Picos de Europa es el destino perfecto para disfrutar de una escapada de fin de semana en la naturaleza
El Rincón del trotamundos. Javier Elcuaz del Arco
Ha caído la noche del viernes cuando llegamos al refugio de Vegabaño. Disponemos de tiempo suficiente para instalarnos en la habitación que nos han asignado antes de que llegue la hora de apagar la luz. Por la mañana compartimos la mesa del desayuno con un grupo de ocho belgas que atravesarán el macizo occidental hasta el refugio de Vegarredonda.
Con las primeras luces vemos que las nubes cubren los picos más altos dejando al descubierto sólo los verdes hayedos en este mes de septiembre. La inmovilidad de las nubes nos obliga a alterar nuestros planes iniciales: hoy recorreremos la senda del Arcediano y mañana subiremos a Vega Huerta.
Desde Vegabaño una senda nos lleva atravesando el hayedo primero y faldeando Peña Beza después a enlazar con la senda del Arcediano en la Collada de Beza. Las nubes ocultan la Cordillera Cantábrica, pero la vista de los hayedos, casi engullendo Soto de Sajambre, es otro aliciente en esta cómoda travesía.
En la collada leemos con cierto esfuerzo el texto que narra el origen del nombre de la senda. El cartel informativo está en el suelo, roto y algunos de sus fragmentos han desaparecido.
La senda, perfectamente señalizada, desciende por las vegas de Toneyo y Sabugo.La apacibilidad de las vacas que pastan por aquí se transmite a quienes las contemplamos. Los picos del macizo occidental van apareciendo tras las estribaciones del Canto Cabronero.
Seguimos descendiendo, ahora bajo las hayas, hasta llegar al Collado del Angón. Aquí enlazamos con la pista cubierta de cemento que nos dejará en Amieva, final de la ruta.
Volvemos a Soto de Sajambre en taxi. En Angón habíamos anotado los números de teléfono de este servicio que nos deja completamente satisfechos: precio 35 euros, trato muy agradable y con enriquecedoras informaciones de la zona y, finalmente, la impresionante travesía del desfiladero de los Beyos.
Nuevamente llegamos caminando al refugio de Vegabaño. Hoy tenemos la inmensa suerte de encontrarnos con las últimas luces del día iluminando esta pradera bajo las nubes que parecen estar en el mismo lugar que ocupaban por la mañana. Es una ocasión que no se puede pasar por alto.
La cena abundante y bien cocinada del refugio nos reconforta y alimenta adecuadamente para superar la próxima jornada que será más exigente en esfuerzo que la de este primer día. El refugio, como todos los de los tres macizos, forma parte del recorrido El anillo de Picos. Sin ser tan conocido como otros de la Península, promete las mismas emociones.
Tras el desayuno, hoy en compañía de un grupo de portugueses, dirigimos nuestros pasos hacia Peña Santa de Castilla. Un cielo completamente despejado y un viento del norte algo más que fresco nos estimulan para salvar el desnivel que nos espera.
Salimos del hayedo mixto donde el Roblón de Vegabaño continúa su longeva existencia, y desde la Cimera de El Frade un semicírculo de valles y montes atrae la mirada.
Un numeroso rebaño de rebecos que pacía tranquilamente a la sombra de los Moledizos se sobresalta al descubrir nuestra presencia.
En las paradas obligadas por la pendiente de la canal del Perro volvemos atrás la vista para contemplar un pequeño mar de nubes aprisionado por la Montaña Palentina.
Entre la escasa vegetación de la zona destaca el colorido cardo azul que nos acompañará de aquí en adelante.
Cuando finalmente salimos de la canal la inacabable extensión de la cara sur de Peña Santa nos cierra el horizonte hacia el norte. El inicio del Camino del Burro es un lugar ideal para comer algo contemplando esta descomunal obra natural.
El laberíntico Camino del Burro nos lleva entre jous donde atisbamos las oscuras bocas de profundas simas. Entre las erosionadas crestas calizas aparece a nuestra derecha el Macizo Central y a nuestra izquierda la mole bicéfala de Peña Beza y el Canto Cabronero es la avanzadilla del cortejo de cumbres de la Cordillera Cantábrica.
Junto al reconstruido refugio de Vega Huerta encontramos un grupo de vacas que se alimenta en verano en estas praderas resguardadas por la peña.
Poco después nos contará el ganadero que las atiende que llegan a este lugar por el mismo recorrido que hemos seguido nosotros. Nos cuesta trabajo creer que puedan superar en los dos sentidos la pronunciada Canal del Perro sin despeñarse.
Después de disfrutar en este entorno único volvemos nuestros pasos por el mismo camino que nos trajo.
Desde Vegabaño dejamos que nuestra vista se levante para contemplar Peña Santa y guardarla entre nuestros mejores recuerdos hasta la próxima vez que tengamos la suerte de vislumbrarla.
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