Españoles solidarios en África

Todo comenzó unos días antes de recibir el año 2010. Estábamos deseosas de que el día 29 de diciembre llegara, ya que a partir de ese día y durante una semana íbamos a disfrutar de la compañía de una pequeña colonia española y además a conocer algo del norte de Malawi. Los preparativos estaban listos, nos habíamos organizado y sólo teníamos que esperar a que llegara ese momento.

El día anterior a comenzar nuestro viaje para recibir el nuevo año en Atupele-Karonga (Norte de Malawi; casi frontera con Tanzania), hicimos una cena en la casa de los voluntarios.

Esa noche nos juntamos con 2 chicos españoles que acababan de llegar a Chezi la tarde anterior (amigos y de buena familia, colaboran con esta Congregación desde hace muchos años. Ellos estuvieron durante unos 7 días, y además de acompañarlas, las ayudaron en varias actividades diarias). También nos reunimos con Protos (el médico de Chezi); y nosotras tres: Franzisca, Elena y yo.

Viendo la variedad del grupo, y por cortesía ante los presentes, esa noche hablamos en inglés todos sentados alrededor de la mesa del comedor. La cena fue pura improvisación, ya que yo había hecho un comentario la noche que nos conocimos de juntarnos con los nuevos allendos antes de irnos, pero no una invitación formal. Así que a las 5 de la tarde se presentaron en nuestra casa para confirmar si la cena seguía en pie. A lo que yo le contesté: “Sí, Sí, sin problemas. No tenemos mucho que ofreceros, será una cena corriente, pero con una conversación agradable, y pasaremos un rato divertido”. Y ellos aceptaron en venir a las 7.30 de la noche.

Corriendo tuve que organizar qué hacer. Ayudada por Elena, nos pusimos manos a la obra. Mientras Franzisca recogió el comedor y lo preparó todo para el evento. La mesa estaba lista.

Esa tarde-noche había quedado con mi vecino el médico para ver unas cosas, así que aprovechando extendí la invitación. Por su parte él se ofreció a llevar un guiso de carne muy rico, que acompañado con el puré de patata y los macarrones con tomate natural que hice, todo salió “a pedir de boca”.

Sólo faltaron las velitas, que ese día, por suerte, no tuvimos que necesitar porque no se fue la luz.

Al principio de la cena, cuando estábamos todos asentándonos y después de las presentaciones y de liberar tensiones, de pie y mientras repartía la comida, me dirigí hacia los nuevos compañeros para preguntarles por sus maletas. La pregunta en cuestión se debió a que la compañía aérea se las había extraviado y estaban rondando por alguno de los aeropuertos en los que habían hecho escalada. Con la mirada y haciendo un gesto con el dedo y señalándolos de derecha a izquierda y viceversa les pregunté: “and your suitcases?”. A lo que uno de ellos me contesta en español y con una expresión rara y desencajada: “No, No, nosotros no somos gays”. De repente todos nos miramos con cara de no entender la respuesta. Y él continuó: “Además éste está casado”.

Después de esto hubo aclaraciones y explicaciones a lo que había pasado; y este mal entendido se tradujo en unas RISAS por parte de todos y un momento divertido que dio mucho juego. Continuamos con nuestra agradable velada y terminamos jugando a las cartas; iniciamos con Burro y finalizamos con otro juego de coordinación de palmas.

Por fin llegó el día 29 y nos dirigimos a Lilongwe para pasar el día y reunirnos con Iria, una compañera que colabora con África Directo y que vive con otra congregación religiosa en Kapiri, al oeste de Malawi (frontera con Zambia). Esa noche la pasamos en Área49 ya que el miércoles 30 nos juntábamos en la estación de autobuses de Lilongwe con otros 2 españoles: Manolo y Susana. Aquí cogeríamos el autobús que nos llevaría hasta Mzuzu, para a su vez coger otro que nos llevara hasta Karonga, al Norte. Tuvimos suerte porque Goiko, el compañero que vive en Atupele, nos fue a recoger a Mzuzu en vez de a Karonga como estaba planeado, con lo cual nos quitamos algunas horas de viaje y no sufrimos la pesadez de viajar en un autobús parando por todas las estaciones de autobuses de los puntos principales del país. Hay que tener en cuenta que Malawi tiene 28 distritos, de los cuales 3 de ellos son además administrativos: Lilongwe, Blantyre y Mzuzu. Quién lo diría!!!!

No os podéis imaginar que descontrol de lugares son en África las estaciones; sitios sucios, abarrotados de gente, con un montón de buses y busetas que no saben hacia dónde tirar. Organización ninguna, son espacios sin límite alguno, sin fronteras.

En medio de este caos hay una especie de plataformas de cemento con techo de uralita, y en medio de ese largo pasillo estrecho se encuentra como un mazacote de cemento con 2 alturas que son los asientos. Aquí se agolpa parte del gentío y alrededor observamos barrizales con charcos (se agudizan en la época de lluvias) y un montón de casetas o tiendecillas cochambrosas.

Pero la estación de la capital te deja sin palabras, se lleva el OSCAR. Es un lugar complicado para plasmar con la cámara lo que se aprecia; es difícil que pudierais determinar viendo una foto lo que se siente y se vive allí. No obstante, en ciertos lugares es complicado tomar una instantánea porque la gente te mira mal y se enfada y puede resultar un tanto peligroso.

Cuando llegas a la estación es una odisea buscar que autobús tiene tu destino, y cuando lo encuentras es otra odisea entrar. La gente se agolpa delante de la puerta para entrar rápido y coger asiento lo antes posible para no viajar de pies horas y horas.

Así que como os podéis imaginar es la ley del más fuerte; en cuanto abren las puertas SALVESE QUIEN PUEDA. Agolpe de empujones y entre que empujas y eres empujado, intentas entrar. Sin dejar bajar en esa parada a los pasajeros que están dentro, los del andén corren e intentan de forma desesperada ser los primeros, subir y coger sitio. Mientras tanto abajo hay un cúmulo de gente que no se sabe que quiere hacer, vendedores de todo tipo, personas que piden limosna, pasajeros de bajada y de subida, un sinfín. Incomprensible pero cierto.

Es indescriptible e inimaginable, hay que sentirlo y verlo. La cantidad de gente que puede entrar en el autobús, con maletas y más bultos, niños pequeños cogidos detrás o delante, animales vivos, y un largo etcétera.

Las grandes maletas, como el resto de cosas, se colocan encima de las estanterías del autobús o de los asientos, y sino en cualquier hueco que sea visible o no para el efecto.

