disgusto. ¿Cual es su opinión sobre la televisión pública actual?

La televisión pública que yo tuve la fortuna de conocer y vivir fue desmantelada por el gobierno anterior, en función de intereses que sólo beneficiaron a unos cuantos poderosos. Cualquiera que tenga dos dedos de frente y haya seguido lo ocurrido se dará cuenta de porqué se hizo y a quienes benefició. De todas formas el que quiera entrar en el interior de esta operación perfectamente planificada no tiene más que leer el blog de Carlos Carnicero que ofrece unos datos demoledores. Lo más importante, en cualquier caso, no es que se despidiera a más de cuatro mil personas, privándolas de un derecho tan elemental como el del trabajo, sino que todos los españoles se vieron empobrecidos al perder una televisión de calidad y de un bien común, propiedad de todos, que les fue arrebatado sin que prácticamente nadie levantara la voz. Y ese momento fue el más devastador que viví en ese proceso. Me sentí traicionado por amigos y personas que creí, en mi torpeza e ingenuidad, que “eran de los nuestros”. Ya nada hay nuestro, porque nadie, ni partidos ni sindicatos, ni mucho menos la sociedad, actúan en función de sus principios sino en función de sus intereses. Además, como conjunto de ciudadanos, hemos perdido la capacidad crítica y buena parte de la sociedad se ha instalado en el “mirar a otro lado mientras no me toque a mi”.  Con muy pocas excepciones, así es de duro y desolador. Y esa es la verdadera crisis a la que tenemos que hacer frente, la económica y la del sistema se podrán ir parcheando pero la de valores es realmente la base para poder acometer el futuro.

Y, de forma global, la televisión generalista que se ve hoy en día en España no me interesa para nada. Creo que vamos a un panorama cada vez más fragmentado de las audiencias. Afortunadamente también, si dispones de un poco de dinero para invertir en televisión de calidad, tienes acceso a muy buenas series, películas y documentales. Esa es la televisión que yo veo.

Y, por supuesto, no me reconozco en la TVE actual. Es más, cualquiera puede comparar los programas que se hacían hace quince o veinte años y los actuales y la conclusión no puede ser más pesimista. Si alguien considera que esta es la televisión que necesita un país moderno, europeo y con ganas de situarse entre los mejores de nuestro entorno y tradición, creo que es una visión errónea. Una sociedad es la suma de su educación, su cultura, su capacidad de trabajo, sus valores, su esfuerzo y su solidaridad. Ninguno de esos valores se refleja en la programación de TVE.  Y generalmente se recoge aquello que siembra.

En estos tiempos de crisis y zozobra qué pueden aportar la aventura o el montañismo a una sociedad aparentemente desorientada y que ha perdido la fe en sus líderes.

La crisis actual es producto de muchos años de hacer mal las cosas y tiene causas muy profundas. La gente no ha perdido la fe en sus líderes de la noche a la mañana. La desconfianza en la clase política ha sido la suma de un buen número de actuaciones incalificables y, probablemente, de un sistema que en este momento está haciendo vías de agua por muchas partes del barco institucional. Está en crisis el sistema en su conjunto, la clase política e instituciones básicas del estado de derecho, como los partidos, los sindicatos, la Justicia y otros. Lo primero que deberíamos hacer es ponernos todos juntos a trabajar. Podemos salir de ésta pero tenemos mucho trabajo por delante, desde luego tendremos que estar unidos, tardaremos mucho en salir y no va a ser nada fácil. Y desde luego, para mi resulta evidente el paralelismo entre la situación a la que nos enfrentamos y la escalada de una gran montaña o una travesía polar. He organizado y dirigido muchas expediciones como para no saber algunas cuestiones básicas. Si pretendes liderar a un grupo de personas y que te reconozcan cierta autoridad moral, que es la que importa, y pedirles que asuman esfuerzos importantes y sacrificios, lo primero que tienes que hacer es dar ejemplo. Y les tienes que contar, con claridad y sencillez, a qué dificultades se van enfrentar y lo que esperas de ellos. Además les tienes que poner un plazo en el tiempo, porque los esfuerzos agotadores y los grandes sacrificios no se pueden mantener indefinidamente.

