El rincon del Trotamundos. Javier Elcuaz del Arco. 11/8/2014
Recorrer la Armuña en bicicleta permite reconocer los diferentes matices que le dan su fuerte personalidad y apreciar las alteraciones que la enriquecen a lo largo de las estaciones del año.
Ahora cuesta trabajo imaginar cómo vieron los invasores árabes esta comarca para darle el nombre de al Munia, el huerto. Aunque existen bastantes charcas y zonas húmedas pobladas de vegetación palustre donde no se practica la agricultura, la mayor parte de esta tierra está ocupada por cultivos de secano.
El cereal, trigo o cebada, predomina sobre otros como la famosa lenteja con denominación de origen; el girasol que inunda de verde y amarillo los campos en agosto; el maíz en zonas de regadío y otras especies en desarrollo como la colza, cuyo amarillo primaveral cada año ocupa más extensión. Ante todos ellos, los modestos huertos ocupan pequeños espacios destinados al consumo familiar en su mayor parte.
La roturación del terreno para la agricultura eliminó el bosque mediterráneo que la cubría originalmente, como testifican los restos de encinar que han pervivido, especialmente, hacia el noroeste. En el resto de esta llanura sedimentaria solo algún chopo solitario interrumpe con su verticalidad la planicie dominante hasta el horizonte. Azorín la describió de esta forma: “Casas lejanas, escasos árboles, supervivientes de los que se plantaron al construir la carretera, no logran romper la uniformidad plana de aquel suelo, que se rebela contra todo lo que pretenda alterar su quietud, su horizontalidad lacustre y su tristeza ensoñadora. Es el paisaje elemental, el descanso para los ojos y el suplicio para la imaginación.
Nuestra ruta ciclista comienza en la ciudad de Salamanca. Después de pasar por los Villares de la Reina y la alquería de Mozodiel del Camino –transitamos por la calzada de la Plata- llegaremos por carretera hasta el pequeño municipio de La Mata de Armuña, característico de esta comarca de poblamiento concentrado en pequeños núcleos de, cada vez, más casas vacías que sólo se ocupan en periodos vacacionales y los días de las fiestas patronales. La economía comarcal, basada en agricultura, más o menos, extensiva, ganadería y las escasas actividades de transformación o de servicios, no bastan para fijar la población.
Desde La Mata continuamos hacia el noroeste por una pista de concentración parcelaria que nos lleva a Valdunciel, donde seguiremos la cañada real de la Plata o Vizana que nos llevará por un hermoso encinar hasta llegar a la Rivera de Cañedo. Aquí abandonamos la ruta transitada por la antigua riqueza lanar castellana para desviarnos hacia el oeste por el camino de Ledesma.
Acompañamos al Cañedo, arroyo estacional, el estiaje detiene el movimiento de sus aguas, que desemboca en el Tormes, al inicio del embalse de Almendra. El ganado vacuno que pasta en estas tierras no aptas para la agricultura nos mira sorprendido durante unos segundos antes de continuar con su parsimonioso modo de alimentación. El camino que llevamos se incorpora en una curva a la carretera vecinal SA-143 que abandonamos poco antes de Aldearrodrigo para continuar por la SA-131 por la que llegaremos a San Pelayo de Guareña después de haber dejado atrás El Arco. Hemos salido de la Armuña para entrar en la tierra de Ledesma.
En San Pelayo de Guareña –el topónimo no guarda relación con el afluente del Duero, sino con una voz prerromana emparentada con Garona, en referencia a curso de agua– haremos un alto para visitar su iglesia, con abundantes restos románicos muy interesantes. Su curioso interior, donde los feligreses siguen los ritos como si estuvieran en un anfiteatro sobre la capilla mayor, se complementa al exterior con el sencillo y bello ábside de cinco paños dominado por un óculo de celosía calada con huecos lobulados y un bajorrelieve con forma de cruz, enmarcado por molduras y bifolias puntiagudas.
Continuamos nuestra ruta cruzando la rivera de Cañedo en dirección a un afloramiento granítico donde se practica la escalada deportiva. Vamos a invertir el sentido de nuestra marcha para regresar a Salamanca siguiendo la pista de tierra que se dirige hacia el este paralela al margen izquierdo del humilde río que hemos seguido hasta aquí.
Pasaremos por Torresmenudas para reponer el agua, imprescindible en nuestra actividad deportiva, en la fuente de agua de manantial que brota al oeste de la impresionante iglesia de esta localidad.
Siguiendo el camino de Calzadas Viejas llegamos al monumento a Colón erigido en la finca de Valcuevo.
Esta sencilla construcción se levanta sobre un teso desde donde adivinamos el perezoso discurrir del río Tormes por el bosque de ribera que lo acompaña y, si la atmósfera es diáfana, avistaremos el perfil de las sierras del sur salmantino. El lugar invita a una parada para contemplar tan magnífico panorama.
Tras cruzar un pequeño encinar el camino de Salamanca desciende suavemente a Mozodiel de Sanchíñigo, desde donde llegaremos hasta la misma orilla del Tormes para que el color verde de su vegetación sea el complemento de los ocres de las tierras armuñesas.
El recorrido total de la ruta es de unos sesenta kilómetros, cómodos para pedalear pues los desniveles existentes son poco pronunciados.
Cada época del año tiene sus atractivos e inconvenientes para realizarla, pues el fuerte calor estival, algo mitigado por el viento que rara vez cesa completamente, es el contrapunto del frío invernal, si además este último viene acompañado de fuerte viento o lluvia.
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gracias por los bellos panoramas y descripciones … anima a darse unas vueltas por ahí, tan cerca… 😉