Un día de febrero en la sierra de Béjar

El Rincón del Trotamundos. R. Álvarez. 6/2/2014

El día se presenta radiante, apenas hay nubes en el cielo y las que hay son nubes altas. Desde las calles de Béjar, la sierra se ve limpia de nubes, cubierta por un manto inmaculado de nieve caída la noche anterior, un frente lluvioso pasó rápido y dejó en este macizo montañoso del Sistema Central, un buen espesor de nieve. El frente pasó tan deprisa que apenas dejó las clásicas nubes que se adhieren a la sierra, nubes que suelen permanecer durante varios días.

Llegamos pronto a la plataforma del Travieso, el sol aún no había iluminado esta vertiente oeste del macizo. El frío, aunque intenso a estas horas de la mañana, se hace llevadero, el viento, casi siempre persistente en esta vertiente de la sierra, está en absoluta calma y el ramaje de los pinos que alcanzan esta cota de la sierra, apenas se mueve. Tras calzarnos el material de alta montaña; botas, polainas, cazadora, gorro, gafas, bufanda y demás prendas protectoras, emprendemos la subida.

Como ya he dicho, el frío no es demasiado intenso, pero sí lo suficiente como para congelarnos si permanecemos mucho rato parados. Un perro negro llama nuestra atención antes de salir de la plataforma, sus dueños lo amarran al coche, parece inquieto, al tiempo que peligroso. Emprendemos la ascensión con pasos lentos, la primera parte entre pinos y monte bajo, superadas las primeras rampas, alcanzamos la última plataforma del Travieso, final de la carretera asfaltada, ésta permanece cerrada durante el invierno.

El espesor de la nieve aumenta a medida que ascendemos por las laderas de la sierra, la nieve caída durante la noche, se adhiere a las ramas de los piornos y otras plantas alpinas que viven por estas latitudes, formando bellas figuras y delicadas texturas. Otros, algunos montañeros, como nosotros, suben rápido abriendo huella, esto nos permite a nosotros una ascensión más cómoda y relajada. Algunos suben atrochando entre los piornos para avanzar lo más rápido posible, otros, lo hacen con los esquís en la mochila y algunos, como en nuestro caso, con una pequeña mochila con provisiones para una jornada de domingo.

Sierra de Béjar

 La nieve comienza ha endurecerse, por lo que decidimos hacer un alto en el camino para ponernos los crampones, estos nos dan mayor seguridad al caminar por las rampas de nieve helada. Aunque esta parte de la sierra no tiene demasiada pendiente y si la nieve no está muy dura, se puede caminar sin los crampones. Algunos así lo hacen y suben canteando las botas y marcando huellas en la costra de nieve.

Echamos la mirada atrás y descubrimos que los dueños del perro negro, suben detrás nuestro, el perro corre de un lado para otro jugando con la nieve, revolcándose y ladrando, no sabemos muy bien por qué. Parece que siguen nuestra misma ruta, pero pronto observamos que se desvían y se alejan en dirección a Hoya Moros, por lo que nos quedamos más relajados, aunque en apariencia el perro parece inofensivo.

En nuestro tiempo es difícil desprenderse del teléfono, incluso en plena montaña, lo que rompe la magia y el romanticismo que tiene este deporte de aventura en plena naturaleza. El caso es que un dominguero, como nosotros, nos rebasa mientras habla por el teléfono, inevitable escuchamos la conversación que mantiene con su interlocutor, “estoy en la sierra por lo que no te puedo arreglar el SopgUa, en este momento estoy en la Covatilla,” el señor está tan emocionado que confunde la Covatilla con el Travieso.

Pronto nos encontramos con los postes que sujetan el cable del esquí, que hace años se instaló, en esta parte de la sierra pero que está fuera de servicio. Durante la noche, los postes se han transformado y presentan caprichosas formaciones de nieve y de hielo. Este acontecimiento nos permite hacer un alto en la subida para tomar aire, disfrutar del paisaje y de paso, hacer algunas fotografías desde distintos ángulos a estas efímeras figuras de nieve y de hielo que surgen espontáneas en medio de la nada.

