Las Hurdes. Sendero de Alfonso XIII en el valle del Ladrillar

El Rincón del Trotamundos. Marga. Javier Elcuaz. 3/4/2014

La comarca de Las Hurdes encubre un fragoso paisaje en el norte de la provincia de Cáceres, sur del Sistema Central, con pronunciadas inclinaciones del terreno, angostas gargantas que descienden de lo alto de la sierra y excavan profundos valles en las pizarras cámbricas. En el territorio crecen  frondosos bosques de pino de repoblación, junto con especies autóctonas de gran valor ecológico.

 

Un territorio que alberga una rústica arquitectura popular de pizarra, con casas humildes de una sola planta, calles estrechas y empinadas que se alinean en forma de terrazas sobre las laderas de la sierra, huertos con escasa tierra fértil construidos sobre altos bancales y con pocos recursos hídricos para el riego de las hortalizas que en ellos siembran los lugareños para su sustento.

Una comarca pedregosa y despoblada de la alta Extremadura que limita al norte con el Parque Natural de Las Batuecas y la Sierra de Francia, al sur con las depresiones del río Alagón, afluente del Tajo. Tierra rica en valores, tradiciones, costumbres y con una dilatada historia que ahonda sus raíces en la Edad del Bronce, como lo muestran los petroglifos encontrados en los abrigos de pizarra de algunos valles de la comarca. Una historia que traspasa las fronteras peninsulares y se divulga por el mundo por sus muchas peculiaridades, a veces tergiversándola y deformando la realidad.

Hasta estas tierra perdidas de la mano de Dios y de los hombres, llegó un día el monarca español Alfonso XIII que se hizo acompañar del doctor Marañón, para conocer de primera mano las historias que se contaban de esta tierra y la situación de pobreza en que vivían sus habitantes, que según contaban las crónicas de la época, habitaban en cabañas de piedra, como salvajes, y se comportaban como tales cuando veían a otras personas. De paso, el monarca aprovechó este viaje por Las Hurdes para repartir limosna entre los hurdanos al paso de la comitiva por las alquerías que visitaba junto con sus secuaces.

El cineasta Buñuel, el doctor Marañón y otros muchos aventureros, retrataron en sus reportajes, cortometrajes, libros  y crónicas, a su manera, la vida cotidiana y miserable que llevaban los hurdanos, de abandono por parte del estado y de las instituciones responsables de ayudarles para salir de la pobreza crónica en la que vivían sin ningún tipo de servicios sanitarios ni de educación y sobreviviendo con lo que las míseras tierras les proporcionaban.

El sendero de Alfoso XIII es un viaje en el tiempo para rememorar el recorrido que realizó el monarca. Con este pretexto se marcó un sendero que lleva su nombre. La ruta comienza en la alquería de Las Mestas y asciende zigzagueando por el valle del río  Ladrillar. Un cómodo sendero que se adentra por tupidos montes de pinos, bosques de encinas centenarias, castaños, enebros, monte bajo de jaras, madroños, brezos, tomillos y lentiscos. Un salvaje territorio erosionado por el viento, el agua y los hielos que encubren un paisaje excepcional de gran belleza y riqueza natural.

Un recorrido sugerente que se deja llevar por el acompañamiento de los bancales que se alinean en la ladera de la sierra, donde crecen olivos, cerezos, castaños, nogales, legumbres y hortalizas. En lo alto de la sierra emergen los cantiles de cuarcita, donde se guarnecen los animales salvajes que pueblan este territorio: cabras monteses, buitres negros y leonados. Águilas reales, búhos reales y otras especies de aves y reptiles que habitan en estos protegidos parajes donde la espesa vegetación les ofrece comida y protección.

Partiendo de la alquería de Las Mestas y siguiendo el trazado del sendero de Alfonso XIII, nos internamos en la vertiente sur de la sierras de Grajera y Las Mestas siguiendo un camino carretero que asciende suave por la ladera. Durante la marcha tendremos la oportunidad de disfrutar de una amplia panorámica de la cabecera del valle del Ladrillar que se abre al frente, hacia el este los meandros del río Alagón y la sierra de Béjar, al norte el murallón rocoso de la sierra Grajera y Las Mestas que separan Las Batuecas de la comarca de Las Hurdes.