Y luego, poniendo el ejemplo de Alejandro el Magno, o Shackleton en la Antártida, tienes que ponerte, codo con codo, al lado de tus soldados o de tus compañeros de expedición a sufrir con ellos para dar la gran batalla. O, si prefiere, en términos montañeros, debes atarte a tu compañero de cordada y hacerle saber que vas a compartir tu destino con él. Es decir hay que hacer pedagogía del esfuerzo en lugar de apología de la banalidad y la superficialidad, como vemos todos los días por televisión. El ser humano no está diseñado para sufrir, pero, incluso eso, se aprende. Y enfrentarse a la adversidad con decisión no es una opción más, es la única opción.

Podría citar el ejemplo de un explorador o aventurero que le guste y que pueda inspirar a todas aquellas personas que están perdiendo la esperanza y las ganas de luchar en la vida convencional.

Déjeme que al menos le cite tres. Me quedaría con el rigor intelectual, la capacidad de estudio, preparación y diseño de expediciones (y operaciones militares muy complejas) y formación de equipos de Luis de Saboya (hijo del rey de España Amadeo de Saboya), un grandísimo explorador de finales del siglo XIX y principios del XX.  Luego destacaría la capacidad de liderazgo del explorador polar británico Ernest Henry Shackleton, y sus dotes para saber hacer frente a situaciones aparentemente desesperadas,  sabiendo mantener unidos a sus hombres en un objetivo común. Fue un hombre que hoy sería indispensable, y que hizo de la Resistencia y el Optimismo los dos pilares de su liderazgo. Y, por último, me siento identificado con el alpinista italiano Walter Bonatti (muerto recientemente). Bonatti es un referente de honestidad frente al “pasteleo” de la sociedad acomodada, lo políticamente correcto y los “aparatos” de poder de cualquier medio. Haciendo frente a la injusticia, hasta el final, y luchando por la verdad, por incómodas que resulten. De Bonattí se ha dicho que fue “el alpinista más puro que jamás ha existido”, Representa en el alpinismo la unión de la ética y la estética. Es, además, un ejemplo de fortaleza, sabiduría y solidaridad, tres pilares básicos del alpinismo que, deberían ser un referente de todas las sociedades civilizadas. Son valores que nos permiten no sólo ascender por la montaña o la Antártida sino que nos permiten caminar por la vida.

-En este momento tiene una exposición fotográfica itinerando por España, todas esas imágenes son de paisajes desolados, vacíos, inmensos ¿a qué nos enfrentan estas imágenes?

A nosotros mismos. A nuestro abismo interior. A nuestra pequeñez y vulnerabilidad. A la grandiosidad de los últimos espacios donde aún reside la grandeza de la Tierra.

En algunas aparecen algunas figuras humanas pero tan pequeñas que no se las distingue en el paisaje. Esa insignificancia delata a la soberbia de la naturaleza y nuestra fragilidad como seres humanos ¿Qué se siente siendo una molécula en esas inmensidades?

Te sientes en tu sitio, perdido en ese pequeño planeta perdido en las orillas de océano cósmico.  Y, al tiempo, sintiendo sobre tu cabeza la inmensidad del espacio y el tiempo. Sintiendo la verdadera naturaleza salvaje, no para conquistarla sino para sentirse dentro de ella, de una obra de arte, como el que se siente parte de un cuadro de Velazquez o  de una sinfonía de Bach.

Hay alguna imagen de la travesía a pie en el 2000 por el Taklamakán. ¿Cuáles han sido las mejores caminatas que se hicieron para Al filo de lo Imposible?

Hay dos fotografías del Taklamakán. Creo que las dos son muy bellas, de los paisajes que siempre más me han gustado, vacíos, desolados, ajenos al hombre, el mundo del fin del mundo, de antes y después del hombre. Creo, precisamente, que las dos mejores caminatas que yo he realizado han sido la del desierto de Taklamakán y la del Gran Mar de Arena.

Se lo habrán preguntado muchas veces pero cuál fué la peor pesadilla vivida en ese programa?

Decidir quien vive y quien muere por una decisión tuya. El 26 de marzo de 2003 se nos cayó una pared volcánica donde teníamos ancladas las cuerdas de un rapel y a resultas de ello murió Xabi Iturriaga y resultó gravemente herida Ester Sabadell. Yo decidí que fuera ella la que comenzara a bajar primero y gracias a ello, sin saberlo, ella fue la que sobrevivió. Aquella noche pasada en el fondo de aquel tenebroso pozo, luchando por mantenerla con vida ha sido la más dura de mi vida. Y su recuerdo no se me borrará nunca.