La cima del Calvitero, espectacular, los elementos se han aliado durante la noche y la parte alta de la sierra se ha convertido en un campo de hielo adherido a las rocas, formando frágiles esculturas batalladas por la mano del hombre. Las rocas del Calvitero y su entorno, han desaparecido literalmente, en su lugar aparecen coladas, platillos volantes, cascadas de hielos, capiteles, merengues …

En la lejanía destacan los valles, el gris de los bosques desnudos, el horizonte perdido en el que posamos nuestra mirada y los pueblos que salpican el paisaje de los valles. Sólo la sierra del Barco de Ávila, la más próxima, llama nuestra atención. El macizo destaca por la cantidad de nieve que acumulan los picos que jalonan esta sierra; La Covacha, La Azagalla, el Hurraco, Castilfrío y el Corral del Diablo. El otro detalle que llama nuestra atención, es la ciudad de Salamanca que se divisa con toda nitidez desde lo alto de la sierra, cosa no muy común, salvo en los días de cielos muy limpios y despejados.

Dejamos el pico del Calvitero y nos dirigimos, como casi todos los que hemos subido este día a la sierra, hacia el pico de la Ceja, la cima más elevada de esta sierra 2.430 m. El paisaje es espectacular, la nieve cubre toda la alta planicie, mientras, caminamos en silencio disfrutando del espectáculo, al tiempo, escuchamos el inconfundible sonido de nuestras pisadas al contacto de la nieve helada con los crampones, un sonido crujiente, frío y penetrante que te empuja hacia adelante y a caminar más rápido.

Llegamos frente al paredón norte de la Ceja, es una montaña atípica, como su nombre indica, no es una montaña redondeada, es como una línea arqueada, una ceja bien formada, de la que se descuelgan por su vertiente norte, corredores, pequeños salientes, y un espectacular patio que cae casi en vertical hacia las lagunas de El Trampal, situadas en el lecho glaciar. En esta ocasión, La Ceja parece un lienzo en blanco donde no se lee nada. La noche anterior, los dioses se conjugaron y decidieron pintar La Ceja de blanco, sin que quedase un solo resquicio para que las rocas pudiesen exhibir su textura.

Pasada La Ceja, descendemos hasta Hoya Moros, enseguida descubrimos este gran anfiteatro glaciar donde las rocas erráticas se mueven en armonía por todo el lecho del circo, bien en grupos, bien por separado, creando un paisaje en movimiento de asombrosa belleza, ensalzado por la nieve recién caída y los farallones rocosos que lo jalonan.

Nos encontramos ante un escenario rodeado por grandes farallones rocosos, por los que trepan corredores y canalizos que culminan en afilados salientes, una obra de la naturaleza que ensombrece las grandes creaciones del ser humano. Rocas y más rocas pintadas de blanco, que como cortinajes, ocultan las fisuras y fragmentos de las rocas graníticas que predominan en este escenario natural construído por los hielos.

Sierra de Béjar_10

Sobre el perfil del paisaje de Hoya Moros, destacan sobre todo los demás elementos, los dos Hermanitos unidos por una empinada canal que asciende entre ambos, hasta alcanzar la visera de nieve que se forma al final del corredor. En la vertiente este, se forman grandes lienzos amurallados de roca viva pintados de blanco, en sus cúspides, divisamos el pico del Torreón, orientando la mirada hacia el noroeste, aparecen las Agujas de Hoya Moros.

Hoya Moro, Sierra de Béjar

Precisamente en el corredor de la Agujas, descubrimos a los dueños del perro negro que intentan escalar este corredor, suponemos que no lo harían con el perro ya que el desnivel es considerable y mucha la nieve acumulada, por lo que no parece el lugar más apropiado para que escale el animal.

Un día, por lo de más, excelente para disfrutar haciendo corredores por la zona, ascendiendo paredes y probando el material de escalada. En nuestro caso, no estamos lo suficientemente equipados como para practicar esta actividad deportiva en la montaña. Desde lejos divisamos una cordada que progresaba rápido por el corredor de Los Hermanitos, en un terreno virgen y con una nieve en inmejorables condiciones para hacer este tipo de ascensiones.

Dejándonos llevar, descendemos hasta el lecho mismo del glaciar de Hoya Moros, el centro del escenario, atravesamos este y nos deleitamos con las formaciones rocosas que yacen errantes por este paraje. Nuestra marcha nos lleva por la vertiente sur del circo hasta alcanzar el collado que separa Los Hermanitos del Torreón, el vértice que delimita las provincias de Salamanca y Cáceres. En una progresión rápida por los campos de nieve helada, alcanzamos este collado al tiempo que disfrutamos de un paisaje único, salido del surrealismos de la naturaleza más salvaje.

