Ascenso al Llullaillaco, el Volcán Sagrado de los Incas

LLULLAILLACO SUENA A LEJANO

Volca Llullaillaco


Llullaillaco suena a lejano, perdido en la nada como aquellos lugares de los cuentos de García Márquez; más aún cuando nos encontramos invariablemente lejos de los demás. En lo personal, el mensaje de texto con la invitación de Jorge llegó en un camino de tierra cerca de Zapala, con mi hija de 11 meses en el asiento trasero del auto. La miré como pidiéndole permiso y su sonrisa lo dijo todo…

Jorge es así, no sabe dónde estás ni que etapa de la vida estás atravesando, simplemente te invita con la única mención del nombre. Lo demás, los preparativos y equipamiento ya están planificados y resueltos en su mente. Es una persona que cuando se le ocurre algo entra en un proceso de positivismo y garra hasta el final.

Preparativos

En los días que siguieron, desde La Plata escribí a todos para obtener más información. Damián contestaba muy esporádicamente con texto tipo telegrama, Jorge con monosílabos, así que terminamos con Dominique (la única dispuesta a escribir más de un reglón) resolviendo o adivinando las cuestiones y dudas de la expedición: ¿Quienes van? ¿Cuantos días? ¿Que nos falta?. Rescato una frase premonitoria de mi amiga, escrita en uno de sus mail: “al final terminaremos siendo los mismos de siempre, mirándonos la cara mientras pelamos cebollas.”

Dos meses después, la ciudad de Salta nos reunió nuevamente. El tiempo pasa, pero hay gente que a pesar de ello no cambia de aspecto ni de costumbres. Vaya uno a saber si por destino o cábala, pero Dominique llegó de nuevo pálida, ensuciando el ómnibus debido al mareo y descompostura que le produjo el viaje; Jorge parco como si hubiese compartido con uno toda la semana anterior y Damián a los abrazos pero rezongando, pues siempre hay un motivo.
Cerveza negra de por medio, nos ponernos al día, y luego taxi al hotel Continental.

El tiempo que permanecimos en la capital se repartió en caminar por la ciudad, conocer sus lugares típicos, acordar encuentros con el resto de los integrantes de la expedición Pedro Lamas y Christian Vitry, luego la entrevista con Mirta Santoni, directora del Museo Antropológico, quien nos recibió calidamente en su oficina. Mientras, Damián comenzaba a filmar, y así seguiría hasta el final de la expedición. Dice que no le gusta hacerlo, pero tiene buen ojo para el oficio.

Preparativos

Mencionar el volcán, aún en Salta y más tarde incluso en San Antonio de los Cobres, no era suficiente para acercarlo. Seguía siendo un lugar remoto y expuesto a condiciones climáticas atemorizantes: es la cantinela que se escucha de mucha gente con quién hablamos. Y los niños incas hallados en su cumbre parecían un tema prohibido por momentos. Algunos sienten orgullo, otros no, y pocos quieren hablar de eso. Es algo simple de entender en una ciudad de marcado contraste social, como muchas en nuestro país. Hace pocos años Eduardo Galeano denunciaba en uno de sus libros una navidad en la que la catedral de Salta se quedó sin pesebre; lo retiraron, debido a las quejas por sacrilegio y amenazas de incendio ya que las figuras sagradas tenían rasgos y ropas indígenas…

Dos días después estábamos en camino a San Antonio de Los Cobres a través de la Quebrada del Toro, donde la vegetación que cubre la región se va extinguiendo en cobertura y diversidad. A medida que las horas pasaban, ascendíamos. El frío, la falta de agua, los pajonales y cactus Pasakán (Trichocereus pasacana) se iban adueñando del paisaje rocoso junto a la luz de una luna llena que con la caída del sol se escurría por las montañas.

El Quebradeño no es sólo un ómnibus, es un transporte a otro tiempo y otra cultura. Las distancias se acortan, los lazos familiares se mantienen, los niños acceden a la educación escolar, y las ventas ocurren a través del trueque entre lugareños y turistas mezclando vestimenta, dialectos y costumbres, donde la sonrisa fácil y los ojos azules de Dominique llamaban más la atención que los caramelos que convidaba a los niños.

