EL PAISAJE DONDE EL RUMOR DEL AGUA SE CONVIERTE EN PROTAGONISTA

SALTOS DE AGUA

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El agua saltando a gran altura por el precipicio ha ejercido siempre una gran fascinación en los seres humanos, atrayéndolos hacia los lugares en los que se producen estos fenómenos de la naturaleza; cursos de ríos, cañones fluviales, gargantas, arroyos y simas. Los aventureros que viajan por todo el mundo suelen acudir, en largas caminatas, hasta los lugares donde el agua vierte por los saltos de roca o por encajonados desfiladeros, para contemplar estos fenómenos, hacerles fotografías y recrearse con las formas, colores y texturas que se forman en torno a estas cascadas de agua.
Las grandes cascadas fueron uno de los fenómenos del paisaje que mayor interés acaparó durante buena parte de los siglos dieciocho y diecinueve. Entre los exploradores y aventureros que recorrían el mundo, buscando parajes exóticos, lugares no explorados con anterioridad por el hombre donde reinaba la más sublime belleza. En esta aventura, los exploradores, emplearon cuantiosos recursos económicos y humanos, esfuerzos que no siempre se vieron recompensados, pues no son muchos los fenómenos de estas características que la geología nos ha dejado, si bien los que se conocen son de una gran belleza.

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Descubrir en los más alejados rincones del planeta estos accidentes de la naturaleza, era un reto que les empujaba a adentrarse en zonas montañosas de muy difícil acceso, donde raramente había pisado con anterioridad el hombre. Zonas pantanosas cubiertas por impenetrables selvas, donde acechaban toda clase de peligros. Extensos y abrasadores desiertos, donde la población más cercana distaba cientos de kilómetros. Todo ello para descubrir y disfrutar del espectáculo que produce en el ser humano una gran masa de agua precipitándose al vacío desde cientos de metros de altura. Ese espectáculo natural, de luces, sonidos y colores, producía en el hombre tal impresión, que en el mayor de los casos, no reparaba en sacrificios con tal de poder disfrutar, durante unos minutos, de esa hermosa sensación que se tiene cuando se está cerca de algo tan atrayente y maravilloso como es el espectáculo que produce una cascada al precipitarse al vacío.
El salto Kuywi en Venezuela, la Cascada del Emperador en las rocosas canadienses, el Chorrito de Ovejuela en la comarca extremeña de las Hurdes, el Pozo de los Humos en los Arribes del Duero, Castilla León, Salamanca, ambas en España, o las cascadas de Hengifoss, Skogafoss y Godafoss en Islandia, son unos cuantos ejemplos de este atractivo fenómeno que tiene lugar en cualquier lugar del planeta, casi siempre en plena naturaleza. Muchos de estos saltos de agua están situados en parajes desconocidos y de gran belleza, ocultos en rincones de muy difícil acceso y que solo los habitantes de las aldeas próximas tienen conocimiento de su existencia, lo que los hace aún más atractivos y excitantes.

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Texto de Rafa Álvarez, fotografías de Isabel González Gómez, Manuel Santervás Martín, Javier Elcuaz y Rafa Álvarez

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