Antes de alcanzar el Torreón, las nubes provenientes del sur de la sierra, cubren la montaña y quedamos sin visibilidad y sin poder disfrutar de las maravillas que hasta entonces la naturaleza nos había obsequiado. Llegamos al vértice de piedra del Torreón, pero no había piedras ni había vértice alguno, en su lugar había una masa de hielo y nieve que esculpía un perfecto cubo, rematado en lo alto por una formación cilíndrica. En el entorno las rocas también habían desaparecido y lo único que encontramos eran caprichosas formaciones esculpidas por el viento y el hielo.

Tras disfrutar del bucólico paisaje, encaminamos nuestros pasos hacia el Tranco del Diablo, un corredor de difícil ascenso durante el invierno, cuando la nieve y el hielo cubren este escarpado acceso. El corredor está equipado con una cadena, en este caso la cadena se encuentra tapada por la nieve y solo se necesita utilizar el piolet, pues al no estar la nieve helada, no se hace necesario utilizar los crampones, aunque éstos nunca están demás en estos exigentes pasos.

Superamos el Tranco del Diablo sin dificultad, alcanzamos la parte alta de los Asperones y continuamos nuestra aventura por la cuerda, de nuevo en dirección a La Ceja. Las nubes con sus deshilachadas trazas van y vienen envolviendo la montaña, a ratos, el Sol se cuela entre las nubes y nos deja ver el abrupto relieve, momento que aprovechamos para disparar con la cámara y atrapar el evocador paisaje que la naturaleza nos ofrece.

Siguiendo por la cuerda, llegamos hasta las Agujas de Hoya Moros, momento en el que el Sol nos regala unas ráfagas de luz iluminando estas formaciones geológicas que sin sucesión de continuidad ascienden hasta lo alto, desde el lecho mismo del antiguo glaciar de Hoya Moros. Aprisionado entre estas agujas se abren paso empinados corredores que hacen las delicias de los amantes de la escalada invernal.

Camino de La Ceja, el paisaje se torna deslumbrante, las formaciones rocosas emergen de entre las nubes, creando sugerentes espacios, contrastes y volúmenes llenos de magia, de luz y tiniebla. Momentos que aprovechamos para sacar varias fotografías y descubrir el paso del tiempo en lo que concierne a la noche y el día en esta sierra, engullidos por las nubes que ascienden desde el sur con temperaturas que cambian rápidamente.

El camino de regreso desde La Ceja, se hace sosegado disfrutando de los contrastes entre las luces del atardecer, la soledad de la montaña, las nubes que ahora cabalgan por los valles, la nieve crujiente y el sol que declina su posición en el horizonte. A esas horas de la tarde, la sierra permanece en soledad, los encajes de bolillos que dejaron los vientos durante la nevada de la noche y la nieve adherida a la roca que resiste.

El sonido de los crampones al contacto con el hielo vuelve hacerse penetrante, mientras el viento yace en calma. Los montañeros que nos acompañaron en el ascenso durante la mañana, ya han bajado corriendo, a unos les esperan los hijos y la mujer para comer, a otros, la suegra o los amigos en el bar para echar la partida y comentar la aventura vivida durante la mañana, en su rápido ascenso a la sierra.

Una experiencia inolvidable, creo que nunca había visto así la sierra de Béjar. Fue un acierto hacer esta ruta, con tranquilidad, como la hicimos nosotros, disfrutando de cada segundo, cada minuto, cada hora, cada paso, cada mirada por el visor de la cámara para elegir un encuadre. Un placer para la mente, el cuerpo y los cinco sentidos. Os hacemos partícipes de esta aventura y de las sensaciones vividas durante la travesía por la Sierra de Béjar, mirando por el visor para inmortalizar la belleza que nos depara la naturaleza en todas sus dimensiones creativas.

Sierra de Béjar

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One thought on “Un día de febrero en la sierra de Béjar

  1. Que maravilla! Cómo me gustaría disfrutar de todo ese mágica Naturaleza allá con vosotr@s!
    Yo anduve modestamente por la ruta del agua este domingo entre cepeda-monforte-mogarraz… tambien muy bello y agua viva y poderosa!
    Abrazos!

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