EL PICO DEL ALMANZOR REY DE LA ALTA MONTAÑA

La extrema fragosidad de la sierra de Gredos es conocida entre los amantes de la montaña y el senderísmo, también entre aquellos viajeros que recorren los caminos buscando la belleza y la plenitud de la naturaleza. Afilados cuchillares, verticales agujas esculpidas por el tiempo, pétreos torreones, circos y lagunas glaciales excavados en la roca por los hielos del cuaternario. Enriscadas gargantas y mil canalizos que se hunden en la roca como cuchillos en el queso. Todo ello da lugar a uno de los parajes más salvajes y bellos del Sistema Central. Llegado el invierno, el desnudo roquedo se transforma, la abundante nieve caída cubre de blanco los fragmentados granitos. Se tapan las oquedades, se ensanchan los corredores y las erosionadas laderas se transforman en pistas de hielo.

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El pico del Almanzor con sus 2.591 metros, es la cumbre más elevada de todo el Sistema Central. Su pirámide es una roca viva que se alza escuálida sobre el árido perfil de la sierra de Gredos. La figura de este pico es digna de admiración desde el Circo de la laguna Grande y también desde los lejanos valles que circundan la sierra. Su inconfundible silueta, sobresaliendo por encima del resto de los picos de la sierra, sólo desaparece en los días en que las nubes echan un pulso a la montaña y la cubren de negros nubarrones. El resto del año, el Almanzor reina sobre todas las cumbres de la sierra y permanece con la espada en alto, siempre vigilante, como símbolo del poder de la naturaleza y como guía de los campesinos y viajeros que le contemplan con respeto y admiración, como corresponde al más grande de la montaña. En los veranos, el Almanzor aparece ennegrecido por los rayos del sol que castigan su cumbre, y en invierno, su perfil se viste con el blanco manto de la nieve y con hermosos chupiteles de hielo que se adhieren a su majestuosa figura.
Numerosas han sido las páginas que se han llenado con relatos acerca del pico Almanzor, desde que en 1899 fuera escalado por primera vez por Manuel González de Amezúa. En estos relatos se da cuenta de las hazañas y aventuras vividas en el ascenso a su cumbre y también de cuantas peripecias han acontecido en las numerosos expediciones organizadas a la sierra de Gredos desde principios de siglo, cuando viajar a esta montaña era toda una gran aventura.
Hasta el lugar llegaron aventureros de toda condición ansiosos de conocer de cerca esta montaña y las historias que sobre el pico Almanzor se contaban en las revistas y libros de la época. Aventureros que describían, en sus largas y hermosas crónicas viajeras, la belleza natural y paisajística que encierran estos altos lugares de la sierra de Gredos, esculpidos por el paso del tiempo y la erosión de los elementos. Entre estos ilustres personajes podemos citar algunos muy cercanos en el tiempo, y otros no tanto, que supieron trasmitir muy bien las emociones sentidas en sus andanzas por estos solitarios vericuetos. Así, el profesor Unamuno describió el lugar como el reino del caos y la soledad donde era posible aislarse del mundo.

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Allá por el año de 1915, el vecino de Barco de Ávila, Isidoro Muñóz, viajó también a la sierra de Gredos, de la que era un fervoroso admirador. Éste formaba parte de una de las muchas expediciones que por entonces se organizaban a la montaña entre amigos y conocidos. Estos montañeros de principios de siglo, ascendieron a la cima del Almanzor y nos cuentan sus experiencias en el libro, Riquezas Patrias publicado por Isidoro Muñóz en 1918. «El Almanzor. Nuestra subida a este más elevado pico, la hicimos cómodamente, faldeando por la vaciante al circo del Risco de las Fraguas y Cuchillar del Enano, hasta llegar a la Portilla de los cobardes, llamada así por que en este sitio se quedan el 80 por 100 de los que pretenden escalar la más tremenda mole de la Sierra.
Caracoleando instintivamente llegamos a su parte más elevada, sin tropezar con los peligrosos pasos de madera que dicen hay colocados para salvar una muy pronunciada quebradura; hecho que sin duda obedece a que nuestra subida fue caprichosa y sin guías, y que trepamos por sitio distinto del por todos acostumbrado.
En la corona de su cresta hay una pequeña pirámide, construía de ladrillo, puesto en pie sobre ella, y con ayuda del prismático, se divisa con facilidad la gran urbe madrileña, Extremadura, los campos de Toledo, Avila y Salamanca.
Como se puede observar, por la crónica que nos dejó Isidoro Muñoz de su ascensión al pico Almanzor, el interés que esta montaña despertaba entre los viajeros de entonces, era ya grande. Un siglo después debemos constatar que los deseos por ascender hasta la cima de este pico y el conocimiento de la sierra de Gredos, no ha decaído. Esta aventura sigue atrayendo a gente de todo el país, para realizar uno de sus más bellos sueños, subir hasta la cima del Almanzor. Como también lo fue para muchos viajeros de principios de siglo, cuando el montañismo era prácticamente un privilegio de las clases pudientes, a excepción de los cabreros y pastores que por obligación recorrían la sierra con sus rebaños.
Cada año viajan al lugar muchos excursionistas para hollar la cumbre del Almanzor y otras montañas cercanas y disfrutar durante unas horas del espléndido paisaje que el pico nos ofrece desde su privilegiada atalaya.

