Las cascadas de Oneta: una joya asequible

Manolo Santervás Martín

En Asturias hay varias cascadas conocidas: Fioyo, Tarna, Alba… y la de Oneta es una de ellas. En una tregua en el mal tiempo decidimos visitarla estas navidades pasadas y nos encontramos con algo digno de compartir con todos los trotamundos y amantes de la naturaleza.

Partimos hacia el pueblo de Villayón, en el occidente de Asturias, para allí desviarnos por una carretera de montaña al pueblo de Oneta del que parte nuestra ruta (que dada su escasa longitud y dificultad también podríamos llamar paseo sin temor a equivocarnos).

El comienzo de la ruta está señalizado por varios carteles indicando: «Cascadas y molinos de Oneta».  En estos pueblos de la montaña occidental asturiana tradicionalmente se ha utilizado la fuerza del agua para obtener energía que es utilizada en los molinos. La cascada cercana al pueblo tiene en sus aledaños un antiguo molino que muestra este aprovechamiento, y siguiendo río abajo encontraremos otro algo menos cuidado, pero que también nos servirá para entender los ingeniosos mecanismos utilizados para sacar provecho de la fuerza de la naturaleza.

El camino es al comienzo una pista entre pastizales que nos permitirá ir disfrutando del paisaje. Al cabo de diez minutos, se estrecha un poco y comienza a descender en varios zig zag que nos llevarán en poco más de veinte minutos desde la salida a la primera y tal vez más espectacular de las cascadas. Esta cascada de tres escalones es conocida como la Firbia.

Seguimos río abajo, al lado, o sobre el muro de una antigua acequia desde el que observamos a los diez minutos la segunda de las cascadas, menos alta pero más abierta con distintos escalones, es conocida como la Ulloa. Para acceder a su base debemos destrepar un pequeño murete sin apenas dificultad.

Desde la base de la segunda cascada podemos observar una tercera cascada desde lo alto. Para acceder a la base de esta tercera cascada debemos retomar la acequia y bajar por un camino de tierra, algo resbaladizo que lleva a un segundo molino y a las cercanías de la cascada. Si deseamos acercarnos, una senda que pasa por algunas rocas al lado del río nos deja en la poza de esta última cascada conocida como la Maiseirua.

No habremos invertido más de una hora para llegar al último de los saltos del río (sin contar las paradas para disfrutar de este maravilloso paisaje). El retorno lo hacemos por el mismo camino, y comprobamos que es una ruta perfecta para pasar una mañana o una tarde sin demasiado esfuerzo y con la compensación de haber contemplado lugares únicos que la naturaleza nos regala.