MUJERES VIAJANDO POR LA AMAZONÍA VENEZOLANA

Vamos a pasar unos días en La Gran Sábana, estamos en la capital, Santa Elena.
Estamos todas muy bien, bueno llenas de picaduras de mosquitos por todos los lados; y eso que el relec es parte de nuestro día a día. Hemos comido fenomenal, y nos han tratado como a unas reinas.
El primer día, fue un poco caótico. Llegamos a Caracas después de un palizón de 11 horas de viaje. Estuvimos la mayor parte del tiempo en el aeropuerto para recoger al resto del grupo que iba en otro vuelo, aparte de reclamar una maleta perdida de una de nuestras compañeras. En ese tiempo aprovechamos para informarnos y cambiar parte de nuestros euros en bolívares. Fue subrrealista, porque aquí todo funciona por contactos y se mueve mucho el mercado negro. Nunca había contado tanto dinero, de forma rápida y sin que nos vieran las cámaras. Pero la diferencia de cambio es abismal, y te lo ofrecen en cualquier momento, hasta en los baños públicos la señora de la limpieza.
Después unos taxistas muy amables nos llevaron hasta la estación de Autobuses porque queríamos movernos a Ciudad Bolivar. Coincidió que al día siguiente era fiesta y que hacían puente la mayor parte de la gente de este país. Eso fue un caos, un horror… horas y horas para comprar boletos y gente por todos los lados. Finalmente después de comprar los boletos nos llevaron a un hostal cutre, en un barrio que para que contar. Al día siguiente nos aconsejaron que no paseáramos por la ciudad, y que no fuéramos al centro de la ciudad, así que los taxistas por seguridad nos llevaron a un gran centro comercial. Fue estresante. Muchísima gente, comimos fatal, y nos costó todo súper caro.
La verdad es que Venezuela no es barato. Nos imaginábamos que todo iba a costarnos menos, y como sigamos así tenemos que pedir un préstamo!!!! y hacer horas cuando volvamos!!! No entendemos como la gente sobrevive, con los sueldos que hay, y la calidad de vida que tienen. Caracas es más caro que España… cualquiera compraba.

A partir de aquí empezó realmente nuestro viaje. Normalmente viajamos por la noche para aprovechar la noche y ahorrarnos un día de estancia. Llegamos a Ciudad Bolivar y nos fuimos a ver a nuestro contacto, quien muy amablemente nos había reservado sitio para dormir. La verdad que es un encanto de persona, se llama Philip. Nos ha ayudado mucho y nos ha dado mucha información: guías, lugares… tenemos mucho que agradecerle; tanto a él como a todas las personas que se han cruzado en estos días con nosotras.
En Ciudad Bolívar fue donde contratamos la ruta por el río Caura. Hemos estado durante 5 días en la Selva Amazónica. Una pasada!!!! impresionante, esto es para verlo; no sé si se reflejaran en las fotos todo lo que hemos visto. La experiencia ha sido enriquecedora.
Salimos de Maripa, ciudad indígena civilizada donde se encuentra el puerto. Desde aquí nos montamos en una canoa de madera, eso sí con motor, 9 personas, nuestro guía Miguel, y un matrimonio indígena para ayudarnos. El primer día estuvimos 4 horas de carro hasta llegar al puerto y 6 horas de canoa hasta llegar al primer campamento. Ese día lo pasamos peor porque nos llovió durante la travesía, nos calamos totalmente y el frío se nos metió en el cuerpo hasta el día siguiente. Además en la selva hace mucho, mucho calor, un calor muy pegajoso, estás todo el día sudando; sin embargo por la noche refresca y hay mucha mucha humedad. Todas las noches hubo grandes tormentas. Ese día no estuvimos en ninguna comunidad indígena, simplemente descansamos en hacamas y repusimos fuerzas. La comida excelente, Miguel cocinaba unos platos estupendos (como nos acordamos en estos momentos de esos desayunos y cenas!!!!); la cocinera hacia la comida indígena, pero Miguel preparaba platos, como él decía, para Uds., para los turistas.
Al día siguiente visitamos 2 comunidades indígenas, muy diferenciadas. Algunas están muy bien estructuradas, pero todas tienen su colegio y su ambulatorio. Aquí todos son como «Madgiber», tanto las mujeres como los hombres son unos currantes. Innimaginable!! no me veo viviendo así, es súper duro!!! Miguel nos explicó mucho sobre su cultura, su forma de vivir, su lucha… La verdad que a diferencia de México, aquí cuidan mucho a los indígenas, es parte de su tierra y se les tiene respeto. Se les apoya, dentro del abánico abierto que tiene el Gobierno, y se les ayuda con muchos programas sociales; aunque siempre se puede hacer más.
Llegamos al playón, donde permanecimos 2 días, una comunidad indígena con churbatas o cabañas preparadas para la gente que va a visitarlos. Es una zona tranquila, donde todo está limpio y tienes algo más de comodidades. Desde aquí hicimos varias rutas: vimos el Salto Kuyuwi, el Tobogán del baño, sitios dignos de ver… en algunos de ellos, si podíamos, aprovechábamos para bañarnos en el río… todo era paz… el paraíso. En esta Comunidad Yikuana tuvimos una sorpresa en una de las noches que estuvimos allí, una mujer dio a luz a una niña guapísima, tenía horas de vida y estaba perfecta y la madre de pies recibiéndonos y mostrándonos a su pequeña. La bautizamos con un nombre español, la hemos llamado Gema, y la hemos sacado unas cuantas fotos para mandárlas a la Comunidad. Las 9 del grupo: 8 españolas y nuestra amiga Suiza Antonieta, la hemos apadrinado. Qué ilusión nos hizo!!! Aquí todos los niños tienen nombre yikuana y nombre venezolano, curiosísimo!!!
En lo que llevamos aquí nuestro horario ha cambiado radicalmente, a las 8 cenamos, más o menos, y a las 9.30 estamos ya en las hamacas para dormir, destrozadas de todo el día. Eso sí, a las 6.30 nos levantamos y desayunamos a las 8 de la mañana. Así que aprovechamos bien el día. De todas formas aquí amanece sobre las 5-5.30 y anochece a las 6. En estos días en la selva hemos conversado mogollón, nos hemos reído muchísimo y hemos aprendido. También nos hemos relacionada con la gente del lugar, que es súper amable, y hemos intercambiado información.
El último día estuvimos durmiendo en otra comunidad, mucho más pequeña, y disfrutamos con los niños del poblado. Nos echamos unos bailes con ellos. Se mueven fenomenal, son alegres, vivos… lo peor es ver como aquí casan a las niñas más o menos a los 12 años, y las ves con hijos súper jóvenes… mucho que contar en este apartado.

Ya os contaré más en sucesivas crónicas

Texto de Isabel González Gómez

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