La Muela, un mirador natural sobre la sierra de Béjar


Rincón del Trotamundos. Javier Elcuaz del Arco. 19/4/2012


Nuestro recorrido se inicia en el albergue juvenil Llano Alto (1.145 m.), situado en el monte de El Castañar es el primero de los miradores que visitaremos. Dejando vagar nuestra mirada de noreste a suroeste recorreremos la sierra de Béjar en toda su extensión; a nuestra espalda queda Béjar y su comarca.

El camino de los Registros, construido en la década de 1920 para captar agua para Béjar, nos  llevará por una frondosa senda entre castaños y altas retamas hasta la pista para vehículos que asciende hasta la Peña de la Cruz (1.433 m.). Este será el segundo de los miradores. Marcando la divisoria de las provincias de Salamanca y Cáceres, la sierra de Francia se pierde en la lejanía hacia el oeste.

Siguiendo una senda que nos sumerge en la serenidad de la montaña, alcanzaremos el promontorio granítico de Peña Negra (1.620 m.), un balcón sobre el pantano de Fuente Santa, también llamado presa de Béjar, Angostura o, erróneamente, Navamuño. Tras la lámina de agua se levanta la sierra del Hornillo y del Molinillo con su máxima elevación en el cancho de la Muela -nuestro siguiente objetivo- y como telón de fondo la sierra de Béjar cerrando el horizonte de norte a sur.

Desde Peña Negra bajaremos por una pista entre pinos de repoblación y robles limitando una pradera que atravesaremos para internarnos en un robledal, hasta llegar casi al fondo del embalse de Fuente Santa (1.320 m.) antes de cruzar la carretera de Candelario a La Garganta. En este punto comenzamos la última ascensión de la ruta. Siguiendo una pista, algún corto atajo y una senda de montaña entre pinares de repoblación, antesala de brezos, piornos y canchales graníticos que irán ganando en magnificencia según ascendemos, ganaremos el cancho de La Muela (1.624 m.). Desde esta enorme afloración granítica de fácil ascensión dominaremos con nuestra mirada los descomunales escalones glaciares dejados por los hielos  que descendían por las cuencas de Hoya Moros y Hoya Cuevas.

Como testigo del proceso glaciar, el río Cuerpo de Hombre discurre, entre meandros y cascadas, limitado por las curvas morrenas levantadas por el aporte del pretérito río de hielo. A nuestra espalda el itinerario que hemos seguido hasta aquí, parcialmente cubierto por otra majestuosa peña granítica paralela a la que nos sustenta.

Hemos alcanzado el punto más alto de nuestra ruta. Iniciaremos el descenso por la ladera este de la elevación donde nos encontramos. Por una senda entre piornos llegaremos al extremo sur de la pradera de Navamuño cubierta de hierba cervunal. Atravesaremos esta apacible superficie por su límite izquierdo abandonándola por el norte por el Bocín de Navamuño que da acceso al bosque de la Maliza.

Entre las especies vegetales de  mayor porte que pueblan este espacio encontraremos acebos, servales, abedules y robles. A poco de entrar en él nos encontraremos con la cueva de Navamuño, en realidad se trata de un abrigo natural entre dos gigantescos bloques erráticos  de granito. Esta cueva sirvió de refugio a una familia bejarana durante la invasión francesa, siendo el lugar de nacimiento de uno de sus hijos como describe la placa que se puede leer en una de sus paredes (más información en Losabdones).

Por una senda señalizada con hitos y marcas blancas y amarillas, llegaremos, tras cruzar el río Cuerpo de Hombre, a la pradera de Peñas Gordas. Hemos llegado a la Dehesa Boyal de Candelario, un espacio donde el aprovechamiento ganadero ha sido respetuoso con la conservación de un rico robledal en el que también prosperan  abedules, castaños y especies propias de bosque de ribera, como alisos y fresnos, delimitando exuberantes prados regados por arroyos alimentados  por la nieve de las altas cumbres de la sierra.

Atravesando en suave descenso la pradera de Peñas Gordas en toda su longitud, continuaremos siguiendo el arroyo del mismo nombre a la sombra de hermosos ejemplares arbóreos hasta la pista ganadera que atraviesa este lugar. Saldremos de la Dehesa por el aparcamiento situado junto al puente de los Avellanares y caminando unos quinientos metros en dirección a Candelario, en rigurosa fila de a uno, por la carretera que habíamos cruzado antes de ascender a la Muela, llegaremos al inicio del camino de la Jarilla. Comienza este ancho camino con un tramo empedrado en ascenso pasando por la gran vega de la Jarilla, bajo la lejana cumbre de el Calvitero.

Tras cruzar la Cruz de los Risquitos, la zona más árida y desprovista de vegetación de este tramote nuestra ruta, nos sorprenderá gratamente a nuestra derecha el salto de agua producido por el arroyo Lagunillas. Más adelante nos espera un bosquete de abedules antes de alcanzar el paraje conocido como la Mangá poblado de castaños. Nuestro camino ha ido paralelo a la carretera mencionada anteriormente entrando en Candelario  por el camping “Cinco castaños”. En esta hermosa localidad serrana tendremos tiempo para contemplar su arquitectura tradicional con casas de tres plantas dedicadas a las tareas de la matanza, vivienda familiar y secadero.

En muchas casas veremos las típicas batipuertas para impedir la entrada de animales, pero permitiendo la iluminación natural, a la vez que servían para que los matarifes se protegieran tras ellas al matar a los cerdos. Escucharemos el murmullo del agua cristalina que corre por las regaderas, antaño utilizadas en época de matanza para la limpieza de las calles y el resto del año para canalizar el agua de riego. Y, en fin, también podremos saborear la gastronomía propia del lugar.

Candelario

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