El Rincón del Trotamundos.
Era un día de otoño de noviembre, el sol apenas se elevaba por el horizonte, cuando llegamos al Centro de Interpretación de la Naturaleza del Parque Natural del lago de Sanabria. Un absoluto silencio propiciado por el amanecer tras el paso de la noche, invadía el bosque de robles jóvenes que cubren una amplia extensión de este territorio sanabres, situado en los márgenes del río Tera, un importante afluente del río Duero que nace en las sierras de Cabrera y Segundera.
Visitamos el Centro de Interpretación para poder situarnos en este Espacio Natural, donde se exponen paneles con fotografías, vídeos y mapas. En los paneles se muestran las costumbres, tradiciones, arquitectura y especies vegetales y animales que pueblan este territorio, así como la singular geología de las montañas sanabresas. Nos llamó la atención la sala dedicada al desastre que produjo la ruptura de la presa de Vega de Tera el 9 de enero de 1959. Un video y varios panes con texto y fotografías en blanco y negro, ilustran esta tragedia humana acaecida en el pueblo de Ribadelago.
Abandonamos el Centro por el GR que pasa junto a su puerta principal y nos internemos en el bosque. Pronto descubrimos entre las hojas caídas de los árboles, numerosas setas y hongos que proliferaban por doquier. El camino, nos lleva directamente hasta encontrarnos con el río Tera que desciende placido entre el bosque de ribera, donde observamos especies de sauces, olmos, arces, chopos, servales, castaños y acebos. Una exuberante vegetación que en algunos casos oculta el curso del río y se cierne sobre el camino formando una especie de galería.
Disfrutamos de un paisaje único y de una naturaleza que nos muestra los cromáticos colores del otoño en el bosque de hojas caducifolia. Remontando el río nos topamos con la primera aldea del camino, Cubelo, un bonito pueblo que conserva parte de la arquitectura tradicional sanabresa, con casas de planta baja de piedra, y techumbres de pizarra. La casas armonizan con el paisaje y la naturaleza, pues junto a esta se encuentran las huertas donde los paisanos cultivan toda clase de hortalizas, legumbres y árboles frutales. Por las calles corretean en plena libertad, los perros, los gatos y otros animales domesticas, lo que produce en el viajero una agradable sensación de libertad y relajación.
De Cubelo continuamos ascendiendo por la vega del Tera disfrutando del bosque, en medio del cual, próximo al río, descubrimos un antiguo molino que ha sido restaurado recientemente, y aguas arriba, una represe desde la cual se desvían las agua por un canal que conducen hasta el molino y hacen girar las ruedas de este. Un rincón fantástico donde quedarse todo el día disfrutando de la naturaleza y del silencio. Pero un poco más arriba, descubrimos unos manzanos abandonados y la tentación nos pudo y decidimos probar sus gordas y lustrosas manzanas aunque picoteadas por los pájaros, un autentico manjar, igual que las nueces, castañas y avellanas recolectados por el camino.
Sin apenas darnos cuenta, nos encontramos en la aldea de Galende, un pueblo como Cubelo, un poco más grande, de casas sencillas, calles apacibles jalonadas por huertos y jardines, y arquitectura montañesa. Un lugar más que agradable para retirarse y disfrutar de la naturaleza, el paso del tiempo y ser autosuficiente.
Como en Cubelo, en Galende los animales andaban sueltos por las calles, y no sabemos muy bien donde ni cuando, pero en el camino se nos unió un acompañante más, un mastín de bello pelaje y agradable compañía, y sobretodo muy servicial pues se prestaba con agrado a las caricias y nos ayudaba con las vacas para sacarlas del camino y de esta forma poder pasar sin ser pisoteados por estas.
En Galende abandonamos la compañía del río Tere, lo cruzamos y nos encaminamos en dirección al pueblo de Pedrazales situado en la ladera de la montaña, entre grandes robledales, viejos castaños y hermosas choperas que vestían sus mejores colores otoñales. Tambien en esta aldea los huertos sembrados de hortalizas y manzanos se suceden por doquier.
Rojas manzanas con las que se hacia la boca agua, castañas y nueces que yacían en el suelo por las plazas y calles de la aldea. Los pocos paisanos que encontramos por el camino, o en los pueblos, se afanaban recolectando las hortalizas y los frutos de los huertos, algunos se prestaban animados a la charla y nos indicaban la continuidad del camino.