Los autobuses nunca salen a su hora y tampoco nunca sabes a qué hora van a estacionar para recoger a la gente que hay esperando en las llamémoslas “estaciones”. También es una incógnita si tendrás suerte de que haya plaza para ti y no te toque esperar más horas; así que es tal la desesperación que lo haces como puedes y donde puedes. Hay que armarse de paciencia cuando viajas.

Los autobuses y minibuses no salen hasta que no están rebosantes de gentío, siempre entra una persona más. Además, como detalle, viajan a toda velocidad, como si no les importara la seguridad de todas las personas que estamos dentro. Enfilan la carretera y corren como si hubiera un premio para el que llega primero. Los frenazos os lo podéis intuir, dejan las pastillas en la carretera, ya que cuando menos te lo esperas se cruza un rebaño o una vaca, cabra, perro, gallina, etc. o cruzas por un poblado repletito siempre de gente. Menos mal que cuando se acercan a los lugares transitados de las carreteras, bien sean mercados o aldeas, el conductor toma una actitud más pacífica y reduce la velocidad.

También es curioso que antes de empezar el trayecto o en el transcurso de él la gente reza. Una persona es el orador. Se levanta, o si no puede desde su asiento, y comienza con la plegaria, una especie de rosario que dura y dura y se repite, a veces, durante una larga hora.

Nosotros, los asungus, no entendemos nada, sólo presenciamos que se nos pone un dolor de cabeza de los gritos que dan y de estar escuchando algo, sin comprender nada en absoluto. A veces un aleluya, otras Jesucristo, pero palabras sueltas que no siguen en nuestro cerebro orden ninguno. A veces se realizan en cánticos y sí que es verdad que todos lo hacen en concordancia al ritmo que uno de ellos marca.

Lo divertido del trayecto fueron estas pequeñas anécdotas que nos ocurrieron dentro del autobús. Y muchas más pero que sólo haría alargar este comentario. Curiosidades que únicamente pasan en estos países.

El viaje hasta Atupele duró unas 10 horas; un largo recorrido viendo diferentes paisajes, el distrito de Rumphi o Nyika National Park (Nyika Plateau). De algunos de ellos pudimos apreciar desde la lejanía la grandiosidad del lugar, y aún desde la ventanilla del autobús resultó una vista realmente bella, una parte la vimos cayendo el amanecer y la otra con la luz de la luna y de las estrellas. Según nos acercábamos a los diferentes parques observábamos que la vegetación se convertía en frondosa y se extendía a lo largo de kilómetros hasta donde nuestra vista podía alcanzar.

Estos espacios protegidos por el Gobierno son auténticos lugares donde la fauna y la flora da más valor al lugar.

No obstante pudimos ver en el recorrido la gran forestación que sufre este país, la tala indiscriminada de árboles está haciendo que pierda su riqueza natural, y está siendo un gran problema que sus consecuencias van creciendo día a día y lo pagarán en un futuro.

Finalmente llegamos a Atupele por la noche, sin más incidentes excepto que me maree por las curvas de la carretera. Fue un rato malo, bajo la luz de la luna y el florecido cielo de estrellas, en el que sacaba la cabeza por la ventanilla de la furgoneta (ya que íbamos a atrás sentados en colchonetas) y respiraba aire para no pensar en el mareo.

Llegamos derrumbados y con ganas de comer. Además nos esperaban ricos manjares traídos de España. Nos repartimos las habitaciones, cenamos acompañados de una divertida charla y con la compañía de unos paquetes de lonchas de jamón y chorizo con pan de molde y vinito del que no sé la procedencia. Esa noche nos fuimos pronto a la cama, teníamos que descansar y prepararnos para la celebración del año nuevo al día siguiente.

Amanecimos al día siguiente y nos fuimos reuniendo poco a poco en el patio según la gente se iba despertando. El patio lo definiría como una estancia en el medio de la casa, sin techidumbre pero tapada con una mosquetera de punta a punta. Un lugar recogido, agradable, cómodo y a mano de todo. Prácticamente hicimos allí vida todo el grupo.

Esa mañana después del desayuno y de prepararnos acorde a nuestras necesidades, hicimos una visita al proyecto del hospital de África Directo. Guiados por Goiko y atendiendo a sus explicaciones, los 7 nos fuimos moviendo por las distintas dependencias y saludando a las personas que se congregaban allí; hubo presentaciones con el personal del hospital y por supuesto con las hermanas malawianas que allí trabajan.

Fue interesante oír y ver todo lo que se estaba llevando a cabo en esa parte del país y todas las mejoras que se iban a proyectar en un corto plazo.

Después de todo esto comimos y antes de la bajada del sol nos fuimos a dar un bonito paseo Manolo, Elena y yo. Aprovechamos para hacer acopio de bebida y pan para la noche que se acercaba; no faltaron nuestras cervecitas. Sólo tuvimos que andar unos kilómetros de allí, dirección a la village más cercana a la carretera principal. Un paseíto que sirvió para disfrutar de los alrededores. El paseo duró una hora larga y la fotógrafa profesional, Elena, no paró de buscar una buena instantánea. Nos pasamos todo el camino saludando a la gente y observando esos campos sembrados a ambos lados, llenos de punga (arroz), cassava (yuka), chimanga (maíz) y árboles frutales.

Antes de iniciar el recorrido, la verdad ya sabéis lo pesada que me pongo cuando quiero algo, insistí que era una noche especial, había que entrar con buen pie y debíamos buscar algo sustitutorio a las 12 uvas. Ya está! Una buena idea, cacahuetes pelados, manises para ser más exactos; bueno para Elena panchos. Entre ella y yo no nos pusimos de acuerdo en su denominación castellana.

Así que de camino al poblado más cercano debíamos comprarlos. Era lo más pequeño que se me había ocurrido y lo más cómodo y fácil de encontrar aquí. Así que en un puestecillo de carretera, de esos que se montan y se desmontan, Manolo, harto de mi insistencia, compró unos paquetitos para la noche.

Todo estaba listo; la bebida, la comida y nosotros.

Esa noche Elena, Iria y yo nos vestimos con nuestras mejores galas malawianas. Había que celebrarlo elegantemente, momentos como éste son irrepetibles en lugares como ése y la noche a partir de las 12 indicaba el año 2010. Quién nos lo iba a decir hace unos años; predicciones decían que se acabaría el mundo en el año 2000 y aquí estamos continuando con la destrucción minuciosa de este planeta Tierra.

Nuestra cena de Nochevieja fue preparada por los hombres. Hubo un apetitoso plato de lentejas con chorizo y un poco de especia curry. Una mezcla que dio un resultado estupendo; estaban para chuparse los dedos. Acompañados también por unos vinos y paquetes de embutido dio comienzo el festín. Todo fue al compás de una suave y africana música.

