Los caminos Reales de Guadalupe

José Acera Cruz, Jose Ángel Hernández

Camino Real de Gauadalupe

…Cuando estas tres días pedaleando en un terreno abrupto y quebrado, donde el descanso se hace querer, y donde el ritmo, al igual que la respiración debe ser acompasado, reposado y profundo, enraizando con el bajo vientre, de la misma manera que engranamos con nuestro impulso plato y piñones, con esa cadencia que te permite a duras penas ir sobrepasando cotas, tantas como el devenir de nuestro camino nos va arrojando a nuestros pies, necesitas tener, mínimo, un poquito de forma física y sobre todo mucha motivación.

Calera y Choza

Efectivamente así ha sido, un camino duro, pero increíblemente sorprendente. Era el momento sin duda, tal vez una semana más hubiera sido la explosión primaveral por excelencia, esa que este año con estos calores de estos días, posiblemente se quedará en efímera flor de un día, por expresarlo en tono bucólico.

Camino Real de Guadalupe

Pero los preparativos, mapa y rutómetro ya estaban en nuestra mano, al igual que las bicicletas, alforjas, y lo más importante, el grupo de gente que decidimos acercarnos a la siempre extraordinaria Extremadura, de la que nunca nos acostaremos sin que nos descubra algo nuevo y diferente.

Vados con agua en el Camino Real de Guadalupe

Calera y Chozas en la provincia de Toledo, se antojaba como punto de partida, y con un buen vehículo como la «furgo» de Javier, da menos pereza, y enseguida te pones en destino, no por la velocidad, pero si por la buena y rápida carretera, como por el placer de ir conversando cómoda y espaciosamente con los amigos; Toño, Rafa, Javi y Jose Angel. Desde este punto de inicio a nuestro destino final que no es otro que el mismo, pero a través de una ruta circular o triangular, nos intrincarnos en  diferentes valles y serranías que componen esta reserva de oxigeno para nuestra península.

Real cañada Leonesa

Fijémonos en primer lugar en el detalle diario de recorrido y desniveles de descenso y ascenso, para de esta forma situarnos en escena real donde valle y sierra, son una continuidad incesante durante todo el itinerario;

  • Jueves, 66 kms. 1.013 mts.descenso// 673 mts.ascenso
  • Viernes, 56 kms. 1.151 mts.descenso// 1.309 mts.ascenso
  • Sábado, 85 kms. 767 mts.descenso// 876 mts.ascenso

Campos de Cereal, Calera y Choza

Es cierto, un poco duro, sobre todo si pensamos que solo hemos tenido  tres días, perdón, dos y medio, ya que parte de la mañana del jueves, como parte de la tarde del sábado las hemos dedicado al viaje de ida y vuelta a Salamanca. Pero ahora, en la distancia, con la retrospectiva de una semana creo que ha sido una gran oportunidad que no hemos desperdiciado, sobre todo cuando comienzas a recordar para estas líneas los lugares por los que hemos pasado y las experiencias que hemos compartido. Si, sin duda si tengo que recomendar la ruta aconsejaré que sean cuatro días mejor que tres, irás más fresco y disfrutarás un  poco más del momento, pero aún así, con cierta escasez, nosotros nos hemos empapado en parte de la belleza de los alcornocales, de la emblemática y colosal Guadalupe, del hechizo de las noches camperas en la dehesa, con el aroma del espliego a nuestro alrededor, así como sentir y olfatear, que ciervos y corzos merodean tu espacio, curioseando la novedad.

Nuestro primer pueblo de paso, Puente del Arzobispo, en medio de la llanura, repleta de pastizales de trigo y cebada, ofrece al velocipedista artesanía viva, toda una industria manual dedicada a la cerámica, pero a la auténtica, nada que ver con esa que nos viene de Oriente, mutilada por el desarrollo industrial en masa. Aquí el barro adquiere forma con delicadeza, en pequeñas fábricas familiares, cada una con su impronta, donde cada pieza es única y cada taller peculiar y singular. Disfruté en casa del los Hnos. Escobar, donde muy amablemente me enseñaron sus piezas más valiosas. Su elaboración, y proceso, y aunque cierto es que la “otra artesanía”, les robó mercado, todavía son más de cuarenta fábricas las que resisten el envite desde este pequeño pueblo manchego. Destaca, como no podía ser de otra manera su puente, que da nombre a la villa, de estilo gótico se levanta majestuoso en sus once arcos, dejándose atravesar por el Tajo.