De Pedrazales hasta Vigo de Sanabria por un camino bien trazados en medio del denso bosque, donde aquí y halla aparecían algunos prados donde pastaban las vacas y algunos caballos. La entrada en Vigo de Sanabria la hicimos por el camino tradicional que viene de la aldea de Trefacio. Siguiendo este camino nos encontramos con el curso del río Forcadura, lo cruzamos por un hermoso puente de piedra de tres arcos, en el pueblo dicen que es de época romana pero más bien parece medieval.
Desde este monumento se tiene una bonita panorámica del curso alto del río y de la las montañas sanabresas. Aprovechamos el paso por este viejo puente para hacernos una fotografía de recuerdo y inmortalizar el momento de esta ruta con todos los componentes del grupo.
Vigo de Sanabria, es una de las aldeas más largas de la comarca, tiene un kilómetro aproximado. Todo el caserío, se asientan en ambas margenes del río Forcadura, alternándose las casas con las huertos y las zonas de arbolado. El pueblo posee dos bonitas iglesias con espadañas y un emplazamiento privilegiado entre montañas y a orillas del río, aunque los paisanos se quejan de que en invierno hace mucho frío.
En la parte alta del pueblo, encontramos una fuente con agua fresca que mana abundantemente y muy cerca, junto a otro puente, una zona recreativa con columpios para niños, el lugar ideal para degustar de la merienda y disfrutar de un soleado y agradable otoño.
Terminada la comida, y las risas con los compañeros de viaje, reanudamos el camino, este asciende por el cañón de Forcadura siguiendo el curso accidentado del río del mismo nombre. Esta parte del camino se hace más empinada y requiere de un mayor esfuerzo físico. Pronto nos encontramos con los rápidos de agua, las cascadas y las zonas abiertas donde el bosque da paso al monte bajo de brezos, retamas, servales y lenticos. En las paradas, echamos la mirada hacia atrás y descubrimos el amplio valle por el que discurren las aguas del río Tera. Entre el bosque aparecen as aldeas por las que hemos pasado que emergen entre colorido bosque.
Cruzamos de nuevo el río Forcadura, esta vez lo hacemos por un rustico puente de lajas de piedra bajo las cuales pasan con estruendo las aguas del río, aprovechamos para sacar fotografías del paso y para deleitarnos con el murmullo del agua en su descenso apresurado por la estrecha angostura. A medida que subimos el valle se va abriendo y comienzan aparecer las altas planicies de la sierra, con las evidentes huellas de los antiguos glaciales que durante el cuaternario cubrieron de hielos estas zonas altas de la sierra de Cabrera y Segundera.
Los hielos dieron forma al peculiar relieve de estas montaña, con circos glaciales, morrenas, planicies, cañones fluviales y lagunas. Donde se alternan las zonas de pastizales, con los brezos, los piornos, las turberas. Todo un mosaico de especies que se han adaptado al clima extremo de estas altas sierras, donde el clima suele ser extremo, especialmente durante los invierno cuando los vientos polares del norte peninsular, barren estas planicies.
Durante esta última parte del camino, nos acompañan, además de los altos piornos, las vacas que suben hasta los pastizales alpino. Por el temor a ser pisoteados por estos animales doméstico, terminamos siendo expulsados del camino y metidos en un lodazal, mientras las vacas ascendían por el limpio camino trazado para los senderistas. Cosas de la naturaleza y la debilidad del intruso.
Al fin llegamos al punto en el que terminaba nuestros viajes, la laguna de Los Peces, situada en el altiplano de la sierra de Cabrera. Esta laguna ocupa la base de un antigua glaciar y junto con la de Las Yeguas, que se encuentra ha un escaso kilómetro, dan forma y vida al río Forcadura, afluente del Tera. Ya en la laguna, disfrutamos de la soledad del momento y de un merecido descanso, corto por que el frío, como siempre en este lugar, se hace notar y nos pone de inmediato en movimiento.
Mientras unos recuperan los coches, otros seguimos descendiendo en dirección al pueblo de San Martín de Castañeda, durante el descenso disfrutamos de la puesta de sol que tiene lugar por la sierra Segundera en la frontera con Galicia. Ya en San Martín, aprovechamos para tomar un café café y disfrutar de una hermosas panorámica de la cuenca glaciar del Lago de Sanabria, el más grande de agua dulce de la Península Ibérica.
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Estupendo post. Soy un asiduo de Sanabria y un enamorado de la zona. Sanabria tiene mucho que ofrecer en todas las estaciones del año pero en otoño o invierno presenta todo su esplendor y es una época ideal para hacer cualquiera de las rutas que hay. Esta no la conocía así que habrá que hacerla. Yo os recomiendo también la ruta de la cascada de sotillo, es muy bonita.
Un saludo