La meta no se encuentra en el punto más alejado, la meta esta en saber observar los fenómenos que nos rodean
El Rincón del Trotamundos
Dejémonos llevar por la fuerza de la naturaleza, cabalguemos por los sueños que nos inspira nuestro mundo, es como un hilo que se pierde en lo infinito y solo deja una estela fulminante en nuestra mente, en nuestro recuerdo, ese recuerdo frágil que pende de un hilo también frágil, ese hilo que se rompe al unísono del tiempo. Cabalgamos demasiado rápido para poder disfrutar de las cosas sencillas y bellas que nos rodean, de aquello que es efímero como nosotros y perece al instante, a nuestro paso, a nuestro aliento, a nuestro suspiro.
Perece todo aquello que nos acompaña en nuestro viaje, en nuestro pensamiento, en nuestra mirada, al momento ya no existe tal como lo acabamos de ver y concebir, se ha transformado, ha desaparecido y ahora o no existe, o no es igual que era cuando nosotros pasamos, cuando nosotros lo vimos, cuando lo fotografiamos. Nosotros tampoco somos los que éramos cuando pasamos por aquel lugar que ya no existe, cuando el sol acariciaba con sus cálidos rayos la nieve adherida a la roca, al ventisquero, al pétreo mojón que señala el camino.
Las nubes que vimos prendidas de la montaña que cabalgaban sobre los valles y las aguas del Mediterráneo, al instante han desaparecido, se han transformado, han cambiado de forma, de color y densidad. El hielo que se adhiere a las rocas, se ha roto y ha cambiado de textura, se derrite y se transforma en agua que se desliza por entre los cristales de nieve que cubren las montañas.
La nieve cada segundo que pasa está más blanda, el sol rompe su estructura molecular y la hace menos consistente, más frágil, más líquida. Son las huellas que deja el paso del tiempo, ese tiempo que no vemos pero que nos afecta también a nosotros, como lo hace con todo aquello que nos rodea en nuestro corto viaje.
Muchas veces la gente pregunta por qué tanto afán por subir, conquistar, hollar, descubrir lugares y montañas, para qué tanto esfuerzo inútil, para qué pasar por tantos sacrificios y peligros si en las cimas no hay nada. La repuesta siempre es la misma, una imagen vale más que mil palabras y está claro que solo en estos lugares se pueden vivir momentos como el que nos ofrecen estas fotografías tomadas en la cima del pico Veleta, Sierra Nevada.
Es un momento culminante, fugaz, sin apenas tiempo para verlo, recordarlo, asimilarlo y reflexionar sobre por qué estamos donde estamos. Solo por eso, merece la pena el esfuerzo realizado para subir hasta lo más alto de esta montaña, o de otras de similares características.
NOTICIAS RELACIONADAS
Un paseo por los rincones que encumbran los mil años de Granada
Hacia Granada partimos en busca del sol y la nieve de la Alpujarra
Ruta del califato, de Córdoba a Granada
Sierra Nevada, travesía a la luz del amanecer
Sierra Nevada después de la nieve
Sierra Nevada, se perpetua el largo invierno
Sierra Nevada, reserva de la biosfera