En el límite de las merindades de Valdeporres y Sotoscueva se levanta una formidable muralla caliza de origen kárstico. Esta formación llama poderosamente la atención cuando recorremos estas tierras burgalesas e, incluso, desde las cumbres pasiegas que miran hacia el sur.
El Rincón del Trotamundos. Javier Elcuaz del Arco
Nos encontramos a unos 90 kilómetros tanto de la ciudad de Burgos como de Santander, a solamente 6 kilómetros, en línea recta de la Cordillera Cantábrica y 13 del extremo oriental del Embalse del Ebro. El sistema de las Canales de Dulla, ya visitado con anterioridad, se encuentra entre Villamartín al norte; San Martín de Porres, Pedrosa de Valdeporres y Santelices por el oeste; Quintanabaldo y Puentedey al sur y Quintanilla-Valdebodres al este, la entrada natural de este conjunto geológico.
Por el oeste presenta una pared rocosa de 2,5 kilómetros de longitud. El collado de la Llosa rompe por el norte la continuidad vertical que sigue en el promontorio de El Paño. Y por el sur termina en la Puerta de Quintanilla, la oquedad que franquea el paso hacia el este y permite la ascensión más segura a su punto más alto conocido como la Dulla o la Muela de 1.143 metros.
Por el oeste y el sur Dulla se levanta sobre un poderoso escalón tallado por el río Nela, lo que le proporciona el aspecto de una imponente fortaleza dominando, en días despejados, el embalse del Ebro con el telón de fondo de las cumbres de Alto Campoo y los Picos de Europa por el oeste, los valles de Valdebezana, Manzanedo y Zamanzas, y la Sierra de la Tesla al sur; la Sierra del Escudo y los Montes del Somo al norte y la secuencia de sinclinales y anticlinales de Ojo Guareña hacia el oeste, ya que Dulla es el extremo occidental de este complejo kárstico.
Esta formación es una meseta redondeada de unos cuatro kilómetros de diámetro inclinada hacia el este. La naturaleza caliza de la roca ha facilitado la creación de una red de barrancos confluyentes de impresionante altura rematados por paredes verticales inexpugnables. La erosión kárstica también ha creado dolinas, pozos, simas, cuevas y surgencias.
El interior de los cañones está tapizado por un espeso bosque mediterráneo compuesto por encinas, quejigos, enebros, sabinas, avellanos, incluso algún tejo, pino. El páramo superior está cubierto de brezo de escasa altura, herbazales y hasta un bosquete de pequeñas hayas resistiendo el azote del viento. Corzos y jabalíes buscan su alimento en este medio. Buitres leonados, alimoches, búhos reales y águilas reales encuentran sus atalayas en los verticales cortados de los cañones.
No es de extrañar que el relieve tan singular de Dulla atrajera la atención de los primitivos pobladores cántabros para ubicar un castro protegido por los inexpugnables escarpes de este peculiar entorno, con una participación relevante en las guerras cántabras, según han documentado los investigadores de aquel momento histórico.
Existen senderos diversos para conocer a fondo este fascinante reino de cañones y páramos y disfrutar en un medio donde la naturaleza se ha preservado sobre la acción humana, apenas perceptible, donde el tiempo parece detenerse y flotan leyendas que nos hablan de tesoros ocultos en profundas cavernas.
Entre los pueblos circundantes no hay que dejar de visitar Puentedey, el Puente de Dios, para contemplar la abrumadora obra de la naturaleza que constituye su puente natural sobre el río Nela. Un paseo por esta pequeña localidad nos proporcionará otras agradables sorpresas como el mirador de San Andrés, la iglesia románica de San Pelayo y el exterior del palacio de Brizuela, construido entre los siglos XV y XVI de propiedad particular que no ofrece visitas.