Se acercaban las 12 y los 12 cacahuetes pelados estaban listos en grupos. Las campanadas las tocó Manolo y al son del ton ton ton con golpes realizados a la mesa fuimos comiendo una por una, acumulando tal cantidad de masa en la boca que fue difícil tragarlo; pero lo conseguimos, todos salimos sanos y ninguno se atragantó. Eso sí, nada más terminar de tragar, fuimos rápido a coger nuestra cervecita, brindar y terminar de pasar semejante pasta. Después nos dimos los besos oportunos y volvimos a brindar deseando un gran año para los que estábamos presentes. Felicitamos el año de forma original y muy elegante; aunque para Elena pareciéramos gansters.

Nos fuimos a la cama sobre la 1.00, después de bromear, contar anécdotas y de sacar puntilla a todo. Entre toros y toreros derivó la conversación y degenero paulatinamente transcurrían los minutos. La cultura española no se pierde ni estando a miles de kilómetros de tus orígenes.

Al día siguiente, 1 de enero, nos tomamos la levantada con mucha calma, excepto Manolo que ya había hecho su colada, preparado el café y no sé que más cantidad de cosas había realizado.

Finalizado el largo desayuno decidimos hacer una ruta para conocer algo más de esa zona, pero “a pleno sol del día”. La mejor opción era ir hacia unas pequeñas montañas para ver la frontera con Tanzania y el final del Lago Malawi.

Todos excepto Iria, que la pobre se encontraba esos día con diarrea y dolor estomacal y no pudo disfrutar ni de los placeres culinarios ni de la oferta senderista. Así que el resto, cogimos las mochilas, con agua y un tentempié para la ruta y un par de paraguas para prevenirnos de los fuertes rayos del sol y unos abanicos. Sólo se nos ocurre a nosotros con ese calor, esa humedad, a las 11 de la tarde comenzar a andar.

Atravesando campo a través nos dirigimos hacia las colinas y comenzamos a ascender. Por el camino vimos algunas casas derrumbadas por el terremoto producido días antes, pero no era una zona muy transitada ya que el camino subía a la plataforma de estas pequeñas montañas. Llegamos exhaustos, deshidratados y con el corazón a mil; el calor nos achicharraba, la temperatura corporal parecía que estallaba por momentos. No había con que respirar. El calor tórrido salía de todos los rincones y lo abrasaba todo: la arena, las piedras y el aire. Nos sentamos en el suelo buscando un lugar sombreado entre matorrales para resguardarnos y cogimos aire, mientras las botellas de agua se repartían y bebíamos como si la vida se nos fuera en ello.

Proseguimos el trayecto y aunque con mucho calor se hizo más cómodo. Seguíamos andando pero esta vez en llano, sobre la loma de dichas elevaciones montañosas.

Mereció la pena tanto esfuerzo, el paisaje es una pasada, e incluso estando relativamente lejos (unos cuantos kilómetros nos distaban de tal lindo lugar) pudimos apreciar los límites del lago tocando ambas fronteras.

En el trayecto de regreso nos acercamos a varias casas solitarias donde vivían grandes familias; cuando te querías dar cuenta estabas rodeado en cuestión de segundos de niños/as, los cuales salían de no se sabe dónde. Esto es lo más normal que te ocurra, para ellos eres la atracción de ese día. Además el silencio se traduce en voces, y no paras de escuchar “Diambule, diambule” (take a picture), y se vuelven locos porque les saques una foto. Otra escena que se repite de forma cotidiana es ver a esta cantidad de niños de todas las edades, cogiendo a su vez a bebes o niños más pequeños. Estos pequeñinos al vernos se ponen a llorar y nos miran asustados, como si vieran a un fantasma, y las madres a su vez se divierten y se ríen de ver a sus babys con cara de susto por ver a “asungus”. Estas madres tratan esta situación como los bulos que contaban nuestros mayores sobre “el hombre del saco”.

Pero que tontas son, no puedo dejar de pensar otra cosa, que manera de asustar a los niños con historias de este tipo, con bulos como el hombre del saco que antiguamente se usaba en España. Crear miedos infundados. Menos mal que según se hacen grandes esos temores se van disipando.

Tienen que pasar todavía muchos años para que se elimine esa imagen del “blanco”, y el concepto distorsionado que tienen de nosotros. Pero entiendo que nos vean como ricos asungus ya que llevan viendo Karens (yo tenía una granja en África) toda la vida. Con el tiempo, pero muy pang’ono pang’ono (poco a poco), puede q cambie su concepto sobre nosotros, pero no es fácil, y tampoco se lo ponemos nada fácil. Por ahora la gente de aquí ha visto voluntarios durante 10 años aproximadamente, personas religiosas o misioneras durante 50, y ricos colonizadores durante 400 años. Es lógico que nos vean así. Y objetivamente tenemos más que ellos, porque aunque estemos mal y veamos el mundo fatal, nunca moriremos de hambre.

Hicimos el descenso sin grandes apuros aunque sudorosos y bastante deshidratados, sin ganas de comer por la sed que nos pudiera producir. Con poca agua y la que nos quedaba parecía un caldo sólo pensábamos en llegar, darnos una duchita de agua fría y en la cervecita que nos íbamos a beber.

Cuando llegamos y después de aliviar nuestro cuerpo con la ducha y beber algo, comimos y descansamos. Algunos se quedaron de charla y otros nos fuimos a la cama a reposar un ratito.

La tarde noche fue tranquila. Tuvimos sesión de cine en el patio, nos vimos la película del Che. Manolo no aguantó mucho sentado y sin moverse, y entre ese rato preparó la cena para todos.

Antes de que ocurriera todo esto tuvimos otra de nuestras múltiples historietas. Ese día se fue la luz, y aprovechando ese momento en el que no se puede hacer otra cosa más que esperar, Manolo, Goiko y Susana aprovecharon para hacer una visita a las hermanas malawianas y agradecerlas un bollo que nos habían regalado a todos los presentes allí. Mientras tanto Elena, Iria y yo permanecíamos en casa hablando. De repente oímos unos golpes en la puerta principal de la casa; Iria y yo salimos para ver quién era. Al principio pensamos que serían el resto del grupo que no habían cogido las llaves, pero la sorpresa fue que no eran ellos, sino un hombre negro desconocido para nosotras. En la oscuridad sólo se podía ver unos ojos blancos brillantes y algo que se movía de forma descontrolada y hacía unos ruidos rarísimos.

