Un laberinto de calles encaladas donde perderse caminando sin rumbo hasta encontrarse en una puerta de la muralla, la iglesia gótico-mudéjar, el castillo o en la tienda de un artesano o un establecimiento para saborear los productos elaborados de forma tradicional en la localidad. Estamos en Vejer de la Frontera, uno de los pueblos blancos más bonitos de Andalucía.
El Rincón del Trotamundos. Javier Elcuaz del Arco
A 56 kilómetros al sureste de la ciudad de Cádiz, Vejer de la Frontera corona un cerro de 200 metros de altura situado a unos 8 kilómetros de la costa junto al río Barbate. Su población ronda los 13.000 habitantes, aunque en verano puede llegar a triplicarse por la afluencia de turistas deseosos de disfrutar los atractivos por los que ha recibido numerosos reconocimientos y premios.
Tartesos y romanos habitaron el lugar que sería dominio árabe durante más de cinco siglos. A estos últimos se debe el intrincado diseño de sus callejuelas, la puerta de herradura del castillo y algunas partes de la muralla.
Se pueden visitar los dos patios del castillo erigido entre los siglos X y XI, con su suelo original de espiga, aunque no la vivienda que es privada. Desde las almenas, dominando desde la altura todo el caserío y las tierras circundantes, las coladas tendidas a secar en las terrazas y azoteas de las viviendas se muestran ondeantes al compás marcado por el viento.
La iglesia del Divino Salvador, construida en el siglo XIV sobre una mezquita anterior, muestra con claridad las dos fases de su construcción. La más antigua, gótico-mudéjar, del siglo XIV, y la ampliación en gótico tardío realizada entre los siglos XV y XVI.
La muralla del siglo XV corre en torno a estos dos edificios emblemáticos adaptándose a las irregularidades del relieve. Conserva cuatro de sus entradas y tres torres a las que se puede subir para contemplar Vejer desde otra perspectiva.
No hay que perderse otros muchos lugares y rincones como el Museo de Costumbres y Tradiciones junto al Arco de las Monjas, que da paso a la judería; la Plaza de España y su fuente de los pescaítos recubierta de azulejos pintados a mano al estilo sevillano; el mercado de San Francisco, la antigua plaza de Abastos, que se transforma en zona de tapeo a mediodía y por la noche; la Casa del Mayorazgo con su torre y hermoso patio y un largo etcétera que incluye los patios (pidiendo permiso a sus propietarios) y los molinos de viento.
Los paseos guiados, organizados por el Ayuntamiento, nos llevarán por estos lugares y, además, nos enriquecerán con el relato de tradiciones y leyendas como la de las mujeres cobijadas, cubiertas por un manto negro que solo dejaba al descubierto el ojo derecho.
En los establecimientos de hostelería, integrados con muy buen gusto en el entorno, encontraremos toda la riqueza gastronómica de esta región. Desde pescadito frito a carne de ternera retinta, atún rojo de almadraba, lomo en manteca, berza de tagarninas, potaje de castañas, gazpacho caliente, verduras y hortalizas de la Janda, además de cocina creativa y árabe. Dulces como los rosquetes y el pan duro de Semana Santa, las tortas vejeriegas o los rosquitos de canela y limón son otro placer para experimentar. Y no debe faltar el acompañamiento de vinos de la zona como Fino Marisquero, Clarito o Moscatel Oro.
Finalmente, tampoco falta en Vejer la posibilidad de comprar los productos de la región. Desde el mercadillo de los jueves por la mañana, el rastro del primer domingo de mes a los establecimientos del ya mencionado mercado de San Francisco y todos los demás repartidos por la localidad, incluyendo las tiendas de artesanía tradicional elaborada con palma, mimbre, barro o piel al estilo marroquí o propuestas más imaginativas.