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CAMINO DEL ALMANZOR

El camino de aproximación al pico Almanzor, parte de la Plataforma de Gredos hasta donde se llega por la carretera de Hoyos del Espino. De la plataforma arranca una calzada empedrada, cubierta de hielo en invierno, que sube hasta la gran explanada del Prado de las Pozas. Se atraviesa este campo de nieve y se continua hacia el poniente para cruzar la garganta de las Pozas por un pequeños puente. Pasado el riachuelo, se comienza una larga subida por la ladera norte del pico de los Barrerones. Una vez terminado este ascenso, el camino atraviesa por un terreno prácticamente llano que termina en la Peña del Rayo. Esta ignorada atalaya que apenas sí destaca del resto del roquedo, es uno de los lugares mejor situados del camino que conduce al Almanzor. En este punto además de recuperar fuerzas los caminantes podrán deleitarse contemplando una de las más grandiosas maravillas que la sierra de Gredos ofrece al viajero. Es tanto el temor y la serenidad que produce la panorámica que desde este lugar se tiene, que muchos excursionistas, llegado a este punto deciden darse la vuelta y regresar al lugar de partida, considerando que ya han cumplido sus sueños. Pues el espectáculo que se tiene de la laguna grande, el Circo y los picos que lo jalonan, es más que suficiente para un primer encuentro con la sierra. Pero las sensaciones que producen estos parajes, se repite siempre que se vuelve a este lugar, especialmente en el invierno, cuando la soledad y el silencio invaden estos alpinos escenarios, llenos de sugerentes formas y contenido.

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El descenso hacia la laguna se hace por los Barrerones, una empinada ladera cubierta de nieve y hielo, donde hay que tener mucho cuidado si no se lleva material apropiado para las travesías invernales: crampones, piolet y guantes, pues el hielo suele estar tapado por la nieve y no lo veremos hasta que no estamos metidos de lleno en las resbaladizas placas.
Una vez situados en la parte baja del circo, si es pleno invierno, podemos atravesar la laguna por su centro, pues en esa época suele estar cubierta por una resistente capa de hielo, aunque siempre es bueno, antes de cruzar, asegurarse de que éste resiste el peso de nuestro cuerpo y el de la mochila que llevamos a la espalda.
Cuando han sido ya muchas las veces que hemos ido hasta el Circo, apenas sí reparamos en las dimensiones reales de esta cubeta glaciar, excavada en el corazón mismo de la montaña, de cuyas dimensiones no solemos ser conscientes. Pero estaremos de acuerdo en que el circo es un escenario único, en cuyo diseño los hielos realizaron un trabajo de titanes.
Llegamos al refugio de Elola que esta situado en el otro extremo de la laguna, y tras realizar una rutinaria visita e informarnos de las condiciones de la subida al Almanzor, continuamos camino hacia la portilla Bermeja, que se abre en el cuchillar de las Navajas. La aproximación a esta portilla no entraña ninguna dificultad. El camino discurre todo el tiempo por la parte baja del Circo, alejado de los paredones rocosos que lo rodean.
Próximos ya a la cima, la ruta comienza a ascender por la canal de la Bermeja dejando a la izquierda el Cuchillar de las Navajas y a la derecha las estribaciones Este del Almanzor. Cuando hemos subido unos doscientos metros, nos encontramos con la canal del Crampon que sale por la derecha. Tomamos ésta y comenzamos su ascenso. A medida que progresamos, el terreno se va haciendo más y más empinado, hasta que se está ya cerca del final, donde la canal termina en una especie de embudo. Llegados al final de este corredor, podremos descansar y recuperar fuerzas antes de emprender el último y definitivo ataque a la cima del pico Almanzor.

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El último trecho se hace por un canalizo, que además de ser bastante empinado, es muy estrecho y suele estar cubierto de nieve dura y de hielo donde es muy difícil clavar los crampones y el piolet, por lo que debemos extremar las precauciones.
Ya en la cima, el secreto de toda ascensión consiste en no pensar en cómo vamos a bajar, y disfrutaremos, durante el tiempo que permanezcamos en la cumbre, del privilegiado espectáculo que el lugar nos ofrece. Cientos de kilómetros cuadrados de montañas y valles nos rodean, surcados por gargantas, ríos y caminos, que con nuestra mirada se rinden a nuestros pies.
Subiendo a lo alto de esta emblemática cima del Sistema Central, hemos alcanzado uno de nuestros sueños, sueño que hemos visto coronado y que no deja de ser un privilegio que muchos seres humanos no podrán cumplir jamás, por lo que debemos estar agradecidos.

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LA HISTORIA DEL PICO ALMANZOR

Cuenta la leyenda, que el legendario Caudillo árabe «Al Mansur-bi-llah»- «el victorioso por Alá»-, que pasó a la historia con el nombre castellanizado de Almanzor, pasó por este lugar a la vuelta de una de sus batallas contra los Reyes Cristianos, y quedó sorprendido por la belleza de estas montañas que establecían la frontera natural entre el territorio meridional, dominado por los árabes, y el norte peninsular. El Caudillo decide acampar al pie de las laderas del Macizo Central de Gredos atraído por los relatos de los pastores de la zona. Estos cuentan que en el interior de la sierra se escuchaban sobrecogedores ruidos que retumbaban por las gargantas, y hacen encoger el corazón de los habitantes de la montaña. Ibn Ami Amir se hizo guiar hasta el núcleo central del circo de Gredos. Un profundo silencio inundaba el lugar. Entonces los pastores, temerosos de la reacción del defraudado Caudillo, comenzaron a vocear el nombre del capitán musulmán, que el eco devolvió magnificado. Fue así como el más alto de los picos de la sierra de Gredos toma, en recuerdo del que sería rey del califato cordobés, el nombre de Plaza del moro Almanzor.

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