Caminar entre umbríos castañares y robledales, verdes y húmedos prados donde pequeños grupos de vacas se alimentan mansamente, produce una placentera sensación de armonía que se disfruta a cada paso. El profundo valle tallado por el río Cuerpo de Hombre entre Montemayor del Río y Valdelageve, es un rincón del sur salmantino donde reina el equilibrio entre una rica naturaleza y los usos humanos que buscan el mejor aprovechamiento de los recursos naturales.
El Rincón del Trotamundos. Javier Elcuaz del Arco
Desde su nacimiento en las alturas nevadas de la Sierra de Béjar, el río Cuerpo de Hombre se ha precipitado por desarbolados y abruptos relieves tallados por glaciares y por espesos bosques de montaña; ha sido embalsado para proporcionar agua de beber a los habitantes de la zona y, por su pureza y calidad, fue el motor de una industria textil que no supo adaptarse a los cambios productivos. En su tramo final, antes de terminar su recorrido en el río Alagón, sosiega su paso, cubierto por un protector y rico bosque de ribera, como queriendo alargar el disfrute que emana de un entorno privilegiado.
Montemayor del Río ofrece suficientes alicientes para dedicar varias horas a visitar su restaurado castillo del siglo XV dominando desde la altura todo el caserío y el valle circundante, su imponente iglesia dedicada a Nuestra Señora de la Asunción o los restos de su muralla, entre otros vestigios interesantes de su pasado. No menos grato es pasear sin rumbo definido por el entramado de sus calles y plazas empedradas, entre una arquitectura serrana bien preservada, buscando la artesanía de madera de castaño y la repostería tradicional que no nos defraudarán.
El Ayuntamiento de Montemayor informa desde su página web de varias rutas señalizadas para senderistas que busquen el contacto con la naturaleza. Vamos a seguir la llamada Ruta 4. Valdelageve.
Hemos aparcado el coche junto al puente medieval que cruzamos para continuar por la carretera a Lagunilla, pasando junto el cartel informativo de la ruta. Antes de recorrer un kilómetro las señales de color blanco y amarillo nos indican que abandonemos el asfalto. Ahora seguimos un antiguo camino carretero que nos llevará entre extensos castañares dedicados a la obtención de madera para la industria local. Sus instalaciones, dedicadas al aserrado y preparación industrial de la madera, nos salieron al paso nada más iniciar la ruta.
Entre el río y nuestro camino, sombreado en todo momento, se abren los verdes prados que darán sustento a lo que se adivina como equilibrada cabaña ganadera. No se ven espacios sin hierba, indicadores de sobrexplotación. Sí que son frecuentes las tenadas construidas para recoger el ganado. Mirando hacia atrás, en los lugares donde se abre el valle, vemos la blanca nieve que cubre las alturas de la larga Sierra de Béjar.
El camino sigue separado del río sin salvar fuertes desniveles, hasta que las señales nos dirigen hacia él por una senda que se aparta hacia la derecha. Llegamos, ahora entre robles, al mismo borde de las serenas aguas. La rica vegetación palustre se refleja en la lámina líquida creando una sensación de reino encantado dominado por la naturaleza. Estamos en primavera, los cantos de las aves de ribera componen una sinfonía que aumenta el disfrute de los sentidos.
Pasadas las “pasarelas del rebollar”, una hilera de grandes piedras colocadas para cruzar el río, seguiremos por la orilla izquierda guiados las señales del pequeño recorrido que nos alejan temporalmente del río para volver a él frente a un pronunciado meandro. La pista de tierra que llevamos se bifurca hacia la derecha para llegar, ya en el término municipal de Valdelageve, al Charco de la Hoya. En este lugar comienza un canal que alimenta la pequeña central hidroeléctrica de Valdelageve.
Para llegar al pueblo seguimos la pista que, tras salir del robledal, sube por la ladera sur del valle ofreciendo a nuestra vista el sinuoso recorrido del río y el canal paralelo a él entre todo el colorido primaveral.
Los doce kilómetros de longitud de esta ruta son un continuo disfrute especialmente en esta época del año por la suavidad de la temperatura y abundante presencia de flores. Imaginamos la belleza del colorido otoñal de castaños, robles, fresnos, chopos, álamos y demás especies vegetales que cubren este hermoso valle.