UN VIAJE A PIE POR EL ALTO ATLAS

POR LOS VALLES BEREBERES DEL ATLAS PASO A PASO

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Josep Pla, en el libro “Viaje a pie”, una de las obras más representativas del talento descriptivo del escritor catalán, recomendaba, “a todos los que se sienten poseídos del noble impulso de la ambición personal”, y le preguntaban “¿Qué hemos de hacer?”¿Podría usted tener la amabilidad de darnos una orientación y decirnos que podríamos hacer?”, les recomendaba digo “un viaje a pie”.
Un viaje a pie sobre un itinerario que comprendiera un número de poblaciones muy pequeñas y que pasaran de una a otra población, no por los caminos reales y las carreteras del orden que fueren, sino a través de los caminos vecinales, los atajos y las veredas. Esta premisa, la de andar, el buscar las poblaciones pequeñas y utilizar los caminos vecinales, es la que hemos estado siguiendo muchos de nosotros y nosotras sin necesidad de leer, o siquiera conocer, a Josep Pla, es cierto. Pero realizar un viaje a pie con esta carga emocional por el Alto Atlas de Marruecos basado en las recomendaciones del genial escritor es una de esas ideas placenteras que cuando se cumplen descansa, por un tiempo, la cabeza del que se decide a seguirlas.
Si se inicia el viaje en Marrakech, y con destino Imlil, el perfil de las cumbres del Alto Atlas marca una carretera que a medida que se adentra en las montañas se convierte primero en una estrecha cinta de asfalto para dejar paso a las pistas de tierra. Debido a su relativamente fácil acceso Imlil se ha convertido en el centro neurálgico desde el que parten casi todas las rutas que recorren esta zona de Marruecos. Ésta es la tierra de los berebéres, los habitantes originales del Norte de África, aunque su origen siga siendo desconocido. Hoy día el término “bereber” hace referencia más a la lengua hablada por este pueblo que a un tipo específico de raza.

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Las tiendas de recuerdos, los hoteles y restaurantes, el constante ir y venir de turistas son las señas de identidad de Imlil, pero desde el punto de vista paisajístico y montañero debe destacarse la cumbre del Toubkal. Al exotismo de Marruecos se le une el paisaje grandioso de las montañas de 4000 metros, y los valles cultivados en cuidadísimas terrazas.
Pero andar por andar no tiene sentido, o al menos tiene más sentido si se persigue un objetivo. Y ese objetivo según Josep Pla, debería ser “informarse, enterarse lo que es el país, de cómo vive en él la gente, empaparse de la manera de ser básica, inalienable, insoluble, de su material humano”. Y esto en el Alto Atlas se consigue recorriendo sus caminos a pie acompañados por un guía. Al menos es la forma más usual de hacerlo y la que facilita el atravesar los altos pasos de montaña y alcanzar el destino de pueblo a pueblo sin contratiempos. Porque la mayoría de las rutas, en un paisaje dominado por los grandes desniveles y la sucesión de valles, consisten en ascensiones pronunciadas a collados descarnados y descensos largos por retorcidos senderos hasta alcanzar las zonas llanas o aterrazadas de cultivos en las proximidades de los pueblos.

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Y al acercarte a estos pueblos desde la distancia, sólo se distingue el verde intenso de los cultivos en las terrazas construidas en las pendientes y los nogales centenarios. Miles de nogales. Y es que los pueblos están camuflados en el terreno, o mejor dicho, el mismo terreno son los pueblos, que en función de las características mineralógicas de su entorno adoptan un tono más ocre o bermejo. Paredes de adobe y tierra prensada, tejados planos a modo de terraza, calles estrechas y por encima de todos los tejados el minarete de la mezquita local. Este es el mosaico del tramo humanizado de los valles. Porque servicios públicos o presencia del Estado más allá de las escuelas públicas, de construcción prefabricada y ajena a los modos locales, en estos pueblos no existe nada. Y para los bereberes, lo que se dice hacer, más allá de la propia supervivencia tampoco. Pero como viajero a pie dos interesantes: pasear y hablar con la gente. Y es que a pesar de que estos pueblos viven en un estado de abandono inenarrable, insondable, abrumador, rezuman vida por los cuatro costados.
El andar por estos caminos se realiza a muy poca velocidad; por los propios desniveles y la distancia de las etapas. Pero, sobre todo, como diría Josep Pla porque “ésta es una excelente velocidad si de lo que se trata es de ver algo de lo que transcurre ante nuestros ojos. Cuando se pasa de un pueblo a otro raudamente, sin ver nada, sin la posibilidad de ver nada, ¿qué se ha hecho?”. Y sin embargo sorprende en el Alto Atlas cruzarse con personas que todavía caminan más despacio que nosotros. Más despacio en el ir y venir de las huertas a la casa y viceversa. Más despacio a la hora de manejar al ganado, una cabeza o dos a los sumo de vacuno por familia o casa. Más despacio los niños al dar las patadas al balón o al rodar el aro por las calles. Más despacio al hablar y relacionarse. Más contraste con nuestra forma alocada de vida en la era de la velocidad en la que el único esfuerzo, el principal esfuerzo para la forma de vida occidental es poder hacer más cosas por minuto, por hora, viviendo siempre al borde de la extenuación.
Pero esta es la perspectiva del viajero. Porque las condiciones de vida en esta zona de montaña son especialmente difíciles. En este ambiente el aislamiento, y por tanto la desconfianza, es grande hacia lo desconocido. Sólo los niños responden espontáneamente. En la mayoría de las casas apenas hay agua para lavarse y el tendido eléctrico se está introduciendo con dificultades. Las tareas cotidianas más penosas, como siempre, son realizadas por mujeres. Como contraste las antenas parabólicas se encaraman en muchos tejados y los teléfonos móviles de última generación son exhibidos por los más jóvenes. .

