Texto y fotografía de Kike Serrano
Sinceramente, los primeros días en Cuba los viví apasionadamente, cuál niño que abre sus ojos alrededor para empaparse de todo y cada una de las cosas que suceden enfrente de él. Delante y detrás, nada se escapa.
Habíamos desembarcado en una vivienda en el barrio habanero del Vedado. Un alquiler por unos días, gracias a unas amistades generadas por Angel, en otro viaje anterior. Estar allí era un privilegio. Decidimos llamar a Hierrezuelo, un guía, nieto de militares castristas. Su abuelo combatió con Fidel, en los duros tiempos de Sierra Maestra. Arquitecto de carrera, se acercó al turismo para hacer su profesión, que es donde más se gana en Cuba. Rechonchete nos presentó a su hijo, nacido el día que Angel se venía de aquel viaje….. 5 años atrás. Culto, abierto a charlar, oír opiniones, opinar…. Mientras departíamos sonó el timbre de la casa, y yo que estaba más cerca me apresuré, no sin cierto temor, a averiguar quien nos requería. Era un chico joven, con camisa azul, una bandolera y hojas entre los brazos. Un funcionario del gobierno.
Para entender la vida cubana hay que intentar ser parte de ella, y hablar, hablar mucho. “El gobierno hacer como que te paga y el cubano hace como que trabaja”, nos comentaba un taxista un día. Hace años que los cubanos han visto en el turismo de interior, (como yo lo llamo a diferencia del de Varadero), la gallina de los huevos de oro. Con la “pírrica” cartilla de racionamiento y el sueldo del gobierno, en pesos cubanos es imposible vivir. Pero el cubano sabe cómo ganarse la vida en otros ministerios, y el turismo es uno de ellos. Botellas de ron sacadas clandestinamente de la fábrica (HAVANA), puros auténticos que no pasan el control del gobierno, casas de comida y cama, guías turísticos, sexo…. Gracias a estos años de adaptación para sobrevivir nuestro amigo nos sacó del apuro…. Pero a mí se me quedó en el recuerdo la frase del chico…. ¿Cuántos tragantes hay?
