El fresco verano que estamos viviendo se dejó sentir con mayor intensidad en la cara noroeste de la sierra de Candelario. Quizá por esa razón fuimos muchos los que nos encontramos entre los bloques de granito que la han formado. Los hay que no se privan de subir en sus rugientes motos trialeras insensibles a la erosión tan fuerte que causan en un lugar tan delicado como este y que, además, cuenta con declaración de Parque Natural. La preocupación por el cuidado de la naturaleza de la Junta de Castilla y León va más por favorecer las iniciativas de aprovechamiento económico. Así ocurrió con las pistas de esquí de La Covatilla, cuyas instalaciones utilizan ahora los conductores deportivos para alcanzar la máxima altitud de la sierra.
Terminamos la jornada paseando por las casi desiertas calles de Candelario, donde sólo se dejaban ver sus ancianos pobladores y algún grupo aislado de visitantes. Es una lástima que tan poca gente se beneficie del esfuerzo informativo realizado por su Ayuntamiento reflejado en los carteles que comentan las características de la vida tradicional del lugar.
Texto y fotografías de Javier Elcuaz del Arco