Preparativos

San Antonio de los Cobres o “Sanánto” (como lo llaman allí) es un pueblo bastante tranquilo, de casas simples donde abundan los matices marrones, negros y grises; pero creo que un toque de colores alegres la harían más bonita. Su gente es muy servicial. Abundan los niños de mirada curiosa, que con confianza se reunían alrededor nuestro cuando escribíamos en el Cíber.
– De la escuela vienen aquí y pasan el tiempo con los jueguitos de guerra hasta que se les acaban las monedas- comenta el dueño del local. Yo recordé esa frase que dice “Internet informa pero no forma”.

Uno de los niños me preguntó de donde era.

-De lejos –le dije.- De una ciudad cerca de un río grande, pero cuando era chico como vos vivía cerca del mar.
–¿Y porqué estas acá?
–Porque ahora, de grande, me gusta la montaña.

Volcan Tuzgle

Pedro es un típico poblador de la región, parece que lo moldearon con los elementos del lugar y le dieron vida. Abierto, de hablar sincero y carente de ego. Además de sumarse a la expedición, nos brindó alojamiento, mucha información del objetivo que perseguíamos y de otras montañas, como el caso del Volcán Tuzgle que ascendimos los cuatro para mejorar la aclimatación, probar equipo y ver como funcionaba el grupo. Como siempre: Damián y Jorge dirigen, Dominique y yo asienten…
De regreso en Sanánto realizamos los últimos arreglos y compras para continuar hacia la cordillera. Gendarmería nos cedió el traslado al Volcán en un camión que se dirigía hacia el puesto fronterizo en Socompa. Por esos días nos enteramos que Christian Vitry no podrá subir con nosotros.
La idea era ir hasta Tolar Grande, pernoctar una noche en el refugio franco argentino y luego continuar hasta las laderas del Llullaillaco donde estableceríamos el campamento base. La mañana amaneció muy fría y a lo lejos se veían las cumbres con nieve nueva de la noche anterior.
El camión avanzaba perdiéndose en esa inmensidad de cerros y salares. Por momentos un grupo de vicuñas (Lama vicugna) rompía esa monotonía inanimada. Cristian y Severino, los gendarmes, tenían dudas sobre el clima, ya que quedarse varado en esos lugares cuando el frío aprieta no es nada agradable. Todo queda lejos a pie y el relato y la tumba del holandés congelado que encontraron junto a su equipaje muchos años atrás, no dejaban dudas de la rigurosidad.

Regreso

Un viento fuerte y frío nos recibió en la cara sureste del volcán donde decidimos armar el campamento. Al día siguiente realizamos una larga caminata hacia el hito fronterizo donde fue posible divisar las estacas que señalan las minas, aún activas, colocadas por Chile durante el conflicto fronterizo en 1978.
La vista sureste del Volcán es la más impactante, y bonita de fotografiar, sumado al hecho que la nieve cubría gran parte del mismo, producto de las nevadas recientes.

Algunos problemas mecánicos con el camión y el mal clima llevaron a la decisión de retornar a Tolar. La perspectiva de quedar sin medio de transporte en este lugar tan aislado, nos convence de que no hay otra solución. Desarmamos el campamento de manera apresurada y un poco desordenada, porque la noche está por llegar. Por desgracia a poco tiempo de la partida, en una pendiente pronunciada, notamos que el camión no avanza, así que descendimos del mismo, ya noche cerrada, con un cielo estrellado, límpido y un frió tremendo. El combustible se había transformado en unos cuantos bloques de hielo.
En un instante se tomaron decisiones. Fueron encendiéndose calentadores a gas, a bencina, para poder descongelar el combustible. En la desesperación de no quedar varados en este lugar tan inhóspito, se echaron unos pedazos de madera acumulados en el camión al medio de las llamas. Hierbas arrancadas al suelo congelado, todo fue bueno para quemar. ¡Hasta el colchón de uno de los gendarmes!!!!

