El Rincón del Trotamundos. Javier Elcuaz del Arco
El sector nororiental de la provincia de Lugo alberga una serie de atractivos naturales e históricos que atraen poderosamente a quienes ya los han disfrutado y son muy recomendables para los que aún no los conocen.
Una buena parte de este territorio perdió su cubierta vegetal original en beneficio de la industria papelera, ávida de pasta de celulosa. Abedules, carballos, castaños… fueron sustituidos por pinos y eucaliptos. Hoy su nota de color verde oscuro y su silueta puntiaguda se repite hasta la saciedad en el horizonte. El verde claro de los prados se recorta geométricamente entre la masa forestal. Aquí y allá brillan los tejados de pizarra de las aldeas, todavía habitadas por quienes quieren vivir tradicionalmente de una forma de ganadería y agricultura casi de autosuficiencia. Pero, escondidos en lugares de difícil acceso, en el fondo de los valles, en laderas de fuerte pendiente, donde las actividades humanas no son posibles, resisten pequeños espacios inalterados donde la naturaleza ha continuado su labor de siglos aprovechando los recursos existentes. Caminaremos por un par de ellos recreándonos en formas, colores, olores y texturas que nada deben a la mano del hombre.
A quince kilómetros de la costa lucense Mondoñedo nos acogerá con la calma secular que proporciona la experiencia de ver el tránsito de peregrinos a Santiago por el camino del Norte. La ruta del Agua, que parte de esta localidad, nos llevará por un recorrido señalizado a conocer rincones naturales de gran belleza, aldeas donde pervive la vida tradicional y, también, la infraestructura abandonada de una antigua cantera.
La ruta se inicia junto a la Fonte Vella. Por antiguos senderos, a la sombra de castaños y carballos, acompañamos en algunos tramos al río Valiñadares hasta llegar, en menos de cuatro kilómetros, al Salto do Coro, una cascada de cauce variable, pero siempre hermosa, situada en un recodo rocoso a la sombra de una vegetación exuberante.
Diez minutos antes de llegar a la cascada hemos pasado ante el cartel que nos indica el camino de las Sete Voltas. Estos siete giros ascendentes nos ayudarán a superar la fuerte pendiente del sendero que nos llevará, a la sombra de una frondosa fraga, hasta O Barral. Empleamos veinte minutos por camino público asfaltado en llegar a la cueva del Rey Cintolo. Para ver sus formaciones calizas, únicas en toda la comunidad, hay que concertar la visita en la oficina de turismo de Mondoñedo.
El bucle de Sopena, de cinco kilómetros de longitud, nos llevará a recorrer la parte alta del valle de Valiñadares.
Desde Mondoñedo nos acercaremos cómodamente a Meira en cincuenta minutos por la carretera LU-122. Primero visitaremos el castro de Viladonga y su completísimo museo. Tras recorrer las murallas y las calles que cruzan el castro de norte a sur y de este a oeste entre las construcciones reconstruidas parcialmente, vamos al museo. La variadísima información contenida en el nos detalla, muy cumplidamente, la vida de sus moradores.
Diecinueve kilómetros nos separan de A Braña, en la carretera LU-750. Pasadas sus últimas edificaciones dejamos el coche a la sombra de unos grandes abedules junto a un merendero, donde un cartel nos señala la dirección para acceder a la fraga de A Marronda. Después de caminar algo más de un kilómetro, pasado un pinar de repoblación, percibimos el frescor proporcionado por hayas, castaños, abedules, carballos, avellanos, salgueiros, helechos, arandaneras, tojos y hasta más de ciento setenta especies vegetales. Sus más de seiscientas hectáreas están pobladas por jabalíes, lobos, corzos, zorros, jinetas, ardillas, azores, gavilanes, águilas caudales, cuervos, perdices, cucos, murciélagos… Seguimos una pista forestal que pasa junto a una fuente con un generoso estanque poblado por tritones comunes.
Algo más adelante un cartel indica la existencia de una cascada. Llegamos a ella por un sendero descendente que se interna en un mundo vegetal cuya variedad y pureza producen un sentimiento de plenitud de vida pocas veces experimentado. Sin ninguna prisa completamos la ruta, conscientes de movernos en un espacio singular de una gran riqueza biológica.
De vuelta a Mondoñedo, pasados dos kilómetros desde Meira, ya en el término de A Pastoriza, paramos en la laguna de Fonmiñá, junto a la carretera.
Se trata de una surgencia de aguas profundas debida a procesos cársticos. Antiguamente considerada el nacimiento del río Miño, hoy en día se reconoce su aportación al caudal del río que nace en el pedregal de Irimia. Sólo tenemos tiempo para recorrer su perímetro y pasar ante la impresionante escultura dedicada al dios Breogán. El cuidado entorno, con pasarelas de madera para facilitar los desplazamientos, invita a un paseo que dejaremos para otra ocasión.
Ya en Mondoñedo vamos al Seminario de Santa Catalina, donde nos alojamos, pues su hospedería ofrece unos servicios con una relación calidad-precio muy conveniente. Además, pasear por sus bellos patios y corredores es un aliciente añadido, así como lo entrañable del trato con las personas que allí trabajan.
Entre los diversos atractivos de Mondoñedo, como es su hermosa catedral y la armonía de sus viviendas, destaca la cercanía al mar. Poco más de veinte minutos nos separan de la playa de A Rapadoira en Foz, de fama en toda la región por su alta concentración de yodo, o las de San Cosme de Barreiros, As Catedrais…
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