Vaya susto!!!! Primero porque nos pillo de sorpresa y segundo porque llevaba una gallina viva entre sus manos, la cual estaba nerviosísima y sólo hacía que moverse para todos los lados, y ante tal escena yo no podía entender nada de lo que estaba hablando ese hombre. Yo miraba a Iria, Iria me miraba a mí, nos reíamos e intentábamos entender que nos estaba queriendo decir ese pobre hombre, que hacía allí a esas horas. Al final, después de pasados unos minutos y de tranquilizarnos, comprendimos que nos regalaba esa gallina como recibimiento a los visitantes que se iban a quedar allí (en este lugar llamado Atupele). Se disculpó por entregárnosla viva, pero su mujer no se encontraba en casa y no había nadie en su casa quien la matara.

La mayor parte de los hombres no saben vivir sin mujeres, es impensable, y aquí muchos de ellos tienen más de una, y cuando no están para lo que ellos quieren o se cansan la cambian por otra. Son unos completos ignorantes; no saben hacer nada, la mayor parte de las veces crear problemas familiares. No saben cocinar y ni mucho menos realizan tareas domésticas. Este es un trabajo destinado y exclusivo para mujeres. Las mujeres trabajan en el campo, las mujeres son las encargadas de todo lo concerniente al hogar y al cuidado de los niños. Las niñas desde bien pequeñas son enseñadas a que deben ayudar en las casas y las hacen responsables de sus hermanos pequeños y de otras tareas hogareñas. Así que aparte de ir al colegio, si es posible intentan sacar un hueco para estudiar. Difícil en estas condiciones, sin luz o bajo la luz de una vela. Un país que tiene un índice de analfabetismo del 60%, donde en las escuelas se observa como cada año se van perdiendo progresivamente un número de alumnos considerado según se va aumentando de nivel, o como las niñas dejan de ir al colegio debido a embarazos tempranos, casamientos tempranos, a las largas distancias que tienen que andar todos los días (con el peligro que conlleva) o a la falta de interés por parte de la familia de que estudien y se desarrollen como mujer, con un futuro más próspero que el procrear año tras año trayendo niños al mundo de los cuales no se sabe si llegaran a cumplir 5 años, o si morirás, sin más, porque tu pareja o marido te ha transmitido el HIV. Triste realidad.

Mucho mérito tienen todas estas niñas (o niños) que rodeados de este entorno luchan y logran llegar a ser alguien en la vida.

Al tema que siempre me desvío, tendríais que ver con que soltura estas pequeñuelas cogen el ave de corral, le retuercen el pescuezo y lo matan limpiamente. Sin huellas, con mucha habilidad. Y no os quiero ni contar la destreza que tienen para limpiarlo, cortarlo y asarlo al fuego. Y YO NO sabía ni como coger a la dichosa gallina!!

Así que, entre que la gallina se movía para todos los lados, yo de ciudad que en mi vida había tenido una gallina entre mis manos, estaba teniendo una sensación entre asco y miedo que le sugerí a Iria que mejor que la cogiera ella. Aunque ella se encontraba en las mismas condiciones que yo, se armó de valor y la cogió para irse corriendo hasta el patio y soltarla lo antes que pudo. A todo esto llegó Elena. Incrédula a lo que estaba viendo, se reía de la postura con la que llevaba la gallina Iria adentro. Yo mientras tanto le daba las gracias y me disculpaba por nuestro comportamiento, ya que todo esto nos superó. En ese preciso momento llegaron nuestros compañeros, los cuales se lo agradecieron también y Manolo riéndose de nosotras entró en casa, cogió a la gallina, que estaba asustadísima y escondida en el patio, y la encerró en la despensa, mientras decía que estábamos peor que ella.

Nos daba una pena saber que la pobre gallina estaba encerrada en una habitación oscura, sin ventanas, sin aire; pero Manolo nos dijo fríamente: “Será la comida de mañana”. Y así lo hizo. Al día siguiente nos levantamos y la gallina estaba muerta, limpia y preparada para ser un suculento guiso, del cual no disfrutamos porque esa misma mañana emprendíamos viaje al distrito de Mzimba. Íbamos a pasar unos días en una reserva forestal.

No queríamos molestar por más días porque sabíamos que parte del grupo reunido tenía que trabajar, así que Goiko haciéndonos un favor, viendo lo indecisas que estábamos sin saber a dónde ir, nos hizo una reserva en un logde que el día anterior habíamos estado viendo en la Lonely Planet. Él había oído hablar de este lugar y nos lo recomendó; sólo hubo un pequeño inconveniente, del que pecamos por no preguntar con más detalle, era muy caro.

Empezó nuestro peregrinar hacia este lugar sin más datos que el nombre del logde y el teléfono. Sabíamos que teníamos que llegar hasta Mzimba city, pero no sabíamos lo que nos iba a deparar después.

Por tanto sin más retraso cogimos nuestros catundus, nos despedimos de Atupele y nos llevaron hasta la estación de Karonga para que pudiéramos coger el bus que nos llevaría hasta muy cerca de ese hermoso lugar. Nada más llegar a la estación vimos que el autobús se marchaba con dirección a Mzuzu, así que deprisa y corriendo entramos a duras penas y cogimos asiento, pero no sin antes despedirnos de nuestros amigos.

Por el camino tuvimos más anécdotas divertidas. Como notas curiosas que nos pasaron en ese recorrido os cuento la simpática escena de ver un montón de monos en la carretera, de diferentes tamaños, esperando a que pasaran vehículos para recibir algo de comida que es tirada desde las ventanillas. Qué espabilados y carroñeros son!! colgados en los árboles se asomaban o corrían detrás del autobús. Los pasajeros no paraban de reírse y tiraban lo primero que encontraban sólo por ver la actuación de esos monos. También fue curioso ver como todos hablaban con todos, las filas de adelante con las de atrás, no tenía porque ser necesariamente con el de al lado; como un lugar de reunión se entabla conversación con unos o con otros, con el asungu o con cualquier persona que esté interesada. Son super amigables en cualquier situación que te puedas plantear. Ese día uno de ellos compró el periódico nacional en inglés, en una de las múltiples paradas que hace el autobús. Uno por uno nos fuimos leyendo el periódico. Terminaba de leer y se lo pasaba al de al lado, el de al lado se lo pasaba a la fila de atrás, después de un lado el otro, y así sucesivamente hasta que llegó a nosotras, donde se paró el recorrido. No pensé que fuera de vital importancia seguir pasando el periódico. Nosotras lo leímos con tranquilidad, sacamos fotos y al final del recorrido nos lo pidió el dueño, el cual desconocíamos.

