Teresa López Doriaga y Manolo Santervás Martín
Hacia Granada partimos Manolo y yo el día 2 de enero dispuestos a estrenar un año lleno de cumbres nevadas. El viaje de ida lo hicimos con un tiempo estupendo y disfrutando del nuevo coche (aunque dedicándole un especial recuerdo a la bala roja) y llegamos al pueblecillo de Capileira después de muchas curvas y muchas fotos para quedarnos esa primera noche en un hostal del pueblecillo que estaba a rebosar de gente, pero sin ningún ambiente montañero (Manolo, vestido tipo Messner, causaba la admiración de los viandantes).
Conseguimos hablar con el refugio de Poqueira situado en plena sierra y ya nos contaron que de todas las alternativas que hay para llegar al mismo sólo una era viable, la acequia alta, los caminos más bajos estaban arrasados por el agua y los más altos impracticables por el viento. A pesar de todo no nos desanimamos y llamamos a José y su todoterreno para que nos acercara lo más posible al camino de la acequia (dos días más en Capileira y ya nos íbamos de vinos con la gente: José el del todoterreno, Rafa un guía aburrido que andaba por allí y nos daba conversación, el dueño del hostal que se interesaba por qué tal habíamos cenado…).
Una vez al lado del camino comenzamos la andadura de 3 horas, supuestamente, que se convirtieron en 4 y algo porque andar al borde de una acequia helada y saltando ríos con un caudal tremendo cada dos por tres no es de lo más cómodo que hay; pero todavía fue peor cuando nos salimos en plan «elija su propia aventura» para buscar un paso mejor y nos metimos en laderas heladas para acabar apareciendo por encima del refugio, contando con que esa fue toda la actividad que pudimos hacer en el día, estuvo hasta divertido.
El refugio de Poqueira está muy bien, bastante grande, con una chimenea agradable para pasar la tarde junto al fuego y sobre todo con un equipo humano muy bueno, el guarda da consejos a la gente sin experiencia y está más preocupado por la seguridad de los que estábamos allí que por hacer negocio. Cena de 10, hasta con dulces navideños y a la cama muy pendientes del viento y de la lluvia y casi convencidos de bajar al día siguiente nada más levantarnos.
Pero el tiempo nos dio una tregua y en contra de todas las previsiones salimos camino del Mulhacén, pero después de una hora se cerró todo, empezó a nevar y nos obligó a una digna retirada que se convirtió en un infierno camino del pueblo. Porque esa pequeña nevada a la salida del refugio luego fue una ventisca, luego nevada copiosa, luego lluvia… vamos que tardamos 3 horas en llegar a Capileira y no dejó de caernos agua en ningún momento, por arriba y por abajo porque en muchos trozos el camino era un regato y en otros se lo había llevado el agua y teníamos que andar trepando.
En el pueblo, volvimos a pedir posada en el hostal Moraima, a pesar de no estar seguros de conseguirlo dadas las pintas que teníamos, y montamos un tenderete digno de los gitanos intentando secar lo más posible todo lo que llevábamos puesto (cuando digo todo, es de verdad TODO). Y en vista del desastre nos dimos una cena alpujarreña con sopa, huevos, jamón, morcilla, pimientos, chorizo, patatas y dulce de castaña y nos preparamos para marcharnos al día siguiente pero decididos a volver con mejor tiempo lo antes posible.
Manolo cada vez hace mejores fotos ¡hasta parece que os hizo muy bueno!
Es que cuando hacía malo, como para sacar la cámara estaba el asunto… Tenemos que volver, es un sitio alucinante.