El Trotamundos. Javier Elcuaz del Arco: 28/8/2011
El lema responde a lo que encuentras en Alaska: enormes espacios donde el ser humano apenas ha hecho de las suyas y la naturaleza sigue su ritmo proporcionando una sensación de libertad sólo limitada por el horizonte.
Tras diez horas de vuelo directo desde Frankfurt llegamos a Anchorage, compartiendo el avión con joviales aficionados alemanes a la pesca del salmón. En verano, el tiempo que nos espera en el sudeste y el interior que recorrimos es lluvioso y fresco: las temperaturas pocas veces superan los veinte grados centígrados, el mes más seco del año es mayo.
Los trescientos mil habitantes de Anchorage suponen casi la mitad de toda la población de este estado. Aún no siendo la capital, sí es la ciudad más grande. La actividad de su puerto y aeropuerto es elevada, debido a su situación de puente entre Asia y América; sin embargo, pasear por el centro de la ciudad resulta cómodo y relajante. Las interesantes muestras de sus museos, junto con la feria de artesanía, ofrecen la mejor información para disponer de una primera impresión sobre lo que vamos a conocer en nuestro viaje.
Un recorrido circular por lo que el hombre blanco ha domesticado en el sureste de este enorme territorio nos llevaría hacia el sur para conocer la península de Kenai. En Crow Creek encontramos una antigua mina de oro donde se han conservado las antiguas edificaciones de madera y aún es posible encontrar pepitas bateando la tierra pacientemente.
Estamos en las montañas Chugach, cubiertas por extensos bosques húmedos recorridos por senderos marcados de visita obligada. Seward es la base para conocer los glaciares y fiordos del Parque Nacional de los fiordos de Kenai. Varios cruceros diarios nos acercan a los lugares más interesantes de su complicada costa, cuando las condiciones del mar lo permiten. Muy cerca tenemos el centro de la naturaleza del glaciar Exit y sus senderos señalizados.
Para dirigirnos hacia el este hay que retroceder y atravesar un túnel compartido con el ferrocarril para llegar a Whittier. De aquí sale un ferry que nos llevará a Valdez atravesando el mar interior Prince William. Los avistamientos de leones marinos, focas, ballenas, son frecuentes. El entorno de montañas y glaciares impresiona, incluso visto entre las nubes que siempre nos acompañaron.
En ruta hacia McCarthy nos detenemos en Solomon Gluch Hatchery donde se captura y comercializa salmón rosa; el lugar también es frecuentado por águilas calvas, osos y miles de gaviotas. Desde la carretera se ve el glaciar Worthington, resulta interesante acercarse para comprobar el efecto del cambio climático.
McCarthy es accesible por carretera y en avioneta desde Chitina. La vista de las montañas Wrangell y sus glaciares que proporciona el segundo medio es recomendable. El cobre que se extraía en las montañas próximas salía de este lugar tras su procesamiento en Kennecott. Actualmente estos dos lugares son centros turísticos donde se han conservado los antiguos edificios e instalaciones mineras, ambos son idóneos para la práctica de montañismo y glaciarismo.
Desde Chitina nos dirigimos a Slana rodeando la blanca silueta de los montes Blackburn, Wrangell, Drum y Sanford recortándose en el horizonte sobre la lámina plateada del río Copper, lagos y bosques sin fin de píceas y abetos. Merece la pena acercarse a este lugar para disfrutar las cenas de Joy y el descenso en canoa con Steve, los propietarios de las cabañas de Huck Hobbit’s Homestead, sin olvidar la amabilidad de ambos y las dotes musicales de él.
Antes de llegar al Parque Nacional Denali, pasaremos dos noches en tienda de campaña junto al río Maclaren. La mala calidad de las tiendas nos hizo añorar la comodidad de las cabañas de troncos del matrimonio Hobbs. El tiempo lluvioso y sin visibilidad nos impidió acercarnos a las primeras montañas de la Alaska Range.
No hay limitaciones para recorrer caminando el Parque Nacional Denali, sólo la prudencia por compartir el territorio con la gran fauna salvaje, osos, lobos, alces, caribous, debe guiar a los caminantes. Otra manera de conocer el parque es mediante el servicio de autobuses que recorren la carretera de este enorme espacio natural y que facilita contemplar la impresionante silueta del monte MacKinley cuando las nubes lo permiten.
Antes de regresar a Anchorage es obligada la parada en Talkeetna para contemplar por última vez la máxima cima de América del Norte. Desde esta pequeña ciudad salen los vuelos de aproximación de las expediciones para la conquista de la montaña y para la visita turística.
¿Has vuelto de una pieza? ¡Ese oso parecía estar muy cerca! Desde luego las fotos si que transmiten que es la última frontera.
Increible!!! Que ganas me dieron de visitar Alaska y porsupuesto escalar el Denali.
Saludos