EL PERDIGUERO POR EL VALLE LITEROLA

Cresterío del Perdigueret

Sopla el viento y el tiempo se para. Trae las nubes y las aristas pierden sus perfiles, las crestas del Pirineo se hacen borrosas y los lagos son apenas una mancha. Aún así, todos los días suben cientos de personas buscando un poco de sí mismos en estas montañas. Y en esa fragilidad está su grandeza porque cuando el viento sopla en altura la tecnología no vale, las palabras no explican. El tiempo se para y te encuentras bien porque sientes que este es tu lugar, porque aquí aprendes lo que no enseñan en ningún otro sitio. Como en la poesía de Julio Llamazares, “todo lo aprendí de quien nunca fue amado, de la nieve y el silencio y el grito de los bosques cuando muere el verano”.

Al fondo montañas valle de Aran

Este sábado subí al Perdiguero por el barranco de Literola. Anunciaban sol, nubes y algo de viento aunque ya se sabe que la predicción meteorológica en los Pirineos es complicada. Sabía que iba a encontrar poca gente: la mayoría suben al Aneto, unos pocos al Posets y me temo que dejan el Perdiguero para los meses de verano. Así que subí solo.
Por la mañana hacía sol. Hasta el refugio Forcallo la senda era buena e iba entretenido con los gritos de las marmotas cuando me veían pasar. Curioso animal que antes de escapar sale a ver quién es ese desastre de montañero que se deja la crema solar en el coche y se tiene que enrollar una camiseta en la cabeza debajo del sombrero.
Decidí subir desde el ibonet Literola directamente a la cresta. Hasta los 2900 la nieve estaba dura y se subía bien. Luego el calor del día ablandó la nieve y te hundías continuamente. Es el precio que tienes que pagar por un día de calor.

Ascendiendo

Pasado el hito este del Perdiguero, encontré en la cresta a tres chicos parados en un paso que aunque fácil era muy aéreo. El hielo tampoco ayudaba y fue una pena que lo dejasen tan cerca de la cumbre. Pero ser inteligente es saber el riesgo que uno puede asumir y, francamente, la montaña siempre va a estar ahí. La prudencia (no confundir con el miedo, que es un sentimiento irracional) es más útil que el piolet o que el mejor GPS.
La arista final me pareció cómoda, un poco larga y muy bella. De hecho, el Perdiguero visto desde el Posets es como una enorme montaña rusa triangular hecha de piedras. Tardé unas seis horas y media en llegar arriba. En la cumbre no había nadie. Soplaba el viento y venían las nubes que apenas te dejaban ver nada. Soplaba el viento y se llevaba las nubes y veías el Pico del Alba, el pico Maladeta, la zona del valle de Arán, el Posets con una nube que no se fue en todo el día y al norte, el Pirineo francés porque el Perdiguero hace frontera con Francia.

Cresta

Y luego empiezas a bajar y no quieres irte, te sientas en una piedra a resguardo y no piensas en nada más que en ese paisaje blanco, desolado, solitario y en el sol que vuelve a salir con pereza entre las nubes. Piensas que si algo has aprendido en estos años es a estar tranquilo, a tener calma.
Llegas cansado al hostal y mientras comes unos tallarines en el restaurante escuchas historias maravillosas en las mesas de al lado de sitios a los que quizás no vayas nunca pero que te acompañan al irte temprano a dormir. Mañana te esperan la catedral del Roda de Isabena (uno de los sitios más sorprendentes del Pirineo) y algunas de las iglesias románicas del valle de Boi.

Cielo encapotado sobre el Pirineo

Maladetas

Nubes sobre las Maladetas

Por la cresta

La cima del pico Perdigueret

Panoramica norte

Claustro de Roda de Isabena

Ermita de Durro

Texto y fotografía de Enrique Galindo

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