Texto de Cesar Blanco
Hace unos días me llamaste, me pillaste de escapada en solitario por la Sierra de Guadarrama. Estuvo muy bien, el sábado subí a Peñalara y luego baje hasta la Granja, todo esto de 5 a 9 de la noche. Fue divertido, por que la subida la hice rápido y la bajada corriendo. Se me ocurrió una idea que llamé «apología de la velocidad», nadie puede decir que por ir rápido no disfrutaba de la tranquilidad de la naturaleza. A dos mil metros disfruté de una puesta de sol preciosa, en el bosque me crucé con los corzos, y más tarde me sorprendí de la oscuridad de la noche cuando al encender el móvil me deslumbró, además si vas muy deprisa las preocupaciones no pueden alcanzarte. Después, para relajarme cené en los jardines frente al palacio de la granja.
La noche fue toda una experiencia, me interné en el bosque para buscar un sitio donde dormir. Hay que ver lo que suena todo allí!! Había un grupo de caballos cerca, y de pronto los oí trotar, y pensé que me iban a pisar. Les enfoque con el frontal y cambiaron de dirección, pero cada vez que pegaba la oreja al suelo los oía como si fuese un indio. Al final me dormí igual.
El día siguiente fue una experiencia más cultural, pasando por el palacio abandonado que hay en Valsaín, por las pesquerías en el río Eresma, la Fuente de la Reina, las ruinas de la casa Eraso, la calzada romana del Puerto de la Fuenfría y la carretera de la República, y hablando con todo el que me cruzaba. Y para terminar algo de montaña, subida a todos los Siete Picos. Tengo que confesar que me deje dos, después de nueve horas de caminata a buen paso no me quedaron fuerzas para trepar hasta dos de ellos, aún así saque fuerzas de flaqueza para subir al más alto de todos.
Siempre que he hecho algo de montaña solo lo he disfrutado el doble, es una experiencia que hay que vivir de vez en cuando. Por suerte tengo amigos que siempre están dispuestos a salir conmigo, así cuando decido salir solo puedo apreciar todo lo que vale.
