Córdoba, en el crisol de la historia

El Rincón del Trotamundos. Alberto Sánchez. Manuel López. 24/4/2014

Romana, visigoda, árabe y cristiana, patrimonio de la Humanidad desde 1994 en el que la Unesco la atorgó ese merecido titulo. Córdoba desnuda ante el viajero  toda la belleza de la civilización musulmana, que dejó en ella un importante legado que le ha otorgado este título. Civilizaciones que poblaron de leyenda sus rincones y de piedra sus milenarios monumentos. Calles con nombres en los que las diferentes culturas se funden en un reducido espacio que no en el tiempo, ya que entre las distintas culturas el tiempo las separa por siglos.

Córdoba es como una pincelada en el tiempo, ese tiempo que se nos escapa pero que yace atrapado entre muros, entre calles, entre columnas y piedras que sostienen los arcos de puentes, mezquitas, templos y palacios. El viajero que visita la ciudad de los omeyas, la imaginación se dispara y un cierto halo de melancolía se apodera de su pensamiento al contemplar tanta historia acumulada en las piedras con las que se levantaron tan nobles y hermosos monumentos. Córdoba lo sabe bien, lo siente cada día, sus calles todavía recuerdan el olor de las especies y la llamada a la oración desde los minaretes y las mezquitas. Mucho tiempo ha pasado desde que los musulmanes, en tiempos de los omeyas, convirtieron a Córdoba en la ciudad más poblada de Occidente sólo comparable con Damasco, Bagdad, o Constantinopla.

Como fruto de esta gran población, la urbe fue dotada de avanzadas infraestructuras publicas como iluminación, alcantarillado, acueductos y puentes de acceso. La urbe se encontraba en su totalidad amurallada para protegerla mejor de posibles intrusiones, disponiendo de siete puertas que servían de acceso al interior de la medina.

La barbarie, el fanatismo de las religiones, la imposición y la incultura de los hombres de entonces y de hoy, de su afán destructor de las anteriores civilizaciones y con el fin último de instaurar las nuevas, provocó que la ciudad de Córdoba fuese incendiada por los conquistadores y asolada a principios del siglo XI, como sucedió con tantas otras ciudades en el mundo, conservándose del periodo anterior, sólo la medina de la capital.

La memorable historia de la ciudad de Córdoba no se ha disuelto con el paso del tiempo, sino que sus vestigios siguen presentes en nuestros días en cada rincón de la ciudad, y afloran por doquier, callejeando, paseando, observando,  fotografiando la ciudad de Córdoba. Visitando sus plazas, sus antiguos barrios, sus muchos y nobles monumentos, su patios y sus silenciosos rincones donde las piedras hablan y nos cuentan historias y leyendas de amor en versos.

Esto le ha supuesto a Córdoba ser Patrimonio de la Humanidad desde el año 1994, aunque no toda la ciudad, solamente el casco histórico ha corrido esa suerte, lo que deja fuera de esa protección muchos monumentos históricos de gran belleza e importancia para la ciudad y la historia de los cordobeses y para aquellos viajeros cultos y amantes de la historia que cada año visitan la ciudad de Córdoba y disfrutan de sus riquezas.

Más de cuarenta son los monumentos catalogados como Patrimonio de la Humanidad, entre iglesias, palacios, sinagogas, puentes, torres, puertas medievales y mezquitas, todo un conjuntos de monumentos que deslumbran por su solidez, ornamentación, equilibrio y antigüedad. De entre todos ellos destaca la Mezquita, un monumento excepcional de refinada belleza y equilibro. El Torreón de Calahorra, el puente romano sobre el río Guadalquivir y las ruinas de los jardines y palacios de Medina Zahara situados en los extrarradio de la ciudad.

No solo los monumentos son historia y arte, a cada paso, en cada peldaño, en cada ventana y cada balcón de Córdoba se esconden pequeñas y remotas historias que pasan desapercibidas a la vista de muchos viajeros por ser cotidianas, son historias que no están incluidas en las guías turísticas ni englobadas en el catalogo del Patrimonio de la Humanidad, pero que, verdaderamente son más patrimonio que cualquiera de los muros inertes de la ciudad, ya que se encuentran vivas en el carácter mismo de los cordobeses que las sienten.

La ciudad de Córdoba no se ha quedado anclada en el pasado sino que sus actuales habitantes han sabido embellecerla, con sus patios repletos de flores de vistosos colores, declarados por la Unesco en 2012 patrimonio Inmaterial de la Humanidad, que contrastan con el blanco de las casas, creando un ambiente de recogimiento al tiempo que de fiesta, de frescor y descanso que se respira cada día en la vida cotidiana de los cordobeses. En este tiempo se han mejorando los servicios públicos para bienestar de los cordobeses y de los miles de viajeros que visitan cada año esta universal ciudad, abierta al mundo.

Sin duda, los cordobeses saben cómo hacerlo bien, viven rodeados de cultura e historia adornada con los colores y la magia de las flores, mientras disfrutan y se paran a contemplar la historia y la belleza que les rodea, una práctica no muy  habitual entre los habitantes de las grandes ciudades que muy al contrario, apenas reparan en su entorno cuando caminan por su ciudad.

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