Llegamos a Mzuzu y lo primero que hicimos fue comprar algo para comer y beber, y por supuesto ir al baño público, por el que tienes que pagar en compensación a que las instalaciones “estén limpias”. Es más higiénico el campo. Nos informamos de cómo llegar a Mzimba y aquí comenzó una larga espera al siguiente bus. Aprovechamos e hicimos una llamada al logde para informarles más o menos de la hora de llegada, para confirmar la reserva y solicitar que nos fueran a recoger, ya que no teníamos ni idea de dónde íbamos o cómo llegar hasta ese sitio y menos a esas horas de la noche, donde aquí son negras y peligrosas.

La persona que cogió el teléfono no nos proporcionó demasiada información, es más, dio las cosas por hechas, y nosotras inocentes no preguntamos lo suficiente. Además el idioma, por ambas partes contractuales, ya que hablamos con un empleado malawiano, nos jugó una mala pasada. Hasta ese momento sólo sabíamos que nos alojaríamos en el hostel, no en los chalets, que pagaríamos por noche 10 dólares y que disponíamos de baño y cocina. Haciendo cuentas no estaba del todo mal, y por irnos a recoger (el malentendido ya empezó aquí) sólo pagaríamos una pequeña tasa llamada transfer.

Estábamos gafadas, la situación iba empeorando y pasaban las horas. El autobús que nos llevó hasta allí llego tarde, nos tocó todo el trayecto ir de pies, y lo peor es que se nos hizo de noche y llegamos tardísimo a nuestro destino, a las 7 de la noche llegamos a la estación de autobuses de Mzimba. Nada más bajar llamamos por teléfono para comunicar que estábamos en nuestro destino y que nos podían pasar a recoger; estábamos listas.

Casi nos da algo cuando al otro la del teléfono escuchamos que nos esperaban en otro punto, que el trayecto es muy largo, que tardarían una hora en irnos a buscar y que además tenemos que pagar 40 dólares. Indignadas intentamos que nos dieran una explicación, cómo que en otro punto? cómo que debíamos haber parado en un cruce de carretera que no se sabe dónde? Era imposible entenderse con esa persona. Nos cuelga y al rato nos llama otra persona comentándonos lo mismo, pero eso sí, mejor explicado y sin dar las cosas por hecho a unas extrañas que no sabíamos ni por dónde movernos.

Después de deliberar las tres acordamos que era un abuso pagar esa cantidad de dinero, que pagábamos la mitad o anulábamos la reserva. Volvimos a llamar y pedimos hablar con el jefe (nada de intermediarios), y sin mostrar compasión ninguna nos comunico que teníamos que pagar 40 dólares ya que estábamos lejos de allí, o movernos hasta ese dichoso cruce (que por la noche no se sabe si es cruce o lo que es) y si era así pagábamos la mitad. Nosotras dimos un NO por respuesta y le amenazamos con anular la reserva y buscar otro sitio. Ayyy pobre de nosotras!!!! porque él nos contestó simplemente “Está bien” y colgó. Casi nos da un ataque, no sabíamos si llorar o reír. Del cabreo algunas de nosotras no queríamos dar nuestro brazo a torcer y Elena nos convenció que guardáramos nuestro orgullo, volviéramos a llamar y aceptáramos las condiciones. No teníamos más opciones que ceder. La situación en la que nos encontrábamos no era la más favorable, además la culpa la teníamos nosotras por ser confiadas. Ante esto aceptamos seguir con lo planificado, ese dinero que nos íbamos a gastar de más lo ahorraríamos por otro lado, además el hostel tenía cocina, sólo teníamos que comprar algunos suministros y nos apañaríamos esos 2 días.

A las 8 de la tarde volvimos a llamar y accedimos a su propuesta. Ahora nos tocaba esperar una hora en esa estación pérdida donde todos los ojos nos miraban detenidamente. No tuvimos sensación de miedo, eso sí que es verdad, la gente sólo se interesaba en saber que hacíamos allí y a que estábamos esperando. Son super curiosos, en general, siempre están interesados en saber qué es lo que vas a hacer, con quién, cómo.

Después del largo trayecto que todavía nos faltaba para llegar, un rato por carretera y otro buen rato (8 km) por un camino por el que sólo pueden viajar 4X4, la pesadez de todo el viaje concluyó, por fin terminó todo el infortunio, ya estábamos en Luwawa Forets Logde. Recuerdo el frío que hacía nada más bajar del coche. Habíamos ascendido sobre el nivel del mar unos mil quinientos metros de altura, y se notaba, sobre todo por la noche.

Entramos y el recibimiento no fue muy cálido, habíamos empezado las relaciones con muy mal pie por ambas partes. Los dueños, un matrimonio típico inglés, nos preguntaron si queríamos cenar, a lo que nosotras contestamos con mucho orgullo “NO, hemos comprado algo para comer y lo preparáremos ahora en la cocina. Gracias”. Yo creo que nada más abandonar las dependencias del salón se echaron a reír, ya que nos deparaba otra nueva sorpresa ese día, a la cual peor.

Nos acompaña un empleado hasta el hostel y sin más explicaciones nos deja en una especie de almacén preparado o cabaña de madera llena de literas, todo sucio, baños sin luz pero con agua caliente (casi mejor no verlo) y una cocina, por llamarla de algún modo, que no se sabía muy bien si alguna vez eso lo habría utilizado alguien. Sin utensilios de ningún tipo. Imposible cocinar ahí!!! De momento habría que ir a buscar leña, hacer fuego, hacernos con algún cachorro, un follón, que del disgusto nos entró un ataque de risa. Olía a humedad el lugar que nos podéis hacer una idea, así que esa noche cenamos unas rebanadas con mantequilla y nos echamos en esas camas lo más vestidas posibles, de pies a cabeza, y arropadas además con mantas, ya que no disponíamos de saco. Y sin mosquiteras, que se supone que ese lugar debido a las alturas está limpio de mosquitos; pero había otros que nos dieron la noche.

A la mañana siguiente volvimos a deliberar y decidimos cambiar de estrategia ya que en esas condiciones no podíamos estar. Hablamos con uno de los dueños y no sugirió que nos cambiáramos a los chalets, pero por un módico precio, la cosa subía a 30 dólares la noche y persona y si queríamos una cocina en condiciones, lo que para nosotros es una cocina, debíamos pagar 140 dólares por día. Ese hombre estaba loco! pero con quien pensaba que estaba tratando. Nosotras le insistimos que éramos voluntarias y que no teníamos ni un duro, que lo sentíamos pero que eso estaba del todo fuera de nuestro presupuesto. Intentamos negociar una cocina de gas, pero lo mismo, 10 dólares por día y persona. La cuestión era sacarnos el dinero por todos los lados, y no sabíamos por donde tirar.

Ese día decidimos desayunar en condiciones, un desayuno continental para cada una, aguantaríamos hasta la cena y veríamos qué hacer.