Hacia el volcán

El tanque con casi 50 litros, se fue descongelado, (Damián, sí, lograste la meta), pero el camión no arrancó. Decepción en la tropa: eso quería decir que pasaríamos la noche a la intemperie, con el camión parado en medio de una salina, a 200km del primer pueblo.
La verdad, nos echamos sin mucho ceremonial en la caja del camión. La noche no fue muy agradable, el frió se hacia sentir en el piso metálico y a través las lonas, pero a la mañana siguiente, todavía en nuestros sueños, nos despertó el ruido del camión en marcha.
Cristian, el chofer había encontrado la solución sacándole el filtro. Sonrisa, alivio, y en unos minutos estábamos de vuelta en el camino, sin poder creer lo que había pasado.
Mirado desde atrás de un camión, entre las lonas, se apreciaba el volcán, con una capa de nieve fresca, sinceramente muy bonito. Pero hacía sentir la decepción, tema que no hablábamos por el momento. Teníamos que volver a Tolar, y sin vehículo en condiciones, ninguna aproximación sería posible. En otras palabras: se terminaba la expedición.

Campamento ruta sureste

En esa vuelta morosa, paramos en “La Casualidad”, pueblo donde nació Pedro. En su casa familiar, vacía de su contenido, comimos y bebimos escuchando sus relatos de niño, cuando jugaba en estas calles. En la gran época de las explotaciones mineras de la región, llego a albergar hasta 3000 personas. Hoy es un pueblo fantasma. Quedan las estructuras vacías de las casas, muros derrumbados, mineral esparcido, los edificios sin techo, pilas de bolsas de azufre reventadas. Visión surrealista, la mirada atrapa objetos familiares dispersados, destruidos por el viento, por el tiempo y el olvido. Recuerdos de una vida pasada, de niños corriendo detrás de una pelota y de las campanas de la iglesia los domingos, o del vaivén de los camiones que salían cargados. Hoy solo queda el viento y nosotros, un poco heridos por el intento fallido del Llullaillaco. Hay pocas palabras, lo de afuera solamente refuerza lo de adentro.

Zona del hallazgo de las momias

Jorge nunca se da por vencido. De vuelta en Tolar, salió enseguida en la búsqueda de otro medio de transporte. ¡Y lo consiguió! El día siguiente partíamos nuevamente por el campamento base del volcán; esta vez íbamos a intentar la aproximación por la cara norte. Instalamos el campamento base a 4.900 msnm y nos pusimos rápidamente a cubierto.

Esa noche cenamos un guiso de lentejas con peceto, donde Jorge demostró una vez más que es un excelente gourmet de alta montaña, como me gusta llamarlo. Y nosotros le hicimos honor como comensales.
El día siguiente se realizo el porteo al campamento de altura, a los 5900msnm, y regreso al campamento base. En los relatos de las expediciones anteriores aparece la opción de realizar dos campamentos de altura, uno a 5900msnm y otro a 6300msnm; pero decidimos realizar el asalto a la cumbre a partir de los 5900msnm. El día del porteo fue largo, la caminata en acarreo dificulta bastante la progresión. Volvimos al abrigo de la carpa cansados y un poco desanimados, las condiciones climáticas y el terreno son difíciles.

