MYANMAR (BIRMANIA)

Texto y fotografía de Kike Serrano

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Todavía no habíamos podido admirar las maravillas que esperan al viajero cuando se, desembarca en Bagan, después de un largo viaje en barco, a través del río Ayerwardaddy, cuando la chica del albergue nos informó que había un hombre que nos buscaba. Acabábamos de contratar a unos chicos, hermanos, que nos iban a transportar con sus carros por la inmensa llanura, para contemplar y visitar las millares y milenarias pagodas y estupas, que todavía se mantienen en pie, de aquellos tiempos, sobre el siglo X, en que la ciudad era la capital del imperio.

Aquel hombre, que vestía de manera diferente al resto, que fumaba, que se comportaba con unos modales más educados, más “occidentales”, y que manejaba tacos de billetes de kyat (la moneda birmana); nos sorprendió por su excelente español. Conocía todas las noticias de actualidad de España, y lo más sorprendente, hasta los cuchicheos de la prensa rosa. Esto nos extrañó sobremanera, sobre todo porque hasta ese momento, (luego nos dimos cuenta que era así durante todo el viaje), el acceso al mundo exterior era bastante complicado. El precio de una llamada internacional costaba entre 6-7 € el minuto, aunque si buscabas mucho, podías encontrar en algún local una tarifa menor de 4-5 €, con el riesgo que asumía el propietario si se enteraba el Gobierno. Si encontrabas algún sitio con línea de teléfono internacional. De hecho, las llamadas pasaban un filtro, según nos decían.

Más difícil era conectarse a Internet. Mucho más barato aunque necesitaras como mínimo una hora para mandar un correo electrónico. La conexión, con módenes y a 32 Kb, no era, lo que se dice, lenta. Era peor. Siempre y cuando no se cortara la luz. El Estado sólo suministraba energía eléctrica durante unas horas al día. Fuera de ese horario los comerciantes ponían en funcionamiento motores generadores. Si tenías mala suerte podías estar unas dos horas en un ciber y no conseguir mandar ningún email. Los cortes de energía eléctrica, la falta de gasolina para el motor generador, (si se acababa, el propietario tenía que ir a por más, con lo cuál tu conexión te costaría más de lo acordado…), y la lentitud de la conexión se encargaban de ello. Los birmanos tienen una dotación de gasoil al mes, de la cuál no puedes pasarte. Si necesitas más, debes buscarlo clandestinamente.

Todo esto sería posible si has sido capaz de crearte una cuenta de correo en una pagina no sospechosa. Ni que decir tiene que hotmail, yahoo, gmail, telefónica y otras más, no funcionaban. El Gobierno las tenia “capadas”.

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Con estas premisas, conocer toda esa información era suficiente como para no creernos que fuera un guía turístico que buscaba españoles para practicar español, a cambio de ofrecer su ayuda desinteresadamente. Y mucho menos, cuando comprobamos que lo sabía todo de nosotros.

Esa primera noche fuimos a una fiesta, la “Fiesta de las Pagodas”, una especie de festejo que se realizaba en la llanura, entre las estupas y pagodas, no sé realmente con qué motivo. Allí había un escenario con músicos que cantaban, pero nadie bailaba. Está prohibido bailar en público y dar muestras de alegría y jolgorio. En esa fiesta este hombre nos pagó todas las consumiciones y nos dirigió a todos los lugares con una soltura y una seguridad digna de destacar.

Continuó a nuestro lado dos días, y curiosamente, viajaba el mismo día y al mismo sitio que nosotros. Afortunadamente en distintos medios de transporte. Intentábamos no dar más pistas que las justas, y eso que nos acribillaba a preguntas. Los chicos de los carros nos advirtieron de que este hombre era militar, incluso ellos se mostraban un poco cortados.

Las noticias que últimamente se reciben de Myanmar pueden pasar desapercibidas para la gente, pero no para todos los que hemos viajado allí. , y alimentan un poco de esperanza para que se ponga fin a una dictadura que tiene al país sumergido en la pobreza y el atraso más injusto. Si bien, este régimen, no lo aprecias mucho, sólo tienes que hablar con ellos para darte cuenta que no tenemos razones de quejarnos en la nuestra.

Me desasosiega ver cómo actúa el ejercito con una población de la que no tengo ninguna queja de mi estancia allí. Son sencillamente muy buena gente.

Me llama la atención la cantidad de información y fotos que se reciben. Esperemos que los países occidentales tengan la suficiente valentía en este país como la tuvieron en otros. Sino, dudo mucho que se consiga cambiar algo.

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