Plaza mayor de Puente del Arzobispo

Continuamos por la Real cañada Leonesa, y ya en el pueblecito de Villar del Pedroso tomamos la mano del Camino del Huerto, que nos acercará a Carrascalejo, justamente postrado en las primeras estribaciones serranas, anticipo de nuestro serpenteante discurrir para alcanzar la cima del Puerto de Arrebatacapas. Del pueblo de Carrascalejo, guardaremos el recuerdo de su tienda, y sus amables dueños, más de noventa años lleva allí instalada por eso a nadie se le ocurrió poner un cartel que la identificara, y así pasamos una y otra vez por la mismísima puerta y éramos incapaces de encontrarla, todo arte, nostalgia e historia.

Puente del Arzobispo

Ya en la cima disfrutamos de la Sierra de Altamira, de las faldas de sus montañas, cuelgan árboles y arbustos, bien mezclados como corresponde a un bosque primitivo, encinas, lentisco, durillo, alcornoque,..

Pero correspondía descender lo ascendido, y nos esperaba el pueblo bien llamado y sin necesitar discurrir en exceso, Entresierras, pero antes de volver a subir dejarme que os cuente la anécdota de los chalecos, si, esos reflectantes que llevamos todos en la guantera del coche, bien pues aquí parece que los regalan, como pasamos por esta carretera cerca del atardecer, la gente del pueblo mantiene la tradición de pasear sierra arriba y abajo, por lo que en nuestro descenso no dejábamos de saludar y vernos sorprendidos por el reflectar de sus chalecos, todo el mundo los lleva, ¿esconderá alguna campaña política que nos sorprenderá en las próximas elecciones?.

Fuera de bromas, en el bar del pueblo disfrutamos escuchando a la dueña las anécdotas sobre ciervos, corzos y muflones, que en época de berrea, se cuelan en el pueblo y acaban con los pequeños huertos, fruto del nerviosismo de los grandes machos. Y es que tiene que estar el lector en ese lugar, para darse cuenta que este pueblo es un oasis en el desierto, pero al revés, ya que te sientes rodeado en el fondo del valle por tupidos bosques y exultante naturaleza, mires donde mires.

Iglesia de Villar del Pedroso

Vuelven las rampas, y como la hora va pidiendo descanso nos ponemos como meta la Dehesa del Hospital, a la orilla del Guadarranque , y debajo de las encinas que nos cubrirán del rocío al amanecer.

La mañana anunciaba sol y calor, pero allí entre el bosque todavía el frescor y la humedad se hacían latentes, por ello, comenzar a rodar es la mejor fórmula de desprecio al frio.

Grupo de ciclistas en el camino Real de Guadalupe

A veces, las rampas pueden ser empinadas, pero si están bien trazadas, pueden ser asequibles, el problema es cuando se convierten en corta-fuegos y esos, suelen ser rectos, y solo alcanzas a ver una plano inclinado que asciende hasta donde te llega la vista, y un suelo lo más parecido a un campo preparado para ser cultivado en algún otro momento, pero nada que ver con un sendero transitable, ¡¡pues adelante!! que es el primero, (desconocíamos en ese momento que en nuestro viaje descubriremos como los ilustrados en la materia trazan una nueva vía sin pensar que curvas y zetas bien trazadas, ayudan al caminante y al ciclista que por ellas quiere discurrir, ¿Qué cabeza pensante ha cometido esta barbaridad?…,pero eso lo contaré en breve, pues forma parte del segundo y tercer y último día).

Cruce de caminos

De nuevo en la carretera y una vez abandonado el camino corta-fuegos, continuamos la subida hasta el Caserío del Hospital, situado un poco antes de alcanzar el Puerto del mismo nombre. Lugar bien localizado y estratégico que acogió a los peregrinos que en tiempos caminaban por estos lares en busca de la Virgen de Guadalupe y su Monasterio. Aquí, en el Caserío, nos quedamos con ganas de tomar el camino que discurre hasta Navalvillar de Ibor, es tentador y aparentemente muy atractivo, pero tenemos un destino ya previsto y el tiempo demasiado ajustado para nuevas aventuras.

Villar del Pedroso

Ya desde la cumbre, en plena Sierra del Hospital, en una mañana de ensueño, vemos nuestro último Puerto al alcance de la mano, Puerto de Cubero, y desde su cima, una vista impresionante de la Sierra y Valles de las Villuercas y de Ibor, aquí la mezcolanza entre bosques mediterráneos y atlánticos, toman presencia y espacio. Bajamos despacio, serpenteando y disfrutando del infinito bosque, tomamos el falso llano y continuamos discurriendo  paralelos a lo que los extremeños llaman la Sierra Apalache, buscando similitudes con la cadena montañesa que atraviesa entre Terranova y el Estado de Alabama en Estados Unidos.