Aclimatacion Volcan Tuzgle
Nuevo día. Nos organizamos y dejamos comida, carpa y un poco de materiales sujetos bajo unas piedras. Ese mismo día llegó un grupo cordobés, gente amistosa por naturaleza, con un equipo y envidiable provisión de comida y bebida, que nos hacia sentir los carenciados del Llullaillaco.
La posterior fue otra jornada de subida, idéntica a la anterior: larga. Pero el tiempo cambió, hizo más frió y se levantó bastante viento. Cruzamos un primer tambo inca, uno de los cuantos que cruzaremos a lo largo del ascenso. La arquitectura será siempre igual, pero se reproducirá la misma emoción cada vez. Vestigios de los pasos que dejaron los incas en esta región, en sus montañas y volcanes más altos. Las construcciones siempre tienen en la base una capa de piedras de pequeño tamaño, y después hacia arriba se organizan, se alternan y se juntan perfectamente piedras de tamaño mayor. La puerta es perfecta y tan estrecha que nos cuesta pasarla, pero no deja de ser a la vez una invitación al interior de la pirca y la imaginación. Todas parecen tener el mismo diámetro, como una reproducción idéntica a lo largo de los flancos del Volcán junto a unas ramas torcidas de Queñoa (Polylepis tomentella), deformadas por el tiempo y la intemperie, pero que apuntan a la cumbre y nos indican el camino acompañándonos a lo largo de la subida.

Cumbre Volcan Tuzgle

Campamento 1, a 5.900 msnm. El día siguiente de nuestra llegada al campamento 1, se presentó muy frío y ventoso, por lo cual decidimos postergar el ascenso final a la cumbre. Nos movimos poco, solo recorrimos los alrededores del campamento, ordenamos la carpa. Por momentos el único lugar agradable fue la bolsa de dormir. Derretir nieve, tomar mate, té, amargo serrano, jugo, sopa. Dentro de la carpa en altura, uno parece un sapo: vive para hidratarse. Día de espera, de sueño, de ocio. Es una pregunta recurrente cuando uno vuelve, y otros preguntan: ¿que hicieron todo el día prisioneros de la carpa?. En realidad es una oportunidad increíble, un día completo de tranquilidad, de reflexión interna, aún en la incomodidad que ofrecen esos pocos metros cuadrados para cuatro personas. No es la primera expedición como grupo, y nos conocemos bastante para superar la promiscuidad y respetar la intimidad de cada uno. Los temas de discusiones se suceden, y no son muy diferentes de los que unen a cuatro personas en la llanura.
A la noche aparecieron nubes amenazantes en el cielo, envolviendo la cima del volcán. Mal presagio.

Es temprano, aún de noche. Damián abre el cierre de la carpa y luego nos habla.
– Está estrellado. Bueno, ¿qué quieren hacer?.
– ¡Para esto vinimos!- dice Jorge poco convencido, ya que afuera hace mucho frío y el calor de la bolsa esta muy agradable. El resto, silencio. Así pasan algunos minutos. Luego Damián, preparando lo que podría llamarse el desayuno, con la resignación de quién realiza esa tarea desde hace mucho tiempo, comenta:
– Esta es la parte más difícil, levantarse, prender los calentadores, tomar algo, comer lo que se puede, juntar unos caramelos, unas galletitas para la caminata, vestirse con todo el equipo y salir afuera y recibir la noche, sentirla, palparla. Es solo la oscuridad, cielo estrellado, silencio, frío. Hay que ponerse las botas heladas, encender las linternas, y empezar a caminar, dejando atrás la protección de la carpa. Pero de golpe se empieza solo a arreglar el paso sobre el paso del otro, y subir, y si es posible hasta lo mas alto. Pasan las horas, levantás la vista, ves que está amaneciendo, te sentís mejor y continuas más animado. Desayunamos y pienso que eso es la vida, lo que me gusta hacer. Pero esos primeros momentos son una parte jodida del asunto.

Hacia la cumbre

La montaña y el grupo te enseñan muchas cosas: nadie va hacer lo que vos tenés que hacer, nadie te viste, nadie te lleva el equipo, el agua, el abrigo. Y sobre todo, nadie te lleva para arriba. Damián que me dice que soy lento, pero en realidad lo mío es parsimonia.
Falta el aire, cuesta recuperarse y a cada paso el piso suelto de roca volcánica se desplaza ladera abajo, o el pie se entierra en la nieve hasta la rodilla y todo te dice que estas cansado, que abandonés, que no tiene sentido seguir. Pero delante ves a tu compañero que sigue y entonces caminas hacia arriba tras sus huellas.

