Lisboa-Vigo (III)

La mañana del vivac es acompañada de un paseo, «tomando las aguas» que diría mi compañero de viaje… dícese de la acción de mojarse los pies hasta los tobillos, dejando que el fluir arterial palpite con mayor energía a la vez de reconfortar la zona plantar con suave masajeo arenoso…

 

Costa de Portugal. Lisboa-Vigo

 

El Rincón del Trotamundos. José Acera.

Pero también lo acompañamos de un baño, mas parecido a una turbina centrifugadora, pues aquí el oleaje si es la realidad tópica del Atlántico. Pedaleamos nuevamente una vez desayunados, camino de Peniche la ínsula reina del surf.

Costa de Portugal. Lisboa-Vigo

El sol de nuevo mantiene su protagonismo peninsular lanzando altas cotas de calor, que si se quiere se hace más insufrible al llegar a la ciudad fortificada. La marea humana y de vehículos es tal, que cuesta mucho encontrar los motivos, que los tiene, para ser una ciudadela con encanto. Pero hoy difícil, difícil de intuirlos, ya que además son las fiestas patronales y lo que ello conlleva de atracciones, puestos ambulantes monotemáticos etc. etc.

Costa de Portugal. Lisboa-Vigo

Pero no puede dejar de resaltarse sus playas entre el roquedo fortificado de aguas pacíficas y limpias que invitan al baño hasta ver caer la tarde, playas por cierto donde solo el natural del lugar se aprovecha de las mismas.

Costa de Portugal. Lisboa-Vigo

La noche en un concurrido pero silencioso camping, junto a las dunas que nos permite sentir el mar como si asentados estuviéramos a su orilla. Al amanecer superamos la duna y nos encontramos con una media luna de playa entre Peniche y la ínsula de Baleo de casi cuatro kilómetros de longitud lineal… impresionante paseo entre aguas pacíficas, con «kedada» de algas en un tramo del recorrido, de tal magnitud que obliga a salir de la orilla y rodear la gran masa vegetal.

Costa de Portugal. Lisboa-Vigo

Baleo si sorprende, y si se lleva todo el resto de puntos que descontamos a Peniche. Ya su curiosa y única manera de alcanzar el pueblo, por un estrecho camino entre dos playas, anuncia singularidad. El acantilado alineado permite en su parte más extensa la construcción de esta aldea pesquera en su día, hoy turística y residencial, pero todo muy medido y amable y respetuoso con el espacio que ocupa.

Costa de Portugal. Lisboa-Vigo

Se acabo el tiempo, no podemos dejarnos embriagar más por el surf, por estas playas y este lugar, que anotamos para antes o después regresar y pedaleamos de nuevo hacia el interior, Óbidos, tal vez el pueblo mas bonito de Portugal. Su emblemático y majestuoso castillo nos va anunciando desde kilómetros atrás la atalaya en la que se encuentra situado, pero desistimos de sitiarlo en las peores horas solares y retrocedemos hasta el gran lago salado de Óbidos, no sin que ello sea igual de trabajoso con los constantes toboganes del abrupto terreno.

Costa de Portugal. Lisboa-Vigo

Descubrir nuevamente este pueblecito al atardecer, no deja de sorprender, su entramado de calles, casas y plazoletas, músicos callejeros, tiendecitas o «palarias» intramuros tienen carácter y patente de autenticidad, tan difícil de mantener hoy en día y que no es cuestión de contarlo y si de conocerlo.

Costa de Portugal. Lisboa-Vigo

Otro lugar especial para pasar la noche, en este caso el «Hostel» y su encantadora, refinada en gusto y de estética demostrada, regente de la misma, Concha Rezas, que con tanto detalle y exquisita mano, ofrece al visitante un lugar donde pasar la noche, totalmente integrado en el entorno sin que falte comodidad actual para hacernos la vida mas fácil.

Costa de Portugal. Lisboa-Vigo

Con el nuevo día, un desayuno, como no podía ser de otra manera, acompañado de la sutileza que se adivina. Una tertulia agradable en la cocina y un hasta siempre… quien sabe… ¡Gracias Concha, gracias Luis, que la suerte nos llegue y nos pille buscándola como hasta ahora!…

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