Puerto de Arrebatacapas

Es el Puente de los Alamos, punto de inflexión, lugar donde se nos recuerda una vez más… que aquí de llanear poco, y arriba otra vez, que volvemos a ascender, por una senda pedregosa, nada que ver con un camino convencional, o una senda simplemente, esto es otra cosa, solo apta para llevar tu bicicleta cargada de la mano, como fiel compañera…

Hospital del Osobispo

Una vez que alcanzamos el collado, un oasis, y ahora sí, increíble, encontramos una casa palaciega, con su charca privada, su orientación sureña, el croar incesante de las ranas, un porche amplio de columnas propio de palacio micénico, un césped bien cuidado,…, solo faltaba ver por la singular estancia, los “daikiris”, junto a las tumbonas, y el deseo de “no me quiero morir nunca…”

El Humilladero

Es Guadalupe nuestro siguiente destino, pero antes la Ermita del Humilladero, construida en el siglo XV en estilo mudéjar, lugar de culto para el peregrino, que en este alto del Cerro de las Altamiras, encontraba su necesario descanso físico y espiritual antes de alcanzar la monumental Guadalupe.

Por el camino viejo hacia el pueblo nos entretenemos con el cabrero, quién en plácida conversación nos comenta anécdotas de su especial y ya casi en desaparición labor.

Claustro mudejar del Monasterio de Guadalupe

Guadalupe nos enseña su mejor cara, y sobre todo por la hora, eran las tres de la tarde, ese momento donde los españoles nos solemos refugiar en casa o en un restaurante para disfrutar de la solemnidad de una buena comida. Como casa no tenemos cerca y las terrazas de la plaza es la mejor tentación a mano, no lo dudamos y comemos lo típico del lugar, migas extremeñas y caldereta, que es comida de calorías y de invierno, y aunque el calor arrecia, no es menos cierto que la tarde seguirá exigiendo quema constante de esa grasa excedida.

Un paseo a través del Arco de Sevilla y de algunas de sus calles características nos permiten internarnos un poco más en la apacibilidad y belleza del lugar. Resaltar un detalle, es un pecado irse de Guadalupe sin visitar el Monasterio, su basílica, su claustro mudéjar, el gótico, las torres que abrazan toda la construcción como su templo, pero la tarde no da mucho más de sí, y esperar a ello, habría supuesto sin duda un necesario día más de viaje. Algunos, ya hemos tenido la suerte de pasearlo en otros momentos, supongo que los que no lo han podido hacer ahora, no purgaran su pecado hasta no visitarlo con calma y detalle.

El grupo posando en las escalinatas del Monasterio de Guadalue

Avanzamos en la serranía, y tras un espectacular descenso desde Guadalupe y una vez atravesado por sus arcos el imponente puente del ferrocarril, nos acercamos al ya inolvidable para nosotros GR-116, Camino natural de las Villuercas. Dicen…que como RENFE y la Junta de Extremadura no encontraron acuerdo, no se pudo enlazar por  la antigua vía del ferrocarril y así convertirlo en Vía Verde, el tramo existente entre Logrosán-Santa Quitería, por ello se buscó la alternativa de adecuar este GR, para bicicleteros como nosotros.

Viaducto del Ferrocarrial de la Jara, Guadalupe

No sé si el comentario anterior es cierto, pero lo que si les puedo asegurar amigos lectores, que independientemente del atractivo paisajístico que sin duda tiene nuestro recorrido en este tramo que nos resta hasta Calera, ¡prepárense para sufrir!, excepto que lleven bicicleta de 6-7 kilos de carbono o similar, no lleven nada de peso y tengan las piernas bien rodadas, pero bien rodadas, nada de solo dos mil kilómetros o tres mil al año. ¡Por favor!, esto se avisa y no cuando estás llegando, que señalizado, sí que lo está, pero solo lo ves cuando está metido en harina,…”rampa del 21%,”, “rampa del 18%”, “rampa del 23%”, y así todo el tiempo, algunas del 13% y del 8, para aligerar cara al siguiente susto…

Enseguida, y entre alcornocales y alfombras verdes electrizantes de color, por la humedad existente,  nos acercamos a las ruinas de un antiguo monasterio o anexo de la Casa de los Jerónimos, posiblemente casa-cabaña granja y agrícola, recuerdo que albergaba en su exterior un pozo con acequias muy interesante sin duda, todo el espacio muy fotogénico, aunque en esto tuvo que ver mucho la hora del día y el inicio de la caída del sol.

