El viejo puente de Treto

 

El Trotamundos. Enrique Galindo. 06/09/2011

El viejo puente de Treto lleva más de cien años viendo pasar la vida sobre el río Asón. Hay días que se encuentra algo cansado. Demasiado tráfico quizá, a pesar de que la cercana autovía desvió una parte.

El viejo puente de hierro mira cada día el moderno viaducto de Colindres, que esta un poco más arriba en el río, y admira su elegancia, su ligereza, la simetría de sus tirantes rojos… y piensa en todo lo que ha avanzado la ingeniería en el último siglo.

El viejo puente de Treto nunca se ha quejado del abandono del óxido y la desidia. No le asusta la corrosión del salitre y la humedad, aunque agradecería una mano de pintura.

Está acostumbrado a los coches pero prefiere a las personas que se acercan paseando desde el puerto de Colindres y se paran en su barandilla intentado ver el mar, sin apenas reparar en su presencia. El otro día, el viejo puente tuvo paciencia conmigo, que me encaramé a su estructura. Paró el tiempo y me regaló un par de minutos sin coches para poder pasear tranquilamente por en medio de la carretera.

Y cada tarde, el sol del Cantábrico ilumina  sus viejos sueños y los nuestros. Y durante un momento, como en la poesía de Antonio Colinas «arden las aguas y las piedras, arden los ojos que desean extraviarse más allá, en los desiertos de la luz, en busca de palabras secretas que aún nos salven, en busca de las sílabas de un fuego que no quema».

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