Ahora dedicas parte de tu tiempo  a la ONG Sarabastall centrada en varios programas en el valle de Hushé. ¿Cuáles son los logros habidos en este tiempo?

Creo que es de una de las cosas de las que más satisfecho me siento. Ha sido un proyecto de éxito. En trece años hemos logrado cambiar las condiciones de vida de una aldea de unas 1200 personas. El pilar fundamental es la educación, tenemos escolarizados al 80% de los niños de Hushé. Hemos cambiado, y mejorado, la agricultura, la salud, la higiene y hemos construido un refugio cuyos beneficios van dedicados en su integridad al proyecto. El único peligro es morir de éxito, pues comienzan a surgir pequeñas ambiciones por la gestión del refugio…

Acaba de venir de una expedición invernal a Laila Peak, ¿Cuáles son las diferencias con una expedición en verano? ¿Qué significa para los alpinistas y amantes de la montaña esa “que dibujan los niños?

Una expedición invernal, más aún en el Karakorum, es muy diferente a otra que se realiza en verano, porqué la montaña en invierno en realidad no es la misma montaña con más nieve sino porque es una montaña diferente. Se vuelve más áspera y dura y además vuelve a tener las condiciones que hacen de las montañas lugares remotos, salvajes e inaccesibles. Es decir se vive la montaña de los pioneros, en lugares de grandes soledades, donde no hay nadie ni nadie puede ayudarte. Además la ferocidad de los inviernos en el Karakorum, con tormentas y vientos huracanados hace que el compromiso y la aventura sean extremos. A este respecto las estadísticas de las expediciones en invierno al Karakorum son tremendas.

Respecto al Laila Peak podría decir que la hemos elegido porque es una montaña piramidal, de líneas esbeltas y huidizas, el prototipo de la montaña inaccesible, es decir la más atrayente por los alpinistas que gustan del verdadero placer del alpinismo auténtico y extremo, que gozan con la belleza y el sentimiento que el filósofo alemán Kant, llamó “sublime”, es decir la suma de la atracción y el pavor que despiertan ciertas montañas.

¿Podría detallarnos cuáles son sus compañeros de expedición y la “función” de cada uno de ellos?

Ha sido un equipo humano difícilmente repetible, la suma de la juventud y veteranía. Un verdadero ejercicio de trabajo en equipo. Mariano Izquierdo y David Pérez, son dos técnicos que se han encargado de las comunicaciones y de la técnica, imagen y sonido. Habían trabajado conmigo en los lugares más inhóspitos, de la Antártida al buceo en cavidades en rincones muy alejados. Juanjo San Sebastián y Ramón Portilla fueron del equipo básico con el que, hace 30 años, aquí mismo en el Karakorum, nos enfrentamos a la vertiente sudoeste del K2. Son como hermanos, y no hay muchos alpinistas tan experimentados como ellos. Nos unen lazos de amistad que sólo se consiguen tras aventuras en las que se comparte la montaña y la vida. Y, por último, Alex Txikon y José Manuel Fernández, son dos jóvenes alpinistas de los más fuertes que hay actualmente en el panorama español.

¿Cuál es su balance de esta expedición? ¿Cuáles han sido los mayores problemas  o riesgos a los que se han enfrentado?

La verdad es que pienso que podemos estar orgullosos y satisfechos del trabajo realizado. Las duras condiciones meteorológicas nos han hecho trabajar, desde el primer día, sin desmayo con temperaturas inferiores a los 20º bajo cero y desde el campo 1, por debajo de los 25º bajo cero. A esas temperaturas hay que unir el viento, que nos ha hostigado sin cesar y la ruta, tremendamente expuesta y, en tramos, comprometida y peligrosa. Creo que hemos sobrepasado los límites de lo razonable y de la prudencia, al menos por lo que a mi respecta, y de lo que el organismo puede soportar. Y todo ello además lo hemos llevado a cabo con un equipo animoso, con valentía y con honestidad. Hemos hecho un trabajo extremo con limpieza de medios. Y hemos sabido medir, valorar y acometer los riesgos, que iban aumentado a medida que se escalaba la montaña. El último tramo y el último campamento pueden considerarse auténticas ratoneras. Y, por último, hemos sabido regresar al campo base para volver a casa y contarlo, que es la obligación de todo alpinista que se precie.