Este lugar estaba en medio de un bosque con un lago, y tenía múltiples actividades ofertadas: senderismo, trayectos en bici de montaña, escalada, piragüismo, paseo en barca, pesca, arco, squash, actividades deportivas, etc. Elegimos andar, por lo demás había que pagar, pero de todas formas nos apetecía caminar por este lugar. Cogimos ruta para hacer esa mañana y nos dispusimos a ello con la mala suerte que nos cayó un aguacero que llegamos caladas hasta los huesos, no pudimos disfrutar en condiciones del paseo. Sólo pensábamos en no perdernos y en llegar lo antes posible al hostel, ya que la tormenta nos acechaba y se acercaba cada vez más al bosque donde nos encontrábamos.

Llegamos sanas y salvas al hospedaje, pero muertas de frío y empapadas por todos los lados. Agradecimos una duchita caliente y nos cambiamos de ropa de arriba abajo. Ya estábamos como nuevas, y ahora qué hacer?

Pues entre rebanada y galletas hicimos el lunch y aquí empezamos nuestro vicio con las cartas. Empezamos a jugar al cinquillo y terminamos enganchadas al chichón. A media tarde, como reinonas, nos fuimos al saloncillo del logde que estaba decorado a todo lujo, no le faltaba detalle. NO tendríamos dinero pero no lo aparentábamos; nos sentamos en la terraza, hicimos posesión de parte de ese lugar y muy chulas nosotras nos pedimos un café para tres con una porción de tarta de queso para tres. Los empleados nos miraban alucinados, pero nos hicimos amigos de ellos y nos trataron fenomenal, siempre nos ponían un poquito de más para que tuviéramos suficiente para las tres.

Nos dimos cuenta que el sitio donde nos encontrábamos era un complejo turístico de alto standing, y como no, a cargo de colonizadores británicos. En nuestras conversaciones no parábamos de pensar en lo explotadores que resultaban esta gente, además no compartíamos la idea de venir a África en plan pulserita cuando a un palmo de ti la gente vive en una situación lamentable. En fin, para que contaros todo lo que salió de nuestra boca. Pero que podíamos esperar de un sitio como éste, preparado para el turismo internacional (International Guest House & Adventure Centre), compuesto de chalets de lujo, un hostel (destinado al personal contratado) y camping.

Esa tarde viendo la imposibilidad de cocinar acordamos cenar en el restaurante, pediríamos un menú de 20 dólares para las tres. Fueron super amables y respetuosos con nosotras. Los empleados nos prepararon una mesa para tres, con nuestros correspondientes platos, vasos y cubiertos y nos trajeron una cena en la que comimos perfectamente sin pasar nada de hambre. Estábamos alucinadas, contentas y como el plan estaba funcionando, nos crecimos. Desde ahora, excepto el desayuno, pediríamos para una persona y lo compartiríamos.

Al día siguiente nos encontramos con un montón de visitantes, el segundo día un grupo de Alemania, y el tercero de Australia; el logde debía tener un convenio con varias agencias de viaje, de esas que preparan viajes totalmente organizados, meticulosos, en las que durante un período corto de tiempo, 20 ó 25 días, recorren distintos países; desde Sudáfrica pasan por Zambia, Malawi, Tanzania y finalizan en Kenia. Vaya palizón! En camiones grandes utilizados para rallys, acondicionados como buses, recorren diferentes puntos de cada país. Se pasan más en la carretera que disfrutando de África. Vienen preparadísimos con todo lo necesario. Traen la comida y los utensilios para cocinar, llevan a sus propios cocineros, y sólo hacen uso de las instalaciones. Aquí nos dimos cuenta para qué estaba destinado el sitio donde dormíamos, para los conductores y cocineros de estos grandes grupos; y con ellos por supuesto fue con los que pasamos esas 2 noches.

Esa segunda noche volvimos a pedir un menú para las tres. En nuestras conversaciones siempre criticábamos al matrimonio colonizador inglés y especulábamos lo que escribir en el libro de visitas cuando nos marcháramos. Esa noche finalizada la cena pero en la hora del té, el dueño se acercó a nuestra mesa y muy amablemente nos ofreció a cada una de nosotras una chocolatina rellena de menta. Y nosotras muy amablemente dimos las gracias por ese obsequio. A partir de aquí la opinión que teníamos de ellos empezó a variar, los comentarios se fueron suavizando y llegamos a un punto de arrepentimiento por todo lo que habíamos dicho. Ya no era un colonizador, quizás estaba ayudando a esta zona marginal, quizás nos están atendiendo así de bien porque ha comprendido que somos voluntarias sin dinero, quizás… las tres decidimos que debíamos ser más condescendientes con lo que escribiríamos, ya que la perspectiva con la que lo estábamos viendo quizás no era la correcta. Según Elena, ¡¡¡¡¡ COMPRADAS POR UNA CHOCOLATINA !!!!!

A la mañana siguiente el matrimonio inglés, muy amablemente, nos propone llevarnos a Lilongwe al día siguiente, martes, sólo debíamos quedarnos un día más en este maravilloso sitio. Después de deliberar aceptamos la oferta y nos disculpamos por todas las molestias que les pudiéramos estar ocasionando. También les agradecimos ese detalle. Para nosotras fue la salvación, nos quitábamos de viajar en transporte público.

Ese día aprovechamos hacer la ruta del lago y la visita al poblado de Luwawa, donde hacía unos años un grupo de personas había colaborado y pagado la reconstrucción del colegio y del dispensario de la zona.

Nos dirigimos hacia allá por un barrizal de camino, pero esta vez tuvimos la suerte de que no lloviera. Descubrimos en lo que se había convertido ese proyecto, en un auténtico desastre dejado en manos malawianas. Estaba todo completamente destrozado, sucio, un dispensario sin medicinas, niños asalvajados por todos los lados. Horroroso, parecía un lugar de la selva con gente primitiva. Hicimos algunas fotos pero pocas, ya que no tuvimos un recibimiento muy caluroso; tres asungus curioseando, fuimos objeto de miradas en todo el recorrido al poblado.

Esto nos sirvió para conversar y reflexionar durante ese y los siguientes días. Y a pesar de que el matrimonio inglés nos llevó en su todo terreno hasta Lilongwe, nosotras decidimos que era bueno que se escribiera en el libro de visitas algunas críticas constructivas y sugerencias a los futuros visitantes que vinieran al lugar, y también, por supuesto, felicitamos y dimos las gracias a todo el staff. Con la cocinera nos despedimos con un afectuoso abrazo.