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Si en otros lugares las condiciones materiales de la vida humana son las que han contribuido a transformar la mentalidad de las personas, sin duda, esta zona de Marruecos en unos años habrá dado un cambio significativo. ¿Para mejor? Pues quizás sí, pero probablemente no. En todo caso bien estará aprovechar este momento y recorrer su monumental geografía. Y, permítaseme la recomendación, mejor a pie que por cualquier otro medio.
Con total seguridad, esa “ambición personal del viaje a pie” por el Alto Atlas lo convertirá en inolvidable. Como dice Saramago “la felicidad, sépalo el lector, tiene muchos rostros. Viajar es probablemente uno de ellos. Entregue sus flores a quien sepa cuidar de ellas, y empiece. O reempiece. Ningún viaje es definitivo”. Mi reconocimiento sobre todo a Giuseppe. A Hamid, nuestro guía, a Lahsen el cocinero y a Daserdumd, nuestra fotogénica, y útil, mula.

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11 de abril de 2008. Desde el pueblo de Tknt pasando por el puerto de Talat Niyes para terminar la ruta en Tizyah: “Por la mañana amanece nevando y lloviendo. Envueltos en los sacos y abrigados no hemos pasado frío. Los guías tienen sus dudas sobre poder continuar porque hay que pasar el Puerto de Talat Niyes. Con nieve Daserdumd, nuestra mula, no puede andar”.

TIZYAH Y LA EXPOSICIÓN PERMANENTE AL PELIGRO

Tizyah al igual que el resto de los pueblos del Alto Atlas se encuentra encaramado sobre el cauce del río del que se abastece y cuyas aguas utiliza para regar las terrazas y las huertas que le rodean. Esta posición elevada le garantiza que las riadas provocadas por el deshielo o por fuertes lluvias, con el consiguiente desbordamiento del río, no le afecte. Sin embargo, una geología tan frágil como la que le rodea, formada por fuertes pendientes en las que se encuentran incrustadas gigantescas rocas a las que apenas una argamasa de tierra suelta las mantiene estabilizadas en precario, acentúa la sensación de inestabilidad y peligro continúo de desprendimientos a los que se enfrentan permanentemente esta poblaciones; sobre todo si se piensa en la época de lluvias o en el peor de los casos en un terremoto.

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El recorrido de este viaje a pie por el Alto Atlas tuvo una duración de ocho días, más otros dos de estancia en Marrakech. Además de los pueblos de Imlil y Armed, este último el pueblo de nuestros guías, se visitaron Tizi Oussem, atravesando el Puerto de Tizi Mirck, Tknt, al que llegamos por el Puerto de Tizi Tgaudalt, Tizyah, después de cruzar el Puerto de Tzi NTckt, Imskr, Ouaneskra y la estación de esquí de Oukaimeden. Se atravesaron muchos más, pero en éstos estuvimos durmiendo. LA MEJOR ESTACIÓN PARA VIAJAR A PIE POR EL ATLAS ES A COMIENZOS DE LA PRIMAVERA. Las pernotas se realizaron principalmente en casas bereberes y en las “Gite d´etape” de los pueblos de Tizi Oussem, Imskr y Ouaneskra.

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Texto y fotografías: Manuel Hdez. Leal

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