Camino Natural de las Villuercas

Pasamos casi de largo la Ermita de la Concepción, también en ruinas, y de la que solo dio buena cuenta Rafa, que la encontró entre la dehesa. Lo cierto es que la tarde se escapaba de las manos, y entre alcornoques, encinas y jarales, debíamos buscar sitio para dormir, con las estrellas como techo, en esta cálida noche primaveral. Y  en lo alto de un cerro, con los valles a nuestros pies y el Pico Villuercas vigilante a lo lejos, dispusimos, nuestros pertrechos. Atrás hemos dejado sin visitar el pueblo de Alía, y en el hemos dejado los famosos hornos de cal, que alimentaron entre el siglo XIV y XV la construcción del Real Monasterio de Guadalupe. También en Alía dejamos un claro exponente del mudéjar extremeño en la Iglesia de Santa Catalina.

Camino Narural de Las Villuercas

Y así, nuevamente Extremadura en la noche, con el aroma a lavanda salvaje, con el autillo o cualquier otra nocturna merodeando y dejándose escuchar de vez en cuando… todo un privilegio.

Por la mañana, volvemos a danzar por este atractivo GR, pasando por el Embalse de Riofrío,  el encuentro con las Casas de la Huerta de las Ventas, una finca de equinos de alto “standing” sin lugar a duda. Así transcurren las primeras horas de la mañana hasta que por fin, llegamos al famoso Valle del Guadarranque, a través del cual se accede a la Garganta de la Trucha, y así poder disfrutar de la famosa Lorera,

deseado bosque tanto de Rafa como de Jose Angel, el cual nos cuenta del mismo que lo componen, “Prunus lusitánica”, pariente cercano del “Prunus padus”, y hasta aquí estamos como al principio pensando que es una especie de loro, ¡pues no!, es un árbol, ¡familia del laurel!, ahora ya empezamos a entendernos. Se cría en gargantas muy sombrías de montaña, formando bosquetes muy típicos denominados “loreras”. Son restos de antiguos bosques terciarios, que solo se conservan en lugares clave, favorecidos por climas suaves y frecuentes lluvias. Hubiera estado muy bien alcanzar la Garganta de la Trucha, pero el tiempo descontaba en nuestra contra y tuvimos que dar la vuelta, no pasa nada, la mejor disculpa para volver a estas tierras.

Camino Natural de Las Villuercas

Por delante nos quedaba todavía un sube y baja continuo, pero en este caso solo subiendo por nuestro ya hermanado GR-116 que inicia sus pasos al Puerto de San Vicente, sin pensarlo, todo de  frente, como si de un corta-fuegos se tratara, y con las pendientes acostumbradas claro. Una vez alcanzada la cima recuperamos fuerzas y agua en el pueblecito del mismo nombre.

Rumbo a la estación de Santa Quitería, ahora si, después de reencontrar a Rafa, y comer plácidamente, nos disponemos a rodar por la Vía Verde de la Jara, con sus túneles, trincheras y viaductos, atrás vamos dejando lugares ya conocidos, pues no es la primera vez que rodamos por esta vía; Embalse de San Vicente, estación de Pilas, el río Tajo…Bastante deprisa eso sí, no en vano el camino pica hacia abajo en esta dirección y aprovechamos la coyuntura pues además apetece ir terminando la ruta.

Camino Narural de Las Villuercas

Vía Verde de la Jara

De nuevo en Calera y Chozas, nuestro itinerario se ha cumplido en tiempo, si bien en contenido algunas pretensiones se quedaron en el cuaderno de viaje simplemente. No importa, volveremos, esta tierra te invita  a disfrutarla en cualquier momento, aunque cierto es que la primavera es esa estación que muchos desearíamos para todo el año.

¡Hasta otra!.  Abril/2011.

Otros reportajes de los autores en El Trotamundos

Aventura en dos ruedas por las llanuras de la Mancha

Pedaleando en BTT por el Camino del CIC

Puente de la Alameda

Flor de la Peonía

Puente del Arzobispo

Las Villuercas

Navatrasierra

La puebla y el Monasterio de Guadalupe

Guadalupe

La Pueblla y Monasterio de Guadalupe

Mapa del recorrido

4 thoughts on “Los caminos Reales de Guadalupe

  1. ¡Impresionante recorrido!. Me ha encantado. Gracias por compartir vuestras experiencias.
    Las fotos me han gustado mucho, son muy muy buenas. Hay algunas que son de una calidad y belleza excepcionales. Realmente de profesional.MUchas gracias.

  2. Muy buenas las fotos y los comentarios, Pepe. Me han gustado mucho. Por cierto a ver si me pasáis las fotos, capullines, jeje. Un abrazo para todos

  3. me gusta impresionante recorrido,es misterioso lo que el mundo tiene y las soprpresas que ofrece

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