Nuestro viaje acabó en Lilongwe después de comer y de jugar una partidita al chinchón (vaya vicio cogimos!!!). Llamamos a nuestras respectivas congregaciones y nos recogieron para llevarnos a nuestros sitios de origen.

La despedida fue “un hasta luego”, porque dos semanas después nos volveríamos a reunir el grupo para realizar otro viaje, esta vez a la SEGUNDA montaña más ALTA del Sur de ÁFRICA, al MULANJE.

El finde antes de la ascensión al Mulanje Elena y yo, siguiendo nuestra línea de locuras, decidimos ir andando por la carretera hasta en Mvera, unos 20 km. ida y vuelta, llevaríamos unos bocatas y agua y compraríamos en el mercado chitenjes. Ese fue nuestro único fin, pasear y comprar chitenjes.

Ese día, sin esperar otra cosa, hizo un calor abrasador, y la vuelta se nos hizo interminable, parecía no acabar el camino; pero vinimos contentas por haber disfrutado de forma distinta a lo habitual, ya que lo fines de semana son de lo más tranquilo.

Llegó nuestro ansiado viaje. Nos esperaba el Mulanje. Teníamos tres días y estaba todo organizado, además esta vez disponíamos de coche. Al grupo se unió Protos, un compañero de Chezi que no conocía el lugar y quiso disfrutarlo junto a nosotras.

Habíamos quedado en reunirnos todos en Lilongwe, la hora de salida 8.30h. Como siempre nunca se cumplen las predicciones y debido a que Iria tuvo un incidente con su matola y no llegó a tiempo la hora de salida se convirtió en 11.30h. No quedaba otra que reestructurar el plan. Nos quedaban muchas horas para llegar a nuestro destino.

En el trayecto pasamos por varios controles de la policía. Por regla general son rutinarios y pasas sin mayor problema, pero ese día nos pararon en todos y le hicieron preguntas a nuestro compañero de lo más absurdas. Me supongo que como están aburridos y disponen de mucho tiempo se piensan que todos estamos en las mismas condiciones, y cualquier momento es bueno para pedirte el teléfono; de todas formas supusimos que les extrañó ver a un africano con varias asungus de vacaciones y no trabajando. Fue la única vez que no nos identificaron como sisters, ya que cualquier blanca soltera para ellos siempre será sister, es incomprensible que no tengas marido ni hijos, no les entra en la cabeza. Así que en la última de las paradas valoramos que a lo mejor sería mejor calificar a nuestro compañero como driver y no como amigo, y así nos quitábamos de dar un montón de explicaciones.

Llegamos a Blantyre por la tarde y nos quedamos a dormir en esta ciudad un poquito menos caótica que Lilongwe, y que años atrás fue antigua capital de Malawi y ahora es la capital industrial y financiera del país, y se nota. La capital actual es monstruosa, sucia, desestructurada, no se puede definir como lo que entendemos nosotros por ciudad, es un enorme desbarajuste.

Buscamos alojamiento para dormir, que fue “otro show” de los nuestros, y después de encontrarlo y alojarnos nos dispusimos a cenar y a jugar junto con un amigo de Protos a las cartas. Posteriormente salimos de fiesta. Ha sido la primera vez que he salido de fiesta en Malawi, aunque a decir verdad tampoco me he perdido mucho; como siempre digo el día y la noche dicen mucho del lugar, y respecto a lo que observé me concretó mis personales opiniones.

Lo que más me impactó fue ver en ambos seguridad controlando quién accedía a éstos, y además en el baño de mujeres nada más entrar nos encontramos por los suelos a un grupo de mujeres o chicas durmiendo en los diferentes rincones del suelo. Se plantaron un chitenje (tela africana) encima de ellas que les tapaba de arriba abajo, y sin moverse ni percatarse de la gente que entraba o salía o de la música que se escuchaba alta en la disco pasaron allí las largas horas de la noche. No es mal sitio para dormir si valoramos en qué condiciones pueden vivir.

Al día siguiente iniciamos nuestro viaje al Mulanje. El paisaje destaca por las plantaciones de té (plantaciones con irrigación). Por una carretera prácticamente toda recta, veíamos como nos acercábamos a esta espectacular región montañosa. Llegamos hasta la base donde comienza la zona protegida y nos hospedamos en el albergue forestal de la zona.

A partir de aquí empezó nuestra “dura ascensión”. Ese día hizo buenísimo, el calor ya apretaba a las 9 de la mañana. La zona estaba en alerta por sequías, todavía no habían comenzado las lluvias y lo pudimos observar tanto en la gente desesperada como en el campo. A nosotros nos esperaba un duro día, estaba todo calculado y creímos estar bien preparados. Lo normal, lo que hace la mayoría de los visitantes, es realizar la ascensión tranquilamente y sin agobios, hospedarse en el refugio de la plataforma de arriba, donde se encuentran grandes extensiones de bosque de pino, y al día siguiente prepararse para el descenso. Durante el recorrido puedes disfrutar de las cascadas y de un bañito en estas pequeñas lagunas que se forman entre grandes montículos de piedras.

En fin, que nosotros lo resumimos todo este recorrido en un día, teníamos que subir y bajar en el mismo día, y por supuesto teníamos que disfrutar de ese baño. Era lo que más anhelábamos, y según iban pasando las horas y el calor se hacía infernal más lo deseábamos.

Nos explicaron que teníamos que ir con guía o porteador. De forma desesperada te piden que les elijas a ellos, te bajan los precios establecidos y nos sabes qué decisión tomar. Al final la gente del staff de la reserva nos explicó que lo más correcto es coger los que tengan la licencia de guía, así que Protos que se entendía mejor con ellos contrató a Benjamín. Por unas horas Benjamín pasaba a ser nuestro nuevo compañero de ruta.

Entre unas cosas y otras, como siempre, empezamos tardísimo. A pesar de que nos habíamos levantado pronto algunos de nosotros no nos habíamos organizado demasiado bien, y entre sorpresa, desesperación y risas iniciamos el ascenso empinado a las diez y media. Ante nosotros se nos presentaba un camino con un desnivel de 1150 metros, rodeado de acantilados y precipicios cerca de verticales de piedra desnuda, muchas de las cuales se encuentran por encima de los 1000 metros de altura. Los acantilados se disecan por valles de vegetación donde desde arriba los ríos dejan caer agua formando cascadas espectaculares. A menudo hace niebla y las altas crestas de la montaña sobresalen de las nubes, debido a esto el Mulanje recibe el sobrenombre local “The Island in the Sky” (La Isla en el cielo).