Encontramos nuevos vestigios de los Incas durante el camino hacia la cumbre y parece que uno viaja al pasado. Se genera una sensación colectiva de respeto al lugar, por aquello que representó y hoy persiste. Se avanza como pidiendo permiso en cada paso, cada uno a su ritmo. Así pasan las horas. A la cabeza va Damián, mientras Jorge se queda unos doscientos metros más abajo, sentado. No nos mira, mira la inmensidad. Y decide volverse.

Al final después de varias horas de pendiente a 45 grados, arribamos a los 6200msmn y a un cambio de pendiente que nos posiciona en un faldeo. Desde allí podemos acceder a una canaleta de piedras mayores muy sueltas. La marcha es lenta y nos coloca sobre otro canal del norte, con hielo verglass y nieve suelta. Después, por fin se levanta la cumbre: pilas de piedras erigidas como una pared, como las paredes de las pircas que cruzamos a lo largo del camino, pero mucho más alta. Falta muy poco y la verdad, en este momento preciso, no se piensa mucho; sólo en sacarse los grampones y clavarlos en la nieve, al igual que los bastones. Y subir entonces entre las piedras, que son grandes y ofrecen bastante seguridad, pues no se mueven.

Cumbre

Allí en la cima estaba todo, las pircas, maderas inalteradas y uno se imagina como habrá sido el ritual a esa altura, en aquella época, con los precarios abrigos y elementos que poseían los Incas. Del lado chileno, el cráter del volcán es un desplomo alucinante; con el viento no da muchas ganas de acercarse. Del lado norte, en el horizonte, se ven volcanes y salinas como mares sin olas. La cumbre es como llegar a la tierra prometida, la culminación del esfuerzo, de la lucha interior. Sencillamente, uno no puede hacer otra cosa que emocionarse hasta llorar, porque sabe que llegó hasta donde no sabía si llegaba.
Abrazos y fotos entre compañeros y empezamos a bajar.

Encontramos a Jorge en el campamento con un té caliente. Hay luz aún, hay buen tiempo, pero decidimos pasar la noche a 5900m y bajar con toda tranquilidad el día siguiente. Otra noche fría en altura, pero con el cansancio dormiremos sin problema.

El día siguiente levantamos el campamento, y bajamos hasta el base, donde nos espera la camioneta de gendarmería. Volvimos a encontrarnos con el grupo de Cordobeses. Nos saludan, nos ofrecen comida, bebida para darnos animo, y subimos a la camioneta.

Estamos en el momento donde hay felicidad; la de haber logrado la meta. Pero cuesta darse cuenta, expresarlo. Empieza un largo, cansador y polvoriento camino de regreso hasta San Antonio de los Cobres y de allí a Salta, donde un mediodía de pizza y cerveza de estación nos deja poco tiempo para charlar, para despedirnos, porque salen los ómnibus de regreso.

Jorge Vaglienti - Damian Redmond

Juan llegó a La Plata, donde lo esperaba su hija, un poco asustada por su cara demasiada barbuda. Dominique tiro la mochila llena de polvo bajo el escritorio y empezó su trabajo en el laboratorio. Damián, al día siguiente, casi pierde el ómnibus para Mendoza.
Jorge sin duda ya estaba soñando otro escenario, otro desafío, otro lugar para encontrarnos.

Dominique Zelus y Juan Martín Laborde

Pagina web de los autores

2 thoughts on “Ascenso al Llullaillaco, el Volcán Sagrado de los Incas

  1. hola les comento que en abril nos vamos al llullaillaco y queria saber si tienen alguna recomendacion especial, estuve con christian vitry en salta y me puso al tanto, pero vi la travesia de uds. y me parecio fantastico lo que hicieron. soy de chacabuco, bs as y les mando un abrazo desde aca

  2. los felicito cordialmente por el arrojo,la decision,falta de miedo,el amor por la montaña,el respeto porque los incas llegaron primero,–casi en pelotas– y la indomable imprudencia frente a la pachamama que en cualquier instante los podia aventar de la faz de la tierra y mandarlos a los cielos de Los Andes…¡¡saludos..¡¡

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