La siguiente alquería por la que discurre el sendero, es el Cabezo, situada en un punto intermedio del valle, próxima al río Ladrillar, como casi todas las que hay en este el valle. El Cabezo es un pequeño núcleo de casas sencillas, muchas de ellas restauradas, con calles estrechas y muy empinadas que miran hacia el río, una aldea humilde pero muy agradable que nada o casi nada tiene que ver con lo que era esta alquería hace 70 años.

Pasado el Cabezo, el sendero asciende por la ladera de la sierra Grajera y se pierde en las alturas entre el monte bajo, encinas, alcornoques, miradores naturales desde los que se puede otear el auténtico paisaje de la comarca de Las Hurdes. Un paseo lleno de silencio, de aromas y fragancias que emanan de la naturaleza salvaje. El canto de las aves y el sonido del agua en primavera que fluye por los arroyuelos que surcan la sierra. Cantiles de roca que en forma de murallas naturales se yerguen sobre el cielo, desde cuyas cimas  y salientes, los buitres y las cabras monteses observan nuestros dubitativos pasos por estos senderos de cabras.

En medio de esta salvaje naturaleza, discurre el sendero que asciende lentamente por recodos, escaleras, zig–zags y estrechos senderos construidos en la ladera de la sierra, sorteando en lo posible el fragoso terreno. Disfrutando de estos valores naturales y paisajísticos, llegamos a la alquería del Ladrillar que está situada, como el Cabezo, en la ladera de la sierra. La alquería nos recibe en silencio con el humo que sale por las chimeneas haciendo círculos y el sonido de fondo del agua que fluye por el lecho pizarroso del río Ladrillar.

En la mayoría de las alquerías que componen los núcleos habitados de Las Hurdes,  casi nunca se sabe muy bien, donde empiezan las calles de la aldea y comienzan los bancales, los huertos o las casas, todo se halla entrelazado, dándose la mano unos con otros, formando parte de la vida cotidiana. Esto me parece una auténtica maravilla, sobretodo para quienes vivimos en una gran ciudad y en muchos casos, de espaldas a la naturaleza.

Los olivos, las higueras, los cerezos, una especie recientemente introducción en la zona, los castaños, los melocotoneros, las hortalizas y legumbres, son una constante en los paseos por caminos, veredas y senderos de Las Hurdes. Todos ellos crecen en bancales y en contadas ocasiones en las zonas junto al río, entre otras cosas por que junto al río no hay tierra, solo pizarra y más pizarra. Unos bancales que son dignos de admiración, no solo por donde están situados, en las empinadas laderas de la sierra, sino tambien, por las paredes que forman estos, los materiales de pizarra con los que han sido construidos,  por como se alinean y como retienen la escasa tierra fértil que hay en estos fragosos montes.

Del Ladrillar a Riomalo de Arriba, seguimos el curso del río, entre sauces, castaños, grandes paredes que sostienen la tierra de los bancales y pequeños huertos. Ahora ya sin apenas panorámica de las alturas de las sierras que jalonan el valle, más que aquella que nos ofrece el encajonado río cubierto por un frondoso bosque de ribera; servales, fresnos, alisos, grades helechos y mimosas. Al fondo del valle, tras caminar unos metros por la carretera, llegamos a la última alquería de las cinco que se asientan este valle, Riomalo de Arriba.

Como las anteriores, la alquería de Riomalo está recostada sobre la solana de la sierra, mirando al sur. Las calles alineadas en forma de bancales, casas de una sola planta, con paredes de pizarra vista y techumbre del mismo material, pequeñas ventanas, calles empinadas por las que apenas pasan dos personas. De las construcciones de la alquería, destaca la escuela situada en lo más alto del pueblo, en la actualidad en estado ruinoso, y la iglesia que además de por la altura, destaca por su blanco encalado.

Si en las alquerías anteriores, la población estable es muy pequeña, en Riomalo es aún menor, solo un par de familias viven en esta aldea remota, antaño incomunicada con otros valles de la comarca, hoy una pequeña carretera la une con el valle del Hurdano y la población de Casares de Las Hurdes, desde la cual es posible adentrarse en la comarca de Ciudad Rodrigo provincia de Salamanca y también se puede enlazar con la carretera de Coria.

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