Atravesar los valles y las cuencas del río son bastante sencillas, aunque algunas de las travesías de la cresta son abruptas. Hay otras cumbres en el macizo y varias de ellas están por encima de los 2500 metros. Nos explicaron que para alcanzar la mayoría de las cúspides no es necesario ser un experto trepador de la piedra, aunque algunas de las ascensiones son muy escarpadas y potencialmente serias para los excursionistas inexpertos. Pero subir el Mulanje, aparte del esfuerzo que supone y de que la climatología te lo permita, nos compensó con creces, es una pasada. Para mucha gente es uno de los momentos culminantes de su viaje.

Así que imaginaros el trayecto; teníamos un desnivel considerable, teníamos que hacer la subida y la bajada en el mismo día y sólo disponíamos de luz solar durante aproximadamente 7 horas, y claro está no disponíamos de linterna, o sea que debíamos estar abajo antes de que se hiciera de noche. Haciendo un camino circular guiados por Benjamín subimos por el camino corto empinado y bajamos por el camino largo abrupto paralelo al río.

Comenzamos a subir con un calor para morirse; estábamos achicharrados, ni una sombra en el camino. Cada dos por tres parábamos para coger aire y beber agua. La pobre Iria lo pasó fatal, más de una vez quiso tirar la toalla y regresar pero siempre la animábamos diciéndola que lo podía conseguir, que no quedaba mucho, pero el camino no se terminaba jamás. Hicimos una parada para comer algo, pero yo sólo tenía sed, mi cuerpo sólo me pedía líquido. Comimos piña y mango, las mejores frutas que he comido nunca. Estaban deliciosas y las compramos en unos puestos de carretera baratísimas, casi regaladas. El que mejor condiciones tenía era Benjamín, no le noté sufrir en absoluto, me supongo que será el pan de cada día, tienen que estar muy acostumbrados a todo esto. Le ofrecimos nuestros manjares, pero él está harto de comer fruta y aceptó con mucho más gusto comer galletas. Para que veáis como son las cosas, en España un mango cuesta carísimo y aquí, en estas fechas, los encuentras tirados incluso por el suelo de la cantidad que hay.

Pensábamos coger agua a lo largo del camino, pero Benjamín nos dijo que había escasez, que las cosechas estaban secas y que la gente estaba empezando a pasar hambre.

El agua se nos terminó y para la fuente más próxima había que esperar hasta llegar a un tramo alto del trayecto. Creo que nunca lo he pasado tan mal como en esta ocasión. Casi me da algo. Es la vez que peor lo he pasado en la montaña, casi que prefiero el frío. No podía respirar y la deshidratación que tenía mi cuerpo hacía que no coordinara lo suficiente. Me costaba subir, me tenía que ayudar de las manos y brazos, y respiraba con mucha dificultad. Mi deseo era llegar arriba y poder comprar una botella de agua en el refugio, yo creo que ese anhelo es lo que me dio las fuerzas suficientes para seguir adelante. Iria se quedó atrás, no podía más; el guía se quedó con ella para ayudarla. Mientras tanto el resto del grupo subíamos como podíamos.

Lo que nos impactó realmente en esta excursión fue encontrar a lo largo del camino a hombres, adolescentes e incluso personas mayores (aquí llamado agogos) bajar enormes tablones de madera equilibrados encima de sus cabezas, y a veces incluso lo hacen  corriendo. Todo esto es debido a que los lados del macizo son demasiado escarpados para un camino, así que toda la madera es cortada a mano y luego llevada abajo en un cableway (que no vimos operativo) o por jornaleros del bosque. Es impensable e inigualable con cualquier otra experiencia que os haya podido contar. En un día pueden llegar a realizar este trabajo por dos veces y cobran por ello 1000 kwachas (unos 5 euros) por cada bajada. Es decir, suben sin peso, haciendo el mismo recorrido que os he descrito para llegar a la plataforma de arriba donde se encuentran los pinos cortados coger la mercancía y luego bajarla. Y todo por esa insignificante cantidad de dinero y además descalzos. A pesar de la dureza evidente que conlleva todo esto, y el cansancio y esfuerzo que les supone, toda esta gente siempre tuvieron la amabilidad de saludarte, de sonreírte o de esperar para que pasáramos nosotros. Desde luego siempre les dimos preferencia, y ante la pregunta de si les podíamos sacar una foto ellos educadamente se paraban para que pudiéramos sacar la instantánea.

Lo triste es saber que en comparación con otros puestos de trabajo éste se considera bien remunerado. Así que figuraros en qué condiciones trabaja esta gente y todavía los hay en peores situaciones para sobrevivir.

La explicación a todo este proceso es la siguiente. Las plantaciones de pino en el Mount Mulanje fueron establecidas sobre 1950 por el Gobierno colonial del momento. Ahora en la reserva se desarrolla un proyecto de sustitución del pino, especie no autóctona de la zona, por el cedro de montaña (llamado Mulanje tree), especie muy forestada porque su madera es muy apreciada. De hecho en Malawi hay muchos puntos de venta de madera y muchos puestecillos en los que te venden souvenirs hechos con dicho material. Las plantaciones suministran empleo a las personas locales y madera para todo el sur de Malawi. Un efecto lateral, aparte de que las plantaciones sean peligrosas, es la tendencia de los árboles del pino a extenderse lentamente a través del prado natural como de las semillas sopladas por el viento. Estos árboles introducidos perturban el equilibrio de vegetación establecido, siempre precario en las áreas de la región montañosa.

Llegamos a la conclusión y queremos pensar que esta tala indiscriminada de árboles forma parte del proyecto de la sustitución del pino y no de la grave deforestación que se da en todo el país; ya que el aspecto es desolador y lo podréis comprobar en esta foto.

Después de una ascensión dura todo el grupo reunido arriba nos sacamos una foto para plasmar este gran momento, y sin perder más tiempo comenzamos el descenso sin ninguna incidencia aparte de algún resbalón por las condiciones del suelo; sólo deseábamos llegar a las lagunas lo antes posible y darnos un baño.

Cuando llegamos algunos de nosotros nos dimos ese sugestivo baño en un agua helada que se encogían hasta los huesos, pero creo que nuestro cuerpo agradeció ese contraste frío-calor. Derrumbados y derrotados llegamos al albergue y nos arreglamos para la cena. Sin mucha extensión y devorando rápidamente todos los platos nos fuimos pronto a la cama, las agujetas se estaban apoderando de todos nosotros. A la mañana siguiente nos despedimos del staff, del lugar no sin antes hacer una parada en los puestos fuera de la reserva y comprar algunos regalos de esta exquisita y olorosa madera.

Regresamos a Lilongwe y nos despedimos hasta el próximo encuentro.

Muchas historias, muchas anécdotas, que se quedarán en el recuerdo.

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