Fotografía de Javier Elcuaz

La extrema fragosidad de la sierra de Gredos, es conocida entre los amantes de la montaña y el senderismo. Quienes practican la escalada alpina o los que disfrutan con el cristalino hielo. También entre aquellos viajeros que recorren los caminos buscando la belleza y la plenitud de la naturaleza. Afilados cuchillares erosionados por los hielos, verticales agujas esculpidas por el tiempo, torreones que se alzan sin sucesión de continuidad, circos y lagunas glaciares excavadas en la roca por los hielos del cuaternario. Enriscadas gargantas que desaguan hacia los ríos, y mil canalizos que se hunden en la roca. Todo ello da lugar a uno de los parajes más salvajes y bellos del Sistema Central.

Gredos es pues, una de las sierras más fragosas y frías de la Península Ibérica, en la que se refugian numerosas especies de la flora y la fauna Ibérica, siendo la cabra montés el emblema de estas montañas. Llegado el invierno, el desnudo roquedo se transforma, la abundante nieve cubre de blanco los fragmentados granitos. Se tapan las oquedades, se ensanchan los corredores y en los gélidos atardeceres, cuando la luz rasante se extiende sobre las montañas, toda la sierra se sumerge en la penumbra y el silencio.