¿Qué se siente al hacer cumbre? Y, lo que es aún más interesante, ¿qué se siente cuando no se consigue?

Lo que se siente en la montaña tiene que ver con algunas de las cosas que nos hacen específicamente humanos. Como es nuestra capacidad de imponernos metas, en apariencia imposibles, nuestra capacidad de adelantarnos al futuro, nuestra capacidad de hacernos preguntas y buscar respuestas, de posponer el placer y el confort, e incluso aprender a sufrir, en apariencia por algo que la mayoría de nuestros semejantes no entiende. Pero eso ha sido el motor del progreso de la especie humana. La cumbre es sólo la mitad del trabajo de un alpinista. La otra mitad es regresar. Y para mi, bajo el punto de vista personal y profesional, lo importante es volver, reflexionar y transmitir esas experiencias y esos valores que nos hacen mejores. Que hayan llegado a la cumbre los dos más fuertes y más jóvenes creo que hace justicia y se lo merecen. Ya no aspiramos a ser los mejores sino, simplemente, a ser mejores. No aspiramos a más pero tampoco a menos. Y creo que en el Laila lo hemos logrado. No sólo alcanzar la cumbre sino que volvemos enriquecidos por la experiencia y el aprendizaje, sino que nos hacen mejores personas, mejores seres humanos, enriquecidos por la experiencia y el aprendizaje. Y venimos orgullosos, no por haber logrado la primera invernal del Laila, sino por haber estado dispuestos a dar todo a cambio.

¿Qué no debe falta en la cabeza de un montañero? ¿Y en su mochila? ¿Cómo se maneja la soledad?

En la cabeza de un buen montañero no debe faltar ni Sentimiento de la Montaña, ni prudencia ni valentia. La mochila la hace cada uno en función de sus necesidades y experiencia y, en esa faceta, debo de decir que nunca he terminado de aprender a hacer la mia: siempre voy cargado en exceso de cosas que muchos alpinistas no cargan con ellas, como cámaras grandes y pesadas y objetivos intercambiables, que muchos consideran trastos inútiles. Pero pago por mis pasiones y cargo, como mis emociones, con ellas. La soledad puede ser una de las mayores putadas y amarguras con las que te castiga la vida. Pero la soledad buscada es fuente de conocimiento, de reflexión y, en este caso, de belleza extrema, severa y fría. Una belleza que te inunda de pies a la cabeza. Hay que estar allí para sentir esa emoción que no se te olvida, como los besos adolescentes, jamás.

Amar la montaña tiene muchos más riesgos y consecuencias de las que se imaginan quienes no lo sienten así. ¿Podría describir qué siente cuando en un campo base levanta la vista y afronta las etapas de la expedición?

La montaña tiene componentes éticos y estéticos. En realidad es una metáfora de la vida. Y, como ella, tiene riesgos evidentes que hay que conocer para poder acometerlos con garantías. En realidad es un aprendizaje en el que uno va cumpliendo etapas, ascendiendo peldaños. Desde que iniciamos un tranquilo paseo por el Guadarrama hasta que decidimos que ya estamos preparados para escalar el Laila Peak. Hay que contar a la gente que estas etapas se pueden hacer más o menos rápidas, pero que no se pueden saltar. Ni en la montaña, ni en la vida, existe el riesgo cero. Y conviene saberlo antes de comenzar a hacer la mochila. Yo hago lo mismo desde que comienzo a planificar una expedición. Primero pienso si estamos preparados para cometer el objetivo propuesto. Luego hay que elegir el equipo humano, lo más importante, pues voy a tratar de compartir emociones y experiencias al límite, y por último lo voy a planificar y ejecutar eficazmente. Creo que esas son las fases y las claves. Después de más de 200 expediciones creo que sigo aprendiendo cada vez que salgo de casa. Y, desde luego, aprendo del fracaso, pero también sé que no hay que envanecerse y cuando salen bien siempre tengo una actitud analítica y crítica para ver que se puede mejorar.

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One thought on “Una vida al Filo, audiovisual de Sebastián Álvaro en Salamanca

  1. Magnífica entrevista y enorme figura.
    He tenido la oportunidad de ver la exposición de fotos mencionada, y a fe que fue una experiencia increíble.

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