Nápoles el placer de los patricios

El Rincón del Trotamundos.Toñi Gutiérrez Bullón. 27/4/2015

El volcán Vesubio domina la ciudad, las historia y el espíritu de Nápoles. Es difícil para los viajeros que recalan en esta bahía, y para los propios habitantes de esta ciudad mediterránea, abstraerse a la mirada de este gigante de fuego, situado hacia el sureste, a pocos kilómetros de Nápoles. El volcán se convierte en una silueta omnipresente que se divisa desde cualquier punto, incluido el puerto y las islas adyacentes.

La erupción más celebre del Vesubio tuvo lugar el verano del año 79 D.c., cuando los ríos de lava, las cenizas y las rocas incandescentes que expulsaba el volcán del interior de la tierra, sepultaron las ciudades de Pompeya y Herculano. No fue esta la última de las erupciones, aunque si la más trágica para los habitantes de las ciudades mencionadas que quedaron atrapados por el fuego mortífero de la naturaleza. El Vesubio volvió a rugir con fuerza entre los siglos XIX y XX cuando se produjeron nuevas erupciones, si bien de menor intensidad.

La ciudad de Nápoles y su bahía, fue una de las escalas obligadas de los viajeros románticos, mercaderes y aventureros ilustrados del XVIII. Pero no fueron los únicos en describir el imán de esta bahía rodeada por hermosas islas. Casi dos mil años antes, Nápoles fue el destino favorito para los veranear patricios. De aquella época del Imperio Romano, arranca el esplendor de este puerto, que tiene su continuidad con el devenir de los siglos como explican los historiadores que el nombre de Napoli deriva de Neapolis, la nueva ciudad que fundaron en el siglo VII un grupo de griegos, cerca de la ciudad viaje llamada Palepolis.

Cuando las legiones romanas pusieron pie en la Campania, Nápoles declaró la guerra a Roma aliándose con sus vecinos. Corría el año 328 a.C. Los napolitanos suministraban naves y marineros a la República Romana, y tanto por su lengua como por su cultura, seguían considerándose griegos.

Entre los siglos VI y VIII se puede hablar de una Nápoles bizantina. Por entonces, la ciudad contaba con 45.000 habitantes y fueron éstos tan hábiles que consiguieron una autonomía real del Imperio de Bizancio. Dicen que la época del ducado autónomo fue la más gloriosa de la historia de Nápoles. Carlos I de Anjou será el primer rey de Nápoles a partir del 2 de septiembre de 1282.

Por entonces a los barrios napolitanos, comienzan a llegar catalanes, marselleses, florentinos, písanos y genoveses, atraídos por el próspero comercio y las nuevas oportunidades que ofrecía el puerto y la ciudad. Carlos I construye el famoso Castel Nuevo, en torno al cual surgirá un nuevo barrio con bellos palacios y mansiones donde vivían los ricos mercaderes. Su sucesor se encargará de construir el tercer castillo napolitano, en honor de Santelmo.

Tras las desgarradoras y incruentas luchas por el trono, es Alfonso de Aragón quien se sienta en él trono y cumple sus sueños, unir Sicilia y Nápoles en un solo reino y gobernar bajo el título de Alfonso I de Nápoles desde 1442. Se producen nuevas guerras y enfrentamientos, y el Gran Capitán, Don Gonzalo Fernández de Córdoba, es enviado a la ciudad por Fernando el Católico. Tras poner orden y paz en el reino, nombra al primer virrey de la historia de Nápoles, Juan de Aragón, conde de Ripacorssa, que desde el principio de ser nombrado se empeñó en introducir la inquisición, aunque los napolitanos no se lo permitieron.

El segundo virrey, el famosos Pedro de Toledo, fue mejor acogido por los napolitanos. Nombrado por el emperador Carlos I de España y V de Alemania, hizo muchas cosas por la ciudad, la fortificó y realizó importantes obras publicas, construyendo la famosa Vía Toledo en su propia gloria y honor. Uno de los sucesores de Don Pedro, el conde Lemos, inició hacia 1600 la construcción del Palacio Real, según el proyecto del famosos arquitecto italiano Fontana. Su hijo Pedro de Castro mandó construir la famosa Universidad napolitana por deseo de Carlos de Borbón, que gobernó la ciudad entre 1734 y 1759.

