Las piedras del Volcán Pacaya, suenan a carbón

Sofia Belles Humble


Tras varias semanas encerrados en la burbuja de Ciudad de Guatemala, por fín hemos podido salir de ella. Aprovechando el IX Congreso Latinoamericano de Educación Bilingüe Intercultural que se celebraba en La Antigua, una pequeña ciudad colonial tranquila y hermosa (quitando la parte turística que ello conlleva). Pude ver la otra cara de Guatemala, su gente y su cultura.

El congreso fue interesante, aunque no pude disfrutar mucho de este, pues tuvimos que organizar la parte logística, cosa que no era nuestra tarea, pero la organización fue un poco caótica. Estábamos alojadas en un gran hotel en los días de congreso. Tuvimos un día de suerte y nos colocaron en la suite, más bien un apartamento. Así que discretamente se quedaron a dormir las compañeras la última noche del viernes que vinieron también a La Antigua para visitar la ciudad. Aproveché que ya me encontraba en la ciudad para quedar con ellas y nos quedamos hasta el domingo. Paseos, mercados, más paseos, comiendo cosas típicas…

Lo mejor, la clausura. Viernes por la tarde en el Centro Cultural «César Brañez», tras la charla y la entrega de unos premios, hubo una actuación de música y  danzas tradicionales. Al finalizar nos dieron comida y una bebida típica llamada «poj» y siguieron con la música, pero esta vez «marimba». Ahi ya nos unimos al resto y salimos a bailar. Como no conocíamos a nadie, empezamos a bailar entre nosotras, claro que esto no es frecuente aquí. Al poco unos simpáticos guatemaltecos nos sacaron a bailar y nos estuvieron enseñando a bailar sus bailes típicos, fue genial.

Cerca de la ciudad se encuentran varios volcanes, uno de ellos parque natural, el Pacaya. Visitando varias agencias de viajes para poder subir al Pacaya, finalmente encontramos una más económica y nos explicó todo con más detalle, aunque en realidad nadie te dice toda la verdad, ya que habíamos escuchado que habían asaltado en varias ocasiones a los turistas en las excursiones al volcán. Así que sólo nos animamos dos de nosotras hacer la excursión. Y la verdad mereció la pena. A las 6 de la mañana pasaban a recogernos con la furgo que ya iba llena con otros turistas. Esta furgo nos llevaba hasta la entrada del parque y ahi recogimos al guía, muy simpático por cierto. Poco a poco fuimos subiendo, también teníamos la opción de subir en caballo si nos cansábamos, pero en nuestro caso no fue necesario. El recorrido es corto, unos 4km y a unos dos mil metros de altura, algo más. El paisaje era variado y bien bonito, la tierra negra, mucha vegetación al principio y pudimos ver los campos de maíz que se quemaron con la pasada erupción del 27 de mayo.

Seguimos subiendo, ya empezaba a desaparecer la vegetación, hacía calor aunque un aire fresco. La tierra estaba caliente, las piedras volcánicas sonaban a carbón, pero bien cortantes. Hicimos una parada donde había un hueco que tenía lava, claro que a la luz del día no se veía el color rojizo, pero tan sólo acercándote se sentía el calor y vapor de ésta. Algunos compraron unos dulces que pusieron en unos palitos de madera, a los segundos estos ya estaban tostaditos y listos para comer. Sólo había que ver las ramitas que agarró el guía y colocó sobre el hueco y al poco se incendiaron, increíble e impresionante! No dejaré de quedarme fascinada con lo que la naturaleza es capaz de hacer y de las maravillas que ésta contiene. Sin palabras.

Seguimos ascendiendo, entramos en una cueva que desprendía un calor sofocante, era como estar en una sauna. Al poco salimos ya que no se podía estar mucho rato dentro, pues seguramente acabaríamos derritiéndonos. Descanso para almorzar un poquito y empezar a regresar. Tendremos que volver a hacer la ruta, pero esta vez en el turno de tarde para poder apreciar la lava. Todo tiene sus ventajas y desventajas. Ya que en el turno de tarde no se aprecian las vistas que pudimos apreciar nosotras. De nuevo increíbles. Una vez más me quedo ensimismada con la magia de la naturaleza.

kkkk

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