Cada primavera, miles de personas se acercan a ver la floración de los cerezos en el Valle del Jerte; es un espectáculo digno de ser contemplado. Sin embargo, la mayoría desconoce la belleza del otoño. Los colores amarillos y ocres de castaños y robles, pero sobre todo el rojo de las hojas de los cerezos, que tiñe todo el valle.
El Rincón del Trotamundos. Javier San Sebastián
Son muchos los lugares en los que se puede disfrutar de este regalo anual. En esta ocasión, recorremos caminos por su parte final, la más cercana a Plasencia.
Como venimos desde el norte, entramos desde el valle del Ambroz por Cabezabellosa, un pueblo con una extraordinaria situación en la ladera de la sierra Tras la Sierra, dominando el valle del Ambroz la Sierra de Francia y Las Hurdes. Una estrecha carretera nos lleva hacia el valle contiguo del Jerte en el que proliferan los bancales de cerezos y blancos pueblos.
Antes de llegar al pueblo del Torno, los grandes robles toman el protagonismo. Hay troncos espectaculares por toda la ladera, pero un gigante entre ellos merece una atención especial: el fabuloso roble del Acarreadero, en el paraje de Romanejo; el mayor roble de Extremadura, de unos 500 años de antigüedad y 5,77 m de perímetro de tronco.
Cruzamos el valle y llegamos a Casas del Castañar, desde donde haremos un recorrido fuera de lo común. Las plantaciones de cerezos nos acompañan hasta los castaños centenarios de Escondelobos y la Fuente de las Escobanchas. Son enormes, dignos en su vejez y vestidos con sus galas otoñales. El paso del tiempo, las inclemencias y la mano del hombre ha provocado que algunas ramas y troncos no hayan aguantado. Aun así, los troncos se alzan poderosos destacando como los abuelos del bosque.
Tras recorrer grandes extensiones de robledal, llegamos a los Riscos de Villavieja, en la parte final de la sierra entre los valles de Jerte y de La Vera. El lugar, otro mirador magnífico, es evocador. Estuvo ocupado por un castro vetón y se pueden distinguir con claridad restos de murallas y edificaciones.
El regreso nos lleva hacia Casas del Castañar por la era de San Bartolomé. Las vistas de los pueblos del Jerte iluminados por el sol del atardecer son la imagen perfecta para finalizar un recorrido absolutamente recomendable en otoño.