Durante el mandato Borbón, Nápoles vivió años de esplendor y gloria. A esta época se debe la ampliación del Palacio Real, la construcción del teatro de San Carlos, la residencia de Capodimente, el Albergue de los pobres, la Biblioteca, el Museo Nacional y las excavaciones en Pompeya y Herculano. Pero con la Revolución Francesa, los napolitanos acabaron alzándose contra los Borbones, constituyeron una República Partenopea, lo que motivo que fuesen ferozmente masacrados por la osadía de intentar su libertad.

Cada periodo histórico del pueblo napolitano, ha quedado marcado en la arquitectura y el urbanismo de Nápoles, así el viajero que visita la ciudad pude revivir sin demasiado esfuerzo, su historia paseando por la urbe y contemplando sus monumentos históricos, sus estrechas calles, amplias avenidas, recoletas y bulliciosas plazas, y barrios que atestiguan el paso del tiempo y de la historia. Visitar los museos que atesoran los legados históricos, recorrer los señoriales palacios y las distintas obras civiles que a lo largo de los siglos se edificaron en esta ciudad mediterránea, cuna del comercio entre oriente y occidente, codiciada por reyes y emperadores de todo el mundo.

El resumen de la dilatada historia de Nápoles, está reflejado en las ocho estatuas dispuestas en la fachada del Palacio Real que da a la Plaza del Plebiscito, estas se colocaron en el año 1888 y representan a las dinastías que reinaron desde 1140: Roger Normando, Federico II de Suabia, Carlos I de Anjou, Alfonso I de Aragón, Carlos V, Carlos III de Borbón, Joaquín Murat y Victor Manuel II de Saboya. Para completar la historia de Nápoles, falta el periodo de la dictadura fascista del siglos pasado, la “democracia” que vino después, y para completar la historia napolitana, la siempre gobernanza de la Camorra Napolitana.

Los viajeros que visitan Nápoles y quieren conocer su historia, pueden tomar uno de los viejos y destartalados trenes que salen de la ciudad y se dirigen hacia Pompeya, y Herculano. Entre las ruinas y las excavaciones arqueológica de estas históricas ciudades, el visitante puede contemplar de cerca el antiguo esplendor que ostentaban estas ciudades que quedaron sepultadas bajo las cenizas del Vesubio, junto con sus habitantes.

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Herculano, Casa di Mettuno e Anfittrite

Conforme nos acercamos al puerto, para tomar el barco que nos levará por las islas, gana perspectiva el Vesubio, y se muestra como un inmenso flan bajo un cielo habitualmente despejado y azul. Dicen que está dormido pero aquí todos esperan una sorpresa, más tarde o más temprano. El activo muelle queda a los pies del Castel Nuevo y el Palacio Real, y embarcamos en un ferry de los lentos, que enlaza varios puntos de la costa con las islas.

Salimos del puerto y nos dirigimos hacia Ischia, Procida y Capri de las cuales tenemos una espectacular panorámica desde la proa del barco, y una vista soberbia de Nápoles. En conjunto, desde el mar, la panorámica de la bahía napolitana, explica la elección de los patricios por este hermoso lugar. La amenaza del Vesubio no era suficiente motivo para renunciar al privilegio de vivir aquí y disfrutar de esta maravilla de la naturaleza.

Pompeya, Foro

Desde Barcelona y Madrid hay vuelos regulares a Nápoles estos suelen ser muy económicos, algunos hacen escala en Roma, donde se puede enlazar con otros vuelos para cualquier ciudad de Italia. Si realizamos el viaje en temporada baja, los alojamiento, tambien suelen ser baratos, por Internet se encuentran ofertas muy atractivas y una gran variedad. Otra opción es contratar un crucero, en Nápoles recalan todos los barcos que hacen rutas por el Mediterráneo.