El Rincón del Trotamundos. Javier Elcuaz del Arco. 29/12/2013
En diciembre el frío húmedo, que atraviesa todas las capas de ropa, no se deja de sentir hasta el mediodía, cuando el sol disipa las nieblas y caldea el ambiente costero donde el Atlántico pasa a denominarse Cantábrico.
Queremos recorrer en bicicleta el occidente de la Mariña lucense con alguna internada en la vecina Ortegal coruñesa. Vamos a ver lugares ya conocidos, pero ahora con la luz más tenue de principios de diciembre. Las concurridas playas del verano se nos ofrecen completamente desiertas. Resulta muy gratificante la sensación de libertad que acompaña a la total soledad de nuestro caminar sobre la húmeda arena apelmazada que la marea baja ha dejado al descubierto.
Desde Viveiro hasta O Barqueiro disfrutamos con la costa a nuestra entera disposición para fotografiar desde cualquier ángulo, sin preocuparnos por las sombrillas de colores estridentes, personas y artefactos de difícil encaje en las composiciones veraniegas.
Utilizamos los trenes de Feve como medio de apoyo en nuestros desplazamientos. No tenemos ningún problema para conseguir billetes ni transportar las bicis. En esta época del año pocos viajeros disfrutan el hermoso recorrido de esta línea ferroviaria que se asoma a las playas y se esconde entre los bosques.
El primer tren del día nos ha dejado en Ortigueira a las ocho y media de una fría y húmeda mañana. Tomamos algo caliente para entonar el cuerpo aterido por la densa niebla que nos ha recibido.
Cuando la niebla empieza a levantar bajamos al paseo marítimo. Allí aún quedan los últimos jirones que perezosamente dejan al descubierto la belleza del paseo marítimo y la contigua ría.
El pinar de Morouzos se presenta exquisitamente hermoso con la humedad ambiental y los rayos del sol luchando por entrar entre las copas de los árboles y los últimos restos de la neblina.
En los caminos que bordean la costa hasta O Barqueiro encontramos varios grupos de caminantes. Recientemente se ha señalizado una ruta de senderismo que se asoma a las playas y acantilados que contemplan cabo Ortegal en la distancia.
La costa y el interior de la Mariña lucense conservan algunos espacios donde el bosque autóctono no ha sido sustituido por los oscuros eucaliptos.
Una de estas reliquias naturales se encuentra en la ribera del río Sor. Su cauce sinuoso discurre entre robles, abedules y una apretada vegetación ribereña.
Los cultivos de eucaliptos producen un buen beneficio económico con pocos cuidados, pero han arrasado montes y valles dejando un paisaje monótono y con poco espacio para otras formas vegetales. Afortunadamente siempre encontramos algún paisano dispuesto a compartir un rato de conversación para animar el espíritu, mientras recobramos fuerzas para terminar nuestros recorridos.
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