Picos que superan los 2.000 msnm en el macizo de Mampodre. Robledales y hayedos muy bien conservados cubriendo valles y laderas. Fértiles praderas que alimentan una variada cabaña ganadera. Un rico patrimonio cultural e histórico que ha llegado hasta nuestros días. Una comarca que aporta todos los ingredientes para que una escapada se convierta en una experiencia inolvidable.

Nos encontramos en el Parque Natural Montaña de Riaño y Mampodre, al noreste de la provincia de León, a unos 100 kilómetros de la capital. El entorno es privilegiado. La panorámica que se contempla desde la localidad de Riaño nos presenta una extensa corona de picos calizos sobre las azules aguas del embalse. Hacia el suroeste se destaca la silueta de Peñas Pintas con sus tres cimas que dominan visualmente toda la riqueza paisajística de este sector de la Cordillera Cantábrica.
Queremos subir a esta montaña para sumergirnos en este medio natural y disfrutar con todo lo que nos puede aportar, que no será poco. Seguiremos una ruta de unos 12 kilómetros que nos llevará unas cuatro horas.
Nada más salir de Las Salas, localidad de inicio de la ruta, entramos en un robledal exuberante donde el otoño ya hace acto de presencia. Las lluvias de los últimos días han propiciado el nacimiento de las setas. Vemos muchos parasoles de buen tamaño destacando erguidos entre el sotobosque.

En las fértiles praderas caballos hispano-bretones pacen tranquilamente y nos miran con curiosidad al tomar conciencia de nuestra presencia. Aunque encontraremos otros grupos en esta ruta, no es tan frecuentada como la que sube al pico Gilbo.


Antes de salir del robledal las tres cumbres de nuestro objetivo comienzan a elevarse sobre la masa forestal cerrando el horizonte hacia el norte. Comenzaremos a ganar altura en la base de la formidable peña cubierta por camperas herbosas. Pasamos por delante de varias bocaminas clausuradas por donde salía el mineral de cobre a principios del siglo XX.

Cruzamos la Traviesa, una ancha faja cubierta de hierba y brezo que sube hasta el inicio de la roca. Al girarnos contemplamos una panorámica fascinante de hayedos multicolores cubriendo las laderas de la sierra de los Villares sobre el río Esla.


Seguimos ganando altura por una estrecha y empinada canal. En algunos pasos tendremos que usar también las manos para progresar por la roca escarpada, pero firme y con suficientes asideros.


Cuando salimos a la amplia meseta cimera tenemos que abrigarnos ante el fuerte viento y el frío intenso que nos asalta sin contemplaciones. Hemos hecho toda la subida por la cara sur protegidos de los elementos. Las nubes bajas nos impiden ver con claridad las tres cimas de esta hermosa montaña. Distinguimos a nuestra izquierda la cima central y la occidental. Hacia ellas nos dirigimos.

En algún momento debemos superar una fácil trepada para alcanzar la máxima altura del conjunto, donde encontramos un vértice geodésico. Estamos en la cumbre Salamón, a 1.989 msnm, completamente envueltos por las nubes.


Bajamos al poco tiempo y subimos a la cima central, el pico del Medio (1.958 m.). Las nubes comienzan a abrirse y atisbamos el soberbio paisaje que nos rodea. Entre los girones nubosos aparecen los brazos del embalse de Riaño bajo una cohorte de grises picos calizos, bosques otoñales y verdes praderas.


A medida que ascendemos hacia la cumbre oriental el cielo va despejándose. El espacio visible aumenta, pero no llegaremos a divisar la Montaña Palentina, los Picos de Europa, las cumbres asturianas de la Cordillera Cantábrica ni el cercano macizo de Mampodre, siempre ocultos por espesas nubes blancas.






Desde el pico Huelde (1.975 m.), la cima oriental, disfrutamos la panorámica visible que incluye la celeste masa de agua embalsada que nos rodea, el pico Gilbo con su largo cresterío junto al Cueto Cabrón, su inmóvil compañero, y puntos rojos y amarillos de árboles aislados y las masas forestales cambiando su color antes de perder la hoja.



Para regresar descendemos del pico Huelde y nos abrimos paso hasta encontrar la senda hitada por la que subimos. Disfrutamos, ahora de forma continua, con la vista del colorido valle del río Esla bajo la sierra de los Villares con sus faldas cubiertas por hayedos.






El embalse de Riaño proporciona un indiscutible aliciente estético y/o deportivo. Pero su construcción, envuelta en una fortísima polémica durante varios años, destruyó la cultura y la vida tradicional de nueve pueblos que fueron desalojados a la fuerza. También se perdió para siempre toda la belleza y riqueza natural de varios valles.
La satisfacción que nos ha proporcionado esta ruta ha merecido con creces todos los esfuerzos realizados y los embates